Mad Mel en Granada

Me gusta el aspecto de Mel Gibson, paseando por Granada. Y me gusta el de su pareja, Rosalind Ross. Lo podríamos definir como informal. Casual, incluso. Otras opiniones lo tachan de desaliñado. Y alguna más radical, considera que el famoso actor de Hollywood va hecho un adefesio.

Mel Gibson Alhambra

Me gusta, también, el aspecto de los poetas que participan estos días en el Festival de Poesía de Granada. Su aspecto austero. Sus jerséis de punto y sus rebecas de andar por casa, aun para salir en las fotos y participar en encuentros y recitales. Y de este tema tan mono hablo hoy en mi columna de IDEAL.

Lo de Mad Max Gibson está especialmente bien porque, además de un gran actor y un director de talento, siempre ha sido un sex symbol. Un pibón. Y su aspecto de persona normal, con esas barbas blancas y esa tripita más que cervecera bajo la camisa blanca, lo hace humano. ¡Ya llegarán las dietas radicales, las liposucciones, el bótox y el photoshop, cuando haya que promocionar una película! Porque a Granada, el que ha venido es el hombre que está más allá del actor, despojado de la mítica y la mística de sus personajes más famosos.

Foto: Daniel Olivares.
Foto: Daniel Olivares.

Sé lo que algunos de ustedes están pensando. Que defiendo ese aspecto casual de Gibson y los pantaloncitos vaqueros rotos y las sandalias de su pareja, porque yo mismo suelo ir bastante desaliñado, despeinado y poco arreglado. Que no hay más que ver la foto que acompaña esta columna.

Y no les falta razón. De todas las cosas que me resultan indiferentes, las cuestiones sobre moda y ropa son de las que más. A lo único que le pongo cariño, lo confieso, es a mi colección de camisetas. Que yo soy muy camisetero. Pero soy un firme convencido de que la belleza está en el interior y de que el talento, la capacidad de trabajo y la inteligencia no tienen conexión alguna con el aspecto exterior de las personas. Sin oler mal, en la medida de lo posible.

Foto S.M.
Foto S.M.

Ahora que todas las semanas nos desayunamos con una polémica acerca de los retoques digitales a la imagen de la gente de la farándula, que Mel Gibson y su pareja se paseen por Granada como dos turistas más, debe ser motivo de alegría. Que no pega, para visitar la Alhambra a 30 grados, ir con chaqueta, corbata y zapatos de charol.

Jesús Lens

Twitter Lens

 

Los Mercenarios 3

Ir a ver, voluntariamente, “Los Mercenarios 3” para ponerla a parir es un absurdo total y absoluto. Porque la nueva película de Stallone & co. da exactamente lo que promete: acción a raudales, tiros, explosiones, destrucción, violencia de la que no salpica ni te hace apartar los ojos de la pantalla… y un punto de humor.

 Los Mercenarios 3

Cuando entré en la sala, pensé que me había equivocado. Había tantos niños que estaba seguro de haberme metido en alguna proyección de dibujos animados. En Campanilla o algo así. Pero no. Estaba en el lugar correcto y a la hora indicada. Aun así, hasta que no ví el tráiler de la nueva película bélica de Brad Pitt, no terminé de convencerme: ¿qué hacía tanto chavea de menos de 10 años viendo Los Mercenarios?

La respuesta me esperaba un par de horas después: colegueo, risas, acrobacias, músculos, disparos, peleas… todo ello más falso y más frío que los combates de Lucha Libre o que los videojuegos.

Y, sin embargo, funciona.

 Los Mercenarios 3 poster

Funciona porque Stallone se ha convertido en algo parecido a los Teleñecos. Es como un muñegote de sí mismo, como una parodia de látex a la que dan ganas de achuchar, de tan tiernico que se ha puesto. Y sus colegas de generación… más de lo mismo. Hasta el supuestamente temible Dolph Lundgren ha pasado de parecer un letal tiburón blanco a ser como un pez ballena. Por no hablar de Snipes y su cuchillo.

Pero es que, en una hábil pirueta, el guion incorpora al grupo de mercenarios a unos jóvenes, pero excepcionalmente bien preparados muchachos, para jugar con las diferencias generacionales. ¿Se acuerdan de “Los siete magníficos”, cuando Yul Bryner hacía una gira de captación de talentos para su grupo de pistoleros? Pues lo mismo, pero en banal y sin la más mínima emoción, por supuesto.

 Los Mercenarios 3 Cannes

Es el problema de las franquicias, sagas y series de películas: al estar concebidas para tener una y mil entregas posteriores, los guiones están condicionados. Sobre todo, a la hora de matar y eliminar personajes: cada elemento que queda fuera de combate es susceptible de alejar a un determinado colectivo de espectadores en futuras entregas. De ahí, también, el Melting Polt que puebla el reparto, incorporando a todas las etnias posibles. Y algunas, hasta imposibles.

Así, la parte latina del colectivo mercenario cuenta con El Galgo, interpretado por un inefable Antonio Banderas que tiene los santos cojones de cantar “Soy el novio de la muerte” y de desfilar como un legionario. La cabra es lo único que le faltó para terminar de componer un personaje a la altura del propio personaje que Banderas ha ido construyendo en torno a su papel como el Latino Oficial, simpático y gracioso, del Hollywood contemporáneo.

 Los Mercenarios 3 Banderas

Y luego tenemos al malo. Que, en esta ocasión, está muy bien logrado gracias al cinismo de Mel Gibson. Y quedan las dos apariciones estelares, los grandes fichajes de estos “Los Mercenarios 3”, que no sé por qué, me recordaban a los Galácticos de Florentino Pérez. Me refiero, por supuesto, a Harrison Ford y al ex gobernador de California: Arnold Schwarzenegger.

 Los Mercenarios Ford

Si el guion –por llamarlo de alguna manera –es un completo despiporre; meter con calzador a estos dos personajes ya lo termina de convertir en un descalzaperros completo… pero nos gusta.

Es decir, te gustará si sabes a lo que vas y te presentas en la sala bien pertrechado de refrescos, palomitas, gusanitos, doritos y demás chucherías terminadas en itos e itas, a modo de chaleco antibalas.

Jesús Lens

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