Ayer, desde primera hora de la mañana, todos nos sentíamos necesitados, impelidos y casi obligados a hablar de Rita Barberá. A media mañana había en Twitter tres Trending Topic sobre la cuestión: “#MuereBarberáARV”, “Santa Rita” y el más sencillo y objetivo “Rita Barberá”. Además, Celia Villalobos también era TT con sus declaraciones sobre la senadora fallecida y el maltrato recibido por la prensa y el propio Senado estaba en boca de buena parte de los internautas.
Perdónenme que me muestre cínico, pero apenas han pasado un puñado de horas y ya no recuerdo ni uno solo de dichos comentarios. Que fueron decenas. Porque la inmensa mayoría de ellos eran predecibles, previsibles y clónicos, dependiendo del sesgo ideológico de cada opinante.
Antes, cuando moría alguien conocido, periódicos, informativos y telediarios se teñían de pésames tan respetuosos como justamente aburridos. Palabras que, más o menos sentidas, aludían a todo lo bueno que hubiera hecho el finado, apelando a una memoria constructiva y pasando de puntillas por los episodios más turbios de su trayectoria.
Ahora, las Redes Sociales sirven para lo mismo, pero en peor. Por una parte están los que consideran necesario rendir homenaje a la persona fallecida, repitiendo como papagayos palabras huecas y discursos vacíos, carentes de cualquier originalidad. Y luego están los otros. Los que van de irreverentes, originales, simpáticos o, directamente, de destroyers por la vida. Gente que no deja pasar la ocasión para insultar, denigrar y malhablar.
Aprovechar la muerte de una persona para excretar bilis y vomitar mala baba es una de las actitudes más lamentables, repugnantes y patéticas que existen. Sí. Todos tenemos una opinión sobre Rita Barberá (o no). Pero, ¿era necesario compartirla en Facebook y en caliente, cuando todavía no se había levantado el cadáver?
El respeto enfrentado al postureo. La corrección y la vergüenza enfrentadas a la imperiosa necesidad de sacar rédito político de cualquier acontecimiento, incluida la muerte. El silencio meditativo frente al ansia cosechadora de likes. La irreflexión verborreica frente a la construcción de argumentos.
Es preocupante la deriva de las Redes Sociales y la contaminación que llegan a provocar. Tanto que, ahora, Facebook inicia un protocolo de detección de noticias falsas. ¡Ahora! Justo después de que las mentiras mil veces repetidas se hayan enseñoreado de verdades objetivas y constatables, propiciando que el Brexit haya ganado en Gran Bretaña, por ejemplo.
Jesús Lens