Hemos llegado a un punto de polarización y odio cainita en el que cada vez más gente despacha cualquier argumento sin siquiera escucharlo o reflexionar sobre él, únicamente por venir de quien viene.
Gente de derechas que odia cervalmente a Pedro y Pablo, nuestros Picapiedra de la Moncloa, plenamente convencida de que todo lo que hacen, dicen y piensan es erróneo y nos llevará al más absoluto de los desastres. Normal, dado que Castro, Stalin y los ayatolás les inspiran.
Gente de izquierdas para quienes, desde los tiempos de Aznar, todo el PP y, posteriormente, Ciudadanos en pleno; son fachas. Y punto. Fachas o fascistas, por no repetirse en exceso. Normal, que todos ellos tienen chapas de Franco, Hitler y Mussolini en la nevera, junto a los recuerdos de Benidorm y un relieve de Torremolinos.
Estamos en un punto en que los procesos mentales le han dado la vuelta a cualquier atisbo de lógica, utilizando para ello un perverso silogismo: Pedro Sánchez / Pablo Casado siempre están equivocados. Esta idea la han propuesto Pedro Sánchez / Pablo Casado, ergo, esta idea es equivocada.
A partir de ahí, toca trabajar para destrozar la idea de turno con cualquier tipo de argumento, sea verdadero o falso, sin empacho en utilizar el ad hominem a diestro y siniestro o en recurrir al socorrido ‘y tú más’.
Esto ocurre a nivel nacional, pero también sucede en el espectro autonómico y local. El odio y el desprecio se han enseñoreado de amplias capas de ciudadanos de a pie dado que muchos políticos se parecen cada vez más a actores y actrices de vodevil, recitando de corrido los papeles que les escriben y multiplicando sus astracanadas sobre el escenario. Es lo que espolea, a su vez, a las bases de fieles acólitos, a los periodistas, analistas y comentaristas hoolligan y a cientos de miles de internautas desocupados.
Desconfíen de quienes siempre ven mal lo que hacen los otros. Sospechen del discurso permanentemente frentista y exaltado. Cuestionen las verdades universales y las soluciones mágicas. Recuerden que hasta un reloj parado da bien la hora dos veces al día. Es imposible que el rival lo haga todo mal todo el tiempo. Es igualmente improbable que los nuestros acierten siempre y en todo momento. El forofismo, para el fútbol. Y que decida el VAR.
Jesús Lens