Permítanme que me muestre exultante, feliz y dichoso. Ayer lunes leí mi discurso de ingreso en la Academia de Buenas Letras de Granada, titulado ‘Las películas más grandes jamás filmadas’. Me centré en tres de ellas: el ‘Leningrado’ de Sergio Leone, el ‘Nostromo’ de David Lean y la cuarta parte de la saga del marqués de Leguineche, de Luis García Berlanga. ¿Recuerda qué impresión le provocó su visionado, querido lector?
Yo tampoco. Yo tampoco me acuerdo de nada por el sencillo detalle de que esas películas nunca existieron. No se llegaron a rodar. Sin embargo, existieron en la mente y en el corazón de los cineastas que trataron de filmarlas. Nos queda documentación, información, entrevistas, dibujos, guiones… Y la pasión por el cine.
El de anoche fue un discurso dedicado a mi añorado Fernando Marías, con quien tanto me gustaba hablar de películas que nunca fueron, pero pudieron ser. El tema elegido para ingresar en la Academia es raro, repleto de esos espectros que tanto le gustaba convocar a Fernando. Un discurso fantástico, fabuloso y fantasmagórico trazado a partir de los guiones, el material primigenio del que están hechos esos sueños cinematográficos que tanto nos gustan. Y de algunas novelas que nos hubiera gustado ver en celuloide.
El guion de Lorca y la colaboración entre Dalí y los Hermanos Marx, por ejemplo. El ‘Napoleón’ de Kubrick y el ‘Dune’ de Jodorowsky. La adaptación de Víctor Erice de ‘El embrujo de Shanghai’ —novela de la que esta tarde hablamos en el Club de Lectura y Cine de Granada Noir en el Jardín Cervezas Alhambra, por cierto— la supuesta segunda parte de ‘El Sur’ y ‘El Quijote’ de Welles. ¡Ay, Orson Welles! ¿Cómo le habría salido ‘El corazón de las tinieblas’ de Conrad filmado en plano subjetivo, de principio a fin? Novelas y guiones. Guiones y novelas. Tantas historias por contar en imágenes…
Hablemos de películas policíacas que nunca veremos. Al menos, no como las concibieron determinados guionistas y directores. Hablemos, por ejemplo, de ‘Brazaville’, que hubiera podido ser la continuación de ‘Casablanca’, con Rick y el capitán Renault colaborando con los aliados en la invasión del norte de África y una especie de Mata Hari española llamada María poniéndole la sal y la pimienta al embrollo.
¿Cómo habría sido la colaboración entre Audrey Hepburn y Alfred Hitchcock en ‘No hay fianza para el juez’, basada en la novela de Henry Cecil e impregnada de amplias dosis de humor negro? El punto de partida: un juez es acusado del asesinato de una prostituta. La película también habría sido dura, que incluía la secuencia de una violación… que la Hepburn se negó a rodar. Y ahí fue cuando el proyecto empezó a tambalearse. El hecho de que la actriz no fuera una de las rubias prototípicas del cineasta inglés no pareció incomodarle, eso sí: “Estoy bastante preparado para probar con una morena atractiva… si es que alguna vez me encuentro con una”, había dicho. Por cierto que Hitch tampoco llegó a filmar ‘Kaleidoscope’, precuela apócrifa de uno de sus grandes clásicos: ‘La sombra de una duda’.
Allá por 1995, Ridley Scott estuvo barajando la posibilidad de un thriller pandémico con Robert Redford y Jodie Foster como protagonistas, pero la cosa no fue a mayores. ¿Pandemias? ¿Quién podía creer en pandemias a las puertas del siglo XXI? Pues eso. Y a comienzos de siglo, el complicadito de Darren Aronofsky estuvo trabajando con Frank Miller en la adaptación de uno de los cómics de Batman más negro-policiales de la historia: el mítico ‘Year One’. Terminó siendo un film de animación de 64 minutos, diez años después.
(Continuará)
Jesús Lens