Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, alucinó y quedó gratamente sorprendido por el rendimiento competitivo del Granada C.F., tal y como nos contaba ayer José Ignacio Cejudo. Imagino que esas palabras habrán gustado en el seno del equipo rojiblanco. Es lo que tiene ser buenos profesionales.
Sin embargo, durante la primera parte del partido del domingo, los aficionados culés se quejaban en las redes del poco punch de la escuadra de Diego Martínez, que perdía por dos goles a cero y apenas inquietaba a Courtois. De inmediato, las sospechas: los nazaríes estaban compinchados con los blancos.
Durante la segunda parte, los granadinistas se vinieron arriba, marcaron el 2-1 y apretaron de lo lindo a los de Zidane hasta el último segundo del partido. Entonces fueron los merengones quienes alentaron la teoría de la (otra) conspiración: el Barça habría primado a los jugadores granadinistas y por eso mordían con fiereza.
Es de ser muy mediocre cuestionar la profesionalidad ajena sembrando dudas sobre las razones que animan su trabajo. Sugerir que la labor de los demás responde a intereses espurios, sin aportar un atisbo de prueba que lo corrobore, me recuerda al famoso ‘piensa el ladrón que todos son de su condición’.
El Granada C.F. jugó lo mejor que pudo, supo y le dejaron, tanto en la primera parte como en la segunda. Lo demás es ruido de fondo. Y mentecatez. Mucha mentecatez.
Mentecatez como la que ha tenido que enfrentar Pablo Aguilar, jugador de baloncesto granadino que no ha renovado con Burgos porque prefiere irse a disfrutar de toda una experiencia deportiva y vital en Japón.
Algunos aficionados del club burgalés, tan listillos y sabihondos, han determinado que Aguilar es un pesetero que se marcha al básket nipón por una mera cuestión económica. Al margen de que, como buen profesional y mientras respete su contrato, Pablo puede jugar donde le dé la gana; la pasta no es la razón fundamental para irse.
Pablo, a sus 31 años, ha decidido ampliar sus horizontes como ser humano, pero eso no cabe en la cabecita hueca de algunos garrulos de cortas miras para quienes lo único importante es el dinero… y lo que pasa en los estrechos límites de su entorno.
Huyan de quienes, sin conocerles, juzgan a los demás. Pongan tierra de por medio de esa gente tóxica que, sin saber de la misa la media, no tiene empacho en cuestionar las razones ajenas.
Jesús Lens