Un cómic del que sales diferente

Al hablar de novelas, películas o cómics que me han gustado sobremanera, procuro ser extremadamente cauto a la hora de tildarlos como ‘imprescindibles’. Por dos razones. La primera, por pudor. En esta vida, imprescindible es comer, beber, vestirse y tener un techo bajo el que cobijarse. A partir de ahí…

Y luego está el prurito intelectualoide. Oyes que la última película de Fulanito es imprescindible para comprender el mundo de hoy o que el ensayo más reciente de Menganito es esencial para descubrir la verdadera naturaleza de… ¡Qué pereza, oigan!

Dicho lo cuál, permítanme que me contradiga. Primero, porque estoy convencido de que el arte sí es necesario, básico y esencial. Lo he dicho otras veces: una vez cubiertas nuestras necesidades básicas y dado que tenemos la suerte de haber nacido en una sociedad desarrollada del primer mundo; despreciar la inmensa oferta cultural que tenemos a nuestro alcance debería estar penado por la ley. 

Y segundo porque sí hay manifestaciones artísticas que podemos tildar de ‘imprescindibles’. Para mí, imprescindibles son esos libros, películas, pinturas o partituras que, cuando terminas de leerlos, verlas o escucharlas, además de haber disfrutado, eres diferente. Porque el arte, el bueno, tiene capacidad transformadora, individual y colectiva. 

Sirva este larguísimo preámbulo para decir que un cómic, ‘El cielo en la cabeza’, de Sergio García, Antonio Altarriba y Lola Moral, publicado por Norma Editorial, reúne esas características. Además de ser una genialidad, sales diferente de sus páginas. No eres la misma persona antes y después de leerlo. Cuenta la historia de un niño, Nivek, que trabaja como esclavo en una mina de coltán, en Congo, y el largo viaje que emprende en busca de la libertad. 

Nivek representa a todos esos millones de personas que, en este momento, vagan por el mundo huyendo de la guerra, el hambre, la sed y la miseria. Son los protagonistas de La Odisea del siglo XXI y García, Altarriba y Moral han contado su(s) historia(s) con todo lujo de detalles. Que no sólo lo digo yo, ojo. Lo dice la mismísima Asociación de Críticos y Periodistas de Cómic francesa, que acaba de concederle al álbum su prestigioso, preciado y codiciado Gran Premio de la Crítica a este “retrato sin concesiones del lado oscuro de la humanidad”.

Parafraseando a Walt Whitman, ‘El cielo en la cabeza’ contiene multitudes, en todos los sentidos de la expresión. Si aún no lo tienen, ¿a qué esperan?

Jesús Lens

Always segureño

Me encanta. Puede sonar a peloteo, pero no lo es. Flipo con la iniciativa “Always segureño”, puesta en marcha por IDEAL y basada en la famosa Cow Parade creada en Suiza, en 1998, y posteriormente extendida y popularizada por todo el mundo, incluida España, con exposiciones en Vigo y en Madrid.

La cosa es sencilla, como propuesta. La ejecución es otro cantar. Treinta esculturas con la figura de un cordero, realizadas a tamaño natural y en fibra de vidrio por el afamado Miguel Moreno. En verano se les hizo entrega de las esculturas a treinta artistas afincados en Granada para que intervinieran sobre ellas, decorándolas a su gusto.

 

Desde hace unas semanas estamos viendo en las páginas del periódico el resultado del imaginativo y proceloso trabajo de los artistas, que la fibra de vidrio es un material difícil e interaccionar sobre la figura de un cordero no resulta fácil a la hora de conseguir un resultado atractivo y con sentido.

 

Lo mantengo desde tiempos inmemoriales: conocer el proceso creativo de los artistas hace que la contemplación de la obra terminada adquiera otra dimensión, yendo más allá de lo aparente. Saber qué llevó al artista a utilizar un determinado motivo decorativo, un color, una textura, una imagen… convierte la contemplación del arte en toda una aventura.

Desde el pasado fin de semana, un rebaño multicolor de alegres y simpáticos corderos pasta en Puerta Real. ¿Lo han visto? ¿Cuál es su favorito? A mí, gustándome la mayoría, hay tres que me dislocan especialmente. El de Jesús Conde, que lo ha llevado a su personal, reconocible y luminoso universo pictórico para recordar al cordero místico de los hermanos Van Eyck… y a una tradición gastronómica más cercana al Quijote que al McDonalds.

 

El trabajo de Sergio García y Lola Moral, con ese lobo azul de fauces abiertas sobre el lomo o la bicha que amenaza al indefenso corderillo, contándonos historias desde a piel del animal.

 

Y la genialidad, el hallazgo futurista de Rafael Peralbo, que ha liado su pieza en alambre, en homenaje al célebre cuento de Philip K. Dick “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” y del que surgió la película “Blade Runner”.

Disfruten de la exposición, paseando por la ciudad, y complétenla con la información de cada pieza, a través de esta web: Always Segureño. Y es que le tengo yo cariño y aprecio al cordero, como ya escribí en IDEAL, en esta columna sobre su valor.

 

Jesús Lens