Cine al margen: centenario de Mario Bava

Hay un cine que no suele ser objeto de estudio, investigación o análisis. Un cine diferente, extraño y a contracorriente. Un cine que se ve mucho, pero del que prácticamente no se habla. Al menos, en alta voz. Y, desde luego, un cine del que no se suele escribir.

 josé abad

Por eso resulta tan reconfortante que, en Granada, tengamos a un erudito cinematográfico como José Abad, que ha dedicado su sapiencia, su tiempo y su esfuerzo en dedicar una extraordinaria y apasionante monografía a un director tan improbable como es el italiano Mario Bava, con ocasión del centenario de su nacimiento.

Publicadas por T&B Editores y bajo el sugerente subtítulo de “El cine de las tinieblas”, las doscientas adictivas páginas que Abad dedica a Bava se convierten, desde el principio, en un canto de amor al cine. “Crecí enredado en tiras de celuloide. A los tres años jugaba con trozos de cianuro potásico, que me gustaba por su color rojo rubí, y lo alternaba en largas hileras con los granos blancos de hiposulfito. A mi padre nunca se le pasó por la cabeza que pudiera envenenarme: yo sabía que era veneno y que no debía chuparme los dedos después de tocarlo”.

 joseabad

Como bien apostilla Abad, aquel niño no se intoxicó con el cianuro, pero sí lo hizo, afortunadamente, con el cine.

En estos tiempos de pulcritud digital en los que las películas no dejan rastro, alojadas en la Nube, como suelen estar; hablar de los productos químicos que hacían posible el cine es hablar de arqueología, pura y dura. Pero es que Bava fue uno de esos precursores que hicieron evolucionar el cine en todas sus vertientes: técnica, temática y estilística.

Aunque estudió Bellas Artes, no tardó en empezar a trabajar con su padre, un escultor que, a través de su estudio de fotografía, hacía sus pinitos en la incipiente industria del cine mudo italiano, colaborando con los efectos especiales. Y ese contacto con la recreación de otras realidades fue el que le llevó a trabajar, primero, en algunos peplums históricos, antes de dar rienda suelta a su pasión por el cine de terror, del que fue maestro.

Vampiros, demonios y psicópatas comparten protagonismo con héroes mitológicos como Hércules en una filmografía sin complejos que puede vanagloriarse, no solo de albergar la primera película de la ciencia ficción italiana, sino de cintas que se adelantaron en su tiempo a clásicos como Alien o que, después, han sido imitadas -homenajeadas, dirían algunos -por los más sangrientos directores orientales.

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Adentrarse en “Mario Bava. El cine de las tinieblas” es ponerse en manos de José Abad  para hacer un viaje iniciático en un arte que es, por encima de todo, una pasión. Porque, y al autor no le duele en prendas decirlo, en la filmografía de Bava hay de todo, desde títulos sobresalientes que sentaron las bases de un género -ese mítico Giallo, por ejemplo- hasta títulos infumables, en propia expresión de un José Abad felizmente subjetivo, directo y sin complejos a la hora de hablar de lo divino y de lo humano, de lo satánico y lo inhumano; en uno de esos libros que te obligan a lanzarte a la búsqueda de títulos como “Bahía de sangre”, “La muchacha que sabía demasiado” o, por supuesto, “La máscara del demonio”.

Jesús Lens

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