Se nos ha ido Antonio Lozano, un novelista excelente, un agitador cultural sin igual y, sobre todo, un hombre bueno. Se me ha ido mi hermano mayor, discúlpenme si lo patrimonializo y lo hago mío; pero eso era, eso es Antonio para mí. Un espejo en el que mirarme. Un referente imprescindible. Esa persona sabia que sirve como modelo y guía, a la que siempre tratas de complacer e impresionar. Si a Antonio le gusta, es que está bien.
Nos hemos visto muchas veces en los últimos meses. En Granada y en Canarias. Y en Tánger, aquel viaje maravilloso por las calles de su infancia. Y siempre, por muy enfermo que estuviera, han sido encuentros felices, alegres y dichosos. Tras cada conversación, un nuevo plan. Un proyecto diferente. Una idea resplandeciente.
Estaba siendo un domingo precioso. Había salido a correr con mi hermano y con José Antonio, disfrutando de las vistas sin igual que nos regala nuestra ciudad. Había estado leyendo al sol, tomando unas cervezas. Había vuelto a casa y, antes de trabajar, lo había pasado pipa con Larry David. Entonces, el mazazo.
He colgado el teléfono a todas las personas que han llamado. No podía articular palabra. Todo era llorar y llorar. Entonces me imaginé a Antonio, poniendo cara de extrañeza y reconviniéndome con su perenne sonrisa. La que no perdía por mucho que le dolieran los estragos del cáncer. “¿Por qué lloras?” Yo intentaría explicarle, como en “Una pena en observación”, que el dolor de ahora, las lágrimas, son parte de la dicha de haberle conocido, de haber sido su amigo, de haber compartido tanto… Antonio se habría reído y hubiera dicho que sí, que vale. Pero que mejor hablamos del río de Níger, de cuándo vamos a volver a Senegal o de la próxima Feria del Libro.
Leo en las redes sociales las reacciones por la marcha de Antonio y en todas ellas hay un denominador común: una celebración de la vida. Por eso, en vez de seguir llorando, prefiero recordar las palabras de su libro dedicado a Mandela, cuando definía el concepto de Ubuntu: quien mira a los demás y ve en ellos a una comunidad, el que conoce el valor profundo de la solidaridad. La empatía está en la esencia del hombre Ubuntu que Antonio Lozano tan bien supo personificar.
Hasta siempre, compañero.
Jesús Lens