Curita Jazz Quartet

¡Así se despide un concierto! Pedazo de bis, el miércoles y ya bien metidos en la madrugada, se marcó el Curita Jazz Quartet en ese templo del jazz que es el Club Magic. Insistir en lo mucho y bueno que está haciendo la asociación Ool Ya Koo por el jazz en Granada no solo no es ocioso ni reiterativo, sino que es obligado e imprescindible. ¿A qué esperas para hacerte socio/a?

 

¡Larga vida al jazz y a la música en vivo!

 

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Luis Regidor en vivo

¡Qué grandes son las distancias cortas! Y qué privilegio es contar con gente inquieta, como la que conforma la asociación granadina de jazz Ool Ya Koo. Bueno, que conformamos, que mi Cuate Pepe y un servidor estamos ahí, apoyando. Porque, como proclamábamos en este artículo: «Sí. Hay que ir. Y se va».

 

Veréis, primero, un pequeño corte que tomé el pasado miércoles, de Luis Regidor, cantando, y Sergio Díaz a la batería. Se ven las manos de José Carra y se escucha el contrabajo, de fondo.

 

Y aquí veréis que Luis Regidor es cualquier cosa menos un cualquiera. Festival de Montreaux. Que no es un Festival cualquiera. Semifinales del concurso al mejor cantante masculino. Quincy Jones, presidente del jurado.

 

¿Es o no es un privilegio poder escuchar, de cerca, a pie de escenario, a un monstruo como Luis Regidor?

 

¡Seguimos!

 

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Miércoles de jazz

Hoy es miércoles. Hoy, por tanto, toca jazz. Porque, como decíamos en este artículo, hay que ir. Y vamos.

También es verdad que el pasado viernes, en el maravilloso Fusión de Salobreña, toco jazz. ¡Qué grande, el garito de nuestros Paco y Concha! Y qué grande, Ernesto Aurignac.

Y el sábado, tocó jazz. De otro estilo. En el Granada Jazz Club.

Y hoy toca el jazz manouche, el jazz gitano, en el Magic.

Y el viernes toca jazz…

Pero esa es ya otra historia.

Be Jazz, My Friend!

Y ahora, vas y me sigues en Twitter: @Jesus_Lens  Yeah, yeah!

O ves lo que publicamos los 13 de marzo de 2008, 2009, 2010, 2011 y 2012.

Sí. Hay que ir. ¡Y se va!

Hoy publico en IDEAL este artículo, sobre Clubes de Jazz, pero extensivo a otras manifestaciones culturales. A ver qué te parece y si estás de acuerdo:

Por desgracia, ya no hay música en directo en el Rembrandt. Una apuesta valiente que no terminó de cuajar, pero que honra a quienes se embarcaron en la cruzada. Menos mal que todos los miércoles por la noche, en el Magic, hay jazz. Y los viernes y sábados; en el Granada Jazz Club, también.

Magic Club

Lo llamativo y ejemplar de estos casos es que las tres iniciativas se pusieron en marcha en el último cuatrimestre del 2012, esto es, en lo más crudo de una crisis que, más que azotarnos, ya nos tiene desollados; con el cuerpo, el alma y el espíritu en carne viva.

Los conciertos del Magic vienen de la mano de la Asociación Cultural Ool Ya Koo, conformada por un puñado de músicos y aficionados al jazz dispuestos a defender, con uñas y dientes, la continuidad de una programación semanal de nuestra música favorita en Granada. (Además, un buen Club, tiene que generar creatividad y complicidad, no solo musical, sino literaria, cinematográfica y amical. Aquí, un par de vídeos grabados en el Magic; aquí contamos un mágico encuentro e, incluso, un relato de Suicidio Ficción, aquí)

¡Y cuesta! Vaya si cuesta. Cuesta dinero, esfuerzo, trabajo y dedicación. Pero merece la pena. No me cansaré de decirlo: una vez que la crisis ha hecho tabla rasa de subvenciones, ayudas, colaboraciones y contribuciones económicas varias; a cada palo le toca aguantar su vela y, si queremos música en directo, deporte, arte y cultura… tenemos que pagar por ello. En metálico o en especie, pagando una cuota, una entrada o consumiendo unas birras y unas copas.

Pero, además, hay que ir. Porque ir, también cuesta. Pero es imprescindible. Si no vamos a las exposiciones, a los conciertos, a los partidos, a los torneos, al cine, a los museos, a las librerías… ¡terminarán por echar el cierre! Y mucho antes de lo que nos pensamos. Ir, cuesta tiempo y esfuerzo. En algunos casos, más que dinero. Pero hay que organizarse. Hay que molestarse. E ir.

La apuesta del Granada Jazz Club es más novedosa, si cabe, en el ambiente de la hostelería granadina: un Club al estilo del Café Central, la Sala Clamores y el Galileo Galilei de Madrid o el Jamboree de Barcelona: mesas pequeñas y muy juntas frente al escenario, una propuesta gastronómica basada en ibéricos y sushi, amplia carta de vinos y cócteles… y conciertos de músicos de la talla de Nardy Castellini, Kenny Garrett o el mismísimo Jorge Pardo, recientemente elegido mejor músico de jazz europeo. Además de buenos músicos residentes. Y los domingos, flamenco.

Sé que me estoy dejando buenos garitos en el tintero y que hay otros espacios que programan habitualmente electrizante jazz, melancólicos blues y ardientes soul y funk en directo. Locales felizmente repartidos por la provincia de Granada, como el Fusión de Salobreña, el Alexis Viernes de Atarfe o la Chistera de Monachil.

Fusión Salobreña

De nosotros, de los aficionados, depende que la escena musical granadina se mantenga viva, activa y pujante. Porque eso que se da en llamar la Sociedad Civil, además de dándole al pico, tiene que retratarse en la acción. La tentación de quedarse en casa, escuchando CDs y viendo películas en Blue Ray es muy fuerte. Pero si queremos que Multicines Centro no cierre definitivamente sus puertas y que las agendas culturales de los periódicos sigan bullendo con mucha y variada oferta… ¡hay que ir!

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Un trabajo sencillo

Debía ser un trabajo sencillo, limpio y discreto. Y, sin embargo, le costó.

El objetivo no hacía más que cambiar de rutinas. ¡Y mira que le habían dicho que no! Le aseguraron que era animal de costumbres y que, además, subía al Twitter y Facebook todo lo que hacía. –“Hasta cuando va a mear” -le aseguraron.

Como el fulano no parecía ser muy selectivo a la hora de admitir contactos en Redes Sociales, antes de empezar a observarlo en persona, lo siguió en el Twitter, para empezar a conocer su vida. ¡Hasta amigos del Facebook, se hicieron, sin la mayor dificultad!

Y sí. Era verdad que siempre salía de casa a primera hora de la mañana, para ir al trabajo. Pero unos días iba por un camino y otros, por el contrario. Sin patrón alguno. Al menos, sin patrón predecible: asomaba por el portal y, a veces seguía recto por la Avenida, a veces trochaba por las callejuelas del barrio, aunque diera más vuelta y, en ocasiones, hasta le recogían en coche.

Lo de la salida del trabajo era otro cantar: no había hora fija. Y, encima, su oficina estaba en uno de esos edificios blindados, vigilados y protegidos. Que no es que él no hubiera podido burlar todas esas medidas de seguridad, de habérselo propuesto. Pero no quería hacerlo. Ni era eso lo que se esperaba de él.

Recuerda: un trabajo sencillo, limpio y discreto.

Cuando empezó a seguirle, ya en persona, a punto estuvo de estrangularle tres o cuatro veces. Pero por cabreo, ira y frustración. Se había confiado tanto, viendo lo concreto y detallado de su vida virtual, que le desconcertó su manera de actuar y conducirse por el mundo.

Cuando escribía en el Twitter que iba al cine, resulta que ya había salido de la película. Y si ponía en el Facebook una foto de una Cerveza Alhambra, algo por lo que sentía predilección, la imagen podía ser perfectamente antigua y de tiempo atrás, que el tío tenía un álbum inagotable de fotos del birras, en los lugares y las compañías más insospechadas. ¡Hasta enfermiza podría parecer la costumbre de marras, si no fuera porque esa cerveza estaba, de verdad, endemoniadamente buena!

Anunció un fin de semana que se iba a las Alpujarras y apareció por Salobreña, cambiando las morcillas por el taco de atún de El Trasmallo. Proclama un día a los cuatro vientos que se queda en casa leyendo y se le ve por Servilla, en la exposición de Ai Weiwei. O dice que va a jugar al baloncesto y se embarra en el Alegría.

Y sin embargo, fue en el propio Facebook donde encontró su particular talón de Aquiles. Con su afición a correr. El muy payaso se ponía un reloj de esos que conecta con satélite y que detalla cada metro de su recorrido, grabándolo. Y, claro, como ocurre con todos esos corredores mediocres y de pacotilla; apenas acababa su entrenamiento, lo proclamaba a los cuatro vientos, contándoselo al mundo entero. ¡Como si a nadie le importara un carajo!

Pero él estaba contento. ¡Por fin lo había pillado! Porque buena parte del camino que hacía, era por un bosque solitario. Sobre todo, a mediodía, que era cuando el muy tarado solía trotar, aun en lo más crudo de la canícula veraniega.

Pero el muy cabrón, de repente, ¡empezó a cambiar sus rutas! Como si hubiera sospechado algo, en vez de seguir haciendo sus diez kilómetros por la margen derecha del río Genil, le dio por subir a la Alhambra unos días, tirando por el camino del Cementerio (ahí le quería ver); y otros, bajaba hacia la Puleva para volver a su casa por el Carril Bici. Impredecible. Lo mismo hacía 11 kilómetros a ritmo vivo que se le iba la pinza y se metía 20, entre pecho y espalda, al trote cochinero. El muy gilipollas había empezado a entrenar para una Maratón y tenía que cambiar las rutinas. ¡Malditos enfermos!

Y él, desde luego, no estaba ya para esos trotes, para tratar de seguirlo en sus correrías y despeñarlo por algún balate, una tarde cualquiera.

Fue un miércoles de madrugada, sin embargo, cuando su Cuate se alarmó al ver que cabeceaba en el coche, al llevarlo a su casa. ¡Él, que raramente se dormía cuando iba de copiloto!

– ¿Qué te pasa, tonto pollas? ¡Despierta, coño, que no tardamos ni tres minutos en llegar!

Pero la espumilla blanca que le caía por la comisura de los labios y los ojos abiertos como platos, la mirada perdida en ningún sitio, llevaron a Pepe a la conclusión de que no. De que ya no habría más Embarrados en el Brasilia con su Cuate. Ni más miércoles de jazz, en el Magic, la única, inalterable e inmutable costumbre que Jesús tenía y de la que no se había desprendido desde que, en 2012, se hiciera miembro de la asociación cultural Ool Ya Koo Jazz Granada.

Al menos, no me seguirá ganando en la Fantasy de la NBA Plus – fue lo último que pensó…

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A ver, los 15 de febrero de 2008, 2009, 2010, 2011 y 2012.