Si es usted un pro de la lectura, estos consejos le traerán al pairo: son instrucciones dirigidas al voluntarioso y esforzado lector de verano que, por falta de tiempo, ganas y/o energías, apenas lee durante el resto del año.
No se lleve usted a la playa el ‘Ulises’ de Joyce a las primeras de cambio, por mucho postureo cultural que quiera lucir a la orilla del mar. ¿Se imagina llevar 11 meses sin salir a trotar y, el primer día de vacaciones, correrse una media maratón a ritmo de fondista tanzano? Pues lo mismo con ‘Crimen y castigo’ o los existencialistas franceses. ¡Más tranquilo!
No la emprenda con títulos apocalípticos con el cambio climático como protagonista. Le amargarán el verano y en cada medusa encontrará usted un síntoma inequívoco del fin del mundo. En cambio, libros sobre la amistad hombre-pulpo, las bondades de nadar en aguas abiertas o lo reconfortante de contemplar animales salvajes en su hábitat natural resultan ciertamente reconfortantes.
Ojo con los libros de viajes. Si es usted de naturaleza melancólica, le llevarán a plantearse qué está haciendo con su vida y por qué se encuentra chapoteando en el rebalaje de Playa Granada, viendo a la misma gente de siempre, pero en calzonas, en vez de estar bordeando el Cabo de Buena Esperanza.
No sea acomodaticio. Entre Proust y la autoayuda media un abismo. Ya que estará en una zona de confort, sea bajo la sombrilla, una higuera o a la vera del río, desafíe sus límites y lea otras cosas. Poesía si es un ‘prosista’ nato. Ensayo si solo le tira la fantasía. No ficción si es muy novelero. Lea a escritoras si solo lee a hombres (y viceversa) y cambie su género favorito por otro más improbable. Incluso imposible.
Lea aquella recomendación de alguien fiable a quien nunca hizo caso. Lea lo que lee su vecino de tumbona o, al azar, llévese algo nuevo de la librería o biblioteca más próximas. Eso sí, en todo caso y sea lo que sea, ¡relájese y lea! (Si le ha parecido interesante y/o divertido, AQUÍ tiene una segunda parte con más consejos).
Jesús Lens