Lo que no era imposible

Siempre me gustó la frase ‘Lo hicimos porque no sabíamos que era imposible’, una máxima atribuida a diferentes personalidades y aplicada al deporte, a la cultura o a la ciencia.

Lo imposible, además de ser el título de una famosa y catastrofista película de J.A. Bayona, se ha convertido en una de las expresiones favoritas de nuestros políticos. A lo largo de estas semanas se ha considerado imposible un verano sin turistas internacionales, la alta gastronomía en casa, el fútbol sin espectadores en los estadios o la vuelta al cole sin la presencia del alumnado en las aulas.

Sin embargo, si algo nos ha enseñado la pandemia es que lo imposible no lo es tanto. Porque si hace tres meses nos dicen que íbamos pasar 60 días estrictamente confinados en nuestros hogares, con España entera cerrada, hubiéramos dicho que era imposible. Y ahí nos tienen, aprendiendo cada semana qué se puede hacer en las distintas fases de la desescalada, cumpliendo disciplinadamente con los mandatos gubernamentales, como debe ser.

La tozuda realidad va imponiendo, poco a poco, una moderación de la retórica imposibilista. Así, de lo imposible se pasa a lo impensable. Y precisamente es en ese campo, el del pensamiento, donde debemos insistir en las próximas semanas.

No se trata de convertirnos en profetas ni gurúes, pero tampoco podemos encerrarnos en nuestra burbuja a esperar que escampe. La mera posibilidad de lo impensable nos obliga a pensar en segundas y en terceras opciones. Los famosos planes B. La reinvención.

¿En cuántas empresas se decía que el teletrabajo era imposible? Pues ya ven ustedes. El reto, ahora, es combinar lo mejor de lo presencial con las infinitas posibilidades que brindan las plataformas digitales. Durante el confinamiento hemos acabado hasta los webinares de tanta sesión de zoomba, pero no despreciemos lo mucho y bueno que la digitalización puede aportar a nuestra vida, personal y profesional.

Administración, empresas y sindicatos tienen como reto aprovechar las enseñanzas aprendidas a machamartillo a lo largo de estos meses para que los sacrificios realizados no sean en balde. Toca repensar el presencialismo, los horarios, la productividad, la conciliación, los desplazamientos, los resultados…

Hay mucho en juego. Miles de puestos de trabajo dependen de que los agentes sociales y económicos afronten con seriedad y serenidad los cambios provocados por la pandemia. Que la nueva normalidad fusione lo mejor de la antigua con las posibilidades abiertas por esas novedades que han irrumpido abruptamente en nuestras vidas.

Jesús Lens

En tiempo real

A ver si os gusta este reportaje, escrito para IDEAL y publicado hace un par de domingos. Lo partimos en dos, que es muy largo…

Cine en tiempo Real

Aunque le costara una rotura de fibras y terminara saliendo de la gala de entrega de los Goya con muletas, seguro que Juan Antonio Bayona no se arrepiente de la carrera que se pegó desde el escenario hasta la platea del Palacio de Congresos de Madrid, justo cuando le acababan de entregar el Goya como mejor director del año por “Lo imposible”, para regalárselo a María Belón.

María, a quién Naomi Watts dio vida en el cine, es la protagonista real de lo narrado en la película más taquillera del cine español y que, como todos sabemos, se basa en los estragos provocados por el tsunami que asoló las costas del Índico en 2004. Una historia real, que María contó una noche en la radio y que, hoy, se ha convertido en uno de los hitos fundamentales del cine patrio.

Con lo que tarda en ponerse en marcha una producción televisiva o cinematográfica de gran presupuesto, resulta muy sintomático y significativo que cada vez haya más películas y series basadas en hechos reales… acaecidos en un tiempo muy, muy cercano.

Por ejemplo, cuando se estrenó la última película de Kathryn Bigelow, “La noche más oscura”, corría por las redes sociales un chascarrillo tan obvio como siniestramente divertido: al final, Bin Laden, muere.

El Cine en Tiempo Real

Paradójicamente, dicha película enlaza con una de las grandes series de esta temporada, “The Newsroom”, creada por ese genio llamado Aaron Sorkin. Centrada en la vida de un puñado de profesionales de la comunicación, responsables de uno de los noticieros estrella de la televisión por cable norteamericana, en cada uno de sus diez intensos episodios se cuenta alguno de los hechos de la actualidad más candente del año; del accidente en una plataforma petrolífera en el Golfo de México a las manifestaciones en la plaza Tahir y la Primavera Árabe, pasando por el atentado contra una congresista demócrata. Y, en concreto, uno de los capítulos más emocionantes, tensos e intensos fue, precisamente, el que describía la operación contra Bin Laden, en Afganistán.

Hasta hace relativamente poco tiempo y ante un acontecimiento de trascendencia planetaria, lo normal era que empezara por escribirse uno o varios libros sobre el tema y, a partir de ahí y dependiendo del interés suscitado y de su mayor o menos éxito; que una productora de Hollywood comprara los derechos para iniciar la preproducción de una película. Y todo ello consumía años y años.

 

Adivina, adivinanza: ¿Está saludando Bradley Cooper al respetable o...
Adivina, adivinanza: ¿Está saludando Bradley Cooper al respetable o…

Hoy, cuando un tipo como Mark Zuckerberg aún no ha cumplido los treinta años de edad, ya hay una fantástica película sobre su vida, obra y milagros: “La red social”. Dirigida por David Fincher, el filme que cuenta el nacimiento y la popularización de Facebook ganó tres Óscar, incluyendo el de mejor guion. Un guion escrito, no por casualidad, por Aaron Sorkin. Y la cinta, en realidad, ya es antigua, al ser una producción de 2010.

 

Antes, cuando terminaba una película biográfica, solían aparecer en pantalla unos letreros que contaban el año de la muerte del protagonista, dónde están enterrados sus restos y algunas notas sobre su legado. Sin embargo, ahora vemos la imagen del auténtico Zuckerberg en las revistas del corazón, con su pareja, o en los suplementos de negocios de los periódicos, cuando Facebook comenzó a cotizar en Bolsa… y nos parece más falso, menos creíble que el Zuckerberg al que descubrimos y conocimos en “La red social”.

 

Y es que, en ese sentido, el cine puede ser muy traicionero. Por ejemplo, pensemos en el béisbol. Supongamos que un equipo de los que juegan en las Ligas Mayores ficha como manager a Billy Beane, un tipo nacido en 1962. ¿A quién esperarían encontrar sus directivos, cuando fueran a conocerlo? Pues nada menos que a Brad Pitt, el actor que encarnó a Billy en pantalla y que nació en… 1963.

 ... o se está postulando para interpretar a Lance?

La película “Moneyball” cuenta la historia de Billy Beane, cuando dirigía al equipo de béisbol de la ciudad de Oakland en 2002. Al quedarse sin sus estrellas más rutilantes, contrata como refuerzo… a un joven, inexperto e imberbe economista que desarrolla un programa informático de evaluación de jugadores que, sobre el papel, contravenía cualquier lógica o sensatez deportivas. Pero que se mostró infalible y que alteró, por completo, todo lo referente a los fichajes y la planificación estratégica de los equipos deportivos de primer nivel mundial. Billy, por cierto, al que tentaron las mejores franquicias de los Estados Unidos con ofertas económicamente mareantes, sigue siendo el general manager de los Oakland Athletics, popularmente conocidos como The A’s.

 

Y, sin alejarnos mucho del mundo de los ordenadores, en el pasado Festival de Sundance se presentó la primera de las películas que, sobre la vida de Steve Jobs, veremos próximamente. En “jOBS”, el encargado de dar vida al gurú de Apple es Ashton Kutcher, una de las estrellas televisivas mejor pagadas del momento. ¿Será capaz, por ejemplo, de reproducir el famoso discurso de Steve en la Universidad Stanford, convertido en uno de los vídeos motivacionales más vistos en Youtube y estudiado en todas las Escuelas de Negocios del mundo?

 

Y, sin embargo, la suerte pare estar echada...
Y, sin embargo, la suerte pare estar echada…

Por su parte, el ubicuo Aaron Sorkin es el encargado del guion de la segunda película sobre Jobs. Y su intención es filmar tres bloques de treinta minutos cada uno, sin cortes ni interrupciones, en tiempo real. Tres bloques que contarían tres momentos básicos y fundacionales para comprender todo lo que Jobs supuso y sigue suponiendo, aun después de su prematura muerte, en la sociedad del siglo XXI: la presentación del Mac, la época de NeXT y, por fin, la conferencia de presentación del iPod. Momentos que todos tenemos grabados en la memoria, no en vano, cada una de esas presentaciones constituían acontecimientos capaces de parar el mundo y de alterar las agendas de cualquier personalidad, por alta que fuera.

(Continuará)

En Twitter: @Jesus_Lens

 

Lo imposible

Ya lo sabéis, ¿verdad?

“Lo imposible” está arrasando en taquilla, batiendo récords y cosechando aplausos, loas y parabienes de (casi) todo el que la ve.

¿Qué os parece el cartel, más allá del obvio Spoiler que constituye, en sí mismo?

Así las cosas y tras tres fines de semana abarrotando las salas más grandes que imaginarse pueda, toca responder a una pregunta: ¿es para tanto?

Me vais a perdonar si os parezco un pedante, un marisabidillo o un snob que va contra la corriente, pero la respuesta es…

¡NO!

Y eso no quiere decir, ni mucho menos, que sea una mala película. O que no me gustara. Pero, sinceramente, si no fuera porque estamos en lo más hondo de una crisis devastadora que, sin embargo, aún no ha tocado fondo; creo que “Lo imposible” no estaría siendo el fenómeno que es.

La película, que cuenta las vicisitudes de una familia española en la Tailandia arrasada por el tsunami de la Navidad de 2004, sitúa al espectador frente a una pesadilla mucho más espantosa que la provocada por el paro, la crisis y los activos tóxicos. Una tragedia devastadora que segó la vida de 200.000 personas que se encontraban en un lugar muy parecido al paraíso terrenal.

Una pesadilla que llega de improviso. Sin avisar. Como una maldición bíblica que lo arrasa todo a su paso; una ola gigante proveniente del interior del océano convierte en peleles a las miles y miles de personas que encuentra a su paso, arrastrando tras de sí no solo a sus cuerpos desmadejados e indefensos, sino también a los árboles, barcos, coches y cualquier cosa que no estuviera bien anclada en el suelo, por grande que pudiera parecer.

Ni que decir tiene que las secuencias del tsunami son espectaculares y que solo los quince o veinte minutos en que el agua desatada tiene el protagonismo ya hacen que merezca la pena pasar por taquilla. Para ver la película en una buena pantalla, claro. Una de esas pantallas gigantes que dan al cine espectáculo todo su sentido.

Porque el resto de la historia, la verdad, no raya a la misma altura. Superación, capacidad de aguante, resistencia, solidaridad, fuerza, coraje y ganas de vivir. Mensajes positivistas que llaman a la no rendición, a seguir luchando aun en las peores situaciones, por mucho que la lógica invite a abandonar.

Autoayuda a raudales y cantidad de secuencias muy apropiadas para la sección de psicología de los suplementos dominicales de los periódicos. Y, por supuesto, momentos lacrimógenos tan previsibles como inevitables.

Pero, por encima de que “Lo imposible” me haya gustado más o menos, sí estoy feliz por el hecho de que una película española esté arrasando y sea la comidilla en todas las charlas y tertulias del momento. Una película producida por gente de aquí, que apostó por un proyecto grande, multinacional, rodado en inglés, orientado a un mercado mundial, protagonizado por estrellas del calibre de Naomi Watts o Ewan McGregor y dirigido por un director español joven, pero sobradamente preparado: Juan Antonio Bayona. Un marketing excelente, una programación en festivales fabulosa… todo lo que rodea a “Lo imposible” muestra talento, inteligencia y gusto por las cosas bien hechas.

Cuando el gobierno del PP ha mandado un misil de largo alcance y brutal potencia destructiva contra la cultura española, el cine responde tomando la cartelera con películas como “Lo imposible”, la maravillosa “Blancanieves” de la que hablábamos hace unos días y la no menos estupenda “El artista y la modelo”, de la que no tardaremos en hablar, pero que debes ver, mejor antes que después.

Y tampoco tardaremos en hablar sobre el absurdo e irracional sistema de exhibición vigente en España y una política de precios que resulta tan vergonzante como abstrusa e irracional. Pero será otro día. Ahora nos quedamos con el devastador paso de “Lo imposible” por las pantallas españolas.

Un ejemplo de que otro cine también es posible. En España. Aquí y ahora.

Jesús imposibilitado Lens

PD.- De mareos, lipotimias, angustias y desmayos varios… ¡Paparruchas! Nada de nada. Sandeces que se inventan algunos listillos para darse pisto. Ni caso.

Ahora, a ver los anteriores 29 de octubre: 2008, 2009, 2010 y 2011