Para la preparación de un Máster sobre comunicación corporativa que estos días voy a impartir en Sevilla, me descubro utilizando un libro, físico, que se titula “#Hiperconectados”, de Lucía Taboada. Se trata de una ágil, sarcástica e ilustrativa recopilación sobre todo lo necesario para estar “en una relación estable con Internet”.
¡Ay, yo y los libros! Físicos, me refiero. ¿Por qué no me he hecho con la edición digital de este volumen, para leerlo en una pantalla? ¿No resulta completamente ilógico leer en formato analógico un libro que nos conecta con el ciberespacio y el universo virtual?
El pasado martes entregábamos la IV edición del Premio de Narrativa Digital Francisco Ayala. Y, durante la presentación de la novela ganadora, “La belleza”, de Miguel Torres López de Uralde, salió a colación la inevitable polémica que sigue rodeando a este tipo de edición. Porque “Musa a las 9” solo publica en digital. Y, por tanto, su trabajo está permanentemente rodeado de conjunciones adversativas: peros, aunques, sinos y sin embargos.
Lo mismo me pasa con la colección Nube Negra que dirijo desde hace un par de años para la editorial Palabaristas. Y ahí, soy yo mismo el que abusa de las adversativas: “aunque solo publicamos en digital, la edición es extraordinaria”, “es una colección digital, pero ya hemos acumulado a una pléyade de autores estupendos” y cosillas así.
Cuesta trabajo. Cuesta trabajo romper los viejos hábitos y adaptarse a los nuevos paradigmas. Resulta farragoso hasta el uso del lenguaje que utilizamos para referirnos a esos nuevos esquemas. Titubeamos, nos mostramos inseguros y reticentes… ¡sobre todo si hay que utilizar palabros como Influencer, Youtuber, Istaclipsing o FOMO!
Por ejemplo, yo siento un enorme pudor cuando la gente me habla, en persona y de tú a tú, en la cafetería o en el bar, de lo que he escrito o compartido en Facebook o Twitter. Y es que pienso que, con esto de las redes sociales, deberíamos actuar como con Las Vegas: lo que pasa en Facebook, se queda en Facebook.
Pura contradicción. Lo sé. Porque, en ese caso, no deberíamos utilizar metodología analógica para hablar de esas obras publicadas en digital, sin ir más lejos. Y no. Las fronteras entre lo analógico y lo digital, entre el universo físico y virtual, cada vez son más difusas y permeables. Y cuanto más tardemos en adaptarnos, peor para nosotros.
Jesús Lens