Mayo, el mes de las flores, el mes primaveral por excelencia, cuando el incipiente calor hace que nos quitemos las capas de ropa con que nos hemos protegido del invierno y permite que volvamos a ver ese gozoso espectáculo de piel, carne y músculos…
Mayo, el mes en que la alfombra de Cannes muestra lo mejor, lo más glamuroso del mundo del cine.
Mayo, el mes de las cruces y romerías, el primer mes sin “r” que anticipa un verano de moragas, sardinas y noches tan cortas como intensas.
Y, sin embargo, hay otros Mayos. Aunque estén en este. Hay un Mayo mediterráneo que no huele a espetos ni al salobre del mar. Hay un Mayo alicantino que tiñe de rojo y de negro la nívea cal de los pueblos costeros.
Porque Mayo, en Alicante, es sinónimo de negritud, de corrupción, tiros, violencia y sangre.
Llega Mayo Negro y los sospechosos habituales de haberlo perpetrado, el gran escritor Mariano Sánchez Soler y esa bestia parda conocida como Fran J. Ortiz (mi querido co-autor, efectivamente) hablan largo y tendido sobre el evento y, por extensión, sobre esa cultura paralela a la oficial: literatura de género, transversalidad, cine, cómic y un larguísimo y jugoso etcétera.
No debéis perdéroslo.
No es un consejo.
Es una advertencia. 😉
Jesús de la Banda del .38 Lens