¿Y si la España de aquí y ahora fuera una distopía que se ha hecho crudamente real?
En contraposición a las utopías de Tomás Moro, las distopías muestran sociedades ficticias indeseables, en las que ocurren cosas que no imaginamos ni en las más crueles de nuestras pesadillas.
Por ejemplo, en la entrega de los Óscar, Leonardo DiCaprio advertía contra el cambio climático, una de las causas probables que podrían convertir la tierra en un auténtico infierno. Explosiones nucleares, ataques con armas químicas, pandemias, el apocalipsis zombi o invasiones alienígenas podrían provocar el fin del mundo, tal y como lo conocemos, y convertir la existencia de los supervivientes en una pura agonía.
Novelistas como Cormac McCarthy, George Orwell, Ray Bradbury o Aldous Huxley, entre otros, han narrado esas posibles sociedades en las que nos horrorizaría vivir. Pero la lectura de dos novelas españolas muy recientes de autores adscritos al Noir, ambas publicadas por la editorial Alrevés, me han hecho pensar que, quizá, la distopía ya está aquí. Y aún no nos hemos enterado.
“Madrid: frontera”, de David Llorente, nos habla de una capital de España convertida en puerto de mar. Una ciudad oscura y tétrica en la que miles de personas viven en las calles, teniendo que ganarse el sustento rebuscando en los contenedores de basura tras haber sido expulsados de sus casas. En esa España descrita por Llorente, los ricos son cada vez más ricos. Y los pobres, además de ser cada vez más numerosos, también son cada vez más pobres.
Hay quejas, protestas e intentos de rebelión, por supuesto. Pero son sistemáticamente aplastados por las élites dominantes. Y de esa España, los jóvenes salen huyendo. Adónde, les da igual. Lo más lejos posible. Porque sienten que el país les expulsa. Sin embargo, queda una esperanza. Y un plan para revertir la situación.
David Llorente ha escrito una de las novelas más impactantes de los últimos años. Todo lo narrado en “Madrid: frontera”, las terribles situaciones que describe y el horror plasmado en sus páginas nos hablan de un futuro espeluznante que, sin embargo, ya es real. Porque este libro actúa como una lente de Realidad Aumentada que proyecta hacia el futuro -y a mayor escala- todo lo que ya está pasando en nuestra tierra: paro y desempleo, codicia empresarial, privatización de la sanidad y la educación, inmigración, desigualdad, crisis de los refugiados…
En otra escala y haciendo uso de su descacharrante y vitriólico sentido del humor, Juan Bas embarca a todos los personajes de su más reciente novela, “Pájaros quemados”, en una huida hacia ninguna parte que simboliza la sinrazón que se ha instalado en España.
Verano. Calor sofocante. Y todo el reparto coral inventado por Bas echándose a la carretera. Por distintas razones. Que en realidad es siempre la misma: huir. Allá van los primos macarras y los prestamistas usureros que les persiguen, la directora de una entidad financiera que ha estafado a sus clientes y una política del partido en el gobierno con secretos guardados en la guantera. Un cura pederasta y una familia musulmana francesa que aspira a llegar bien situada a la Operación Paso del Estrecho. Una familia que ha alquilado un apartamento en Benidorm y una prostituta con problemas de juego.
En principio, nada vincula a la mayoría de ellos con un motel-restaurante perdido en mitad de ningún sitio, al que se llega saliendo de la autovía y circulando por carreteras secundarias. Un motel destartalado junto a una antigua gasolinera que reflejan una España de tebeo que, por desgracia, es mucho más real de lo que nos gustaría reconocer.
En “Pájaros quemados” van a encontrar ustedes la España negra heredada de Goya y Gutiérrez Solana, con toques de la mejor literatura picaresca de nuestros clásicos. Y todo ello aderezado con el realismo sucio de Raymond Carver y la estructura formal de las películas de Tarantino o los “Short Cuts” de Robert Altman.
Porque hay una España surrealista que se oculta en la letra pequeña de la sección de Sucesos de los periódicos. Una España distópica y solo teóricamente imposible que, por desgracia, es muy real. Y nos tiene cercados. Pero no estamos dispuestos a rendirnos. Al menos, mientras haya buenos libros que pongan el foco sobre ella y la haga visible y perceptible.
Jesús Lens