Me gusta el aspecto de Mel Gibson, paseando por Granada. Y me gusta el de su pareja, Rosalind Ross. Lo podríamos definir como informal. Casual, incluso. Otras opiniones lo tachan de desaliñado. Y alguna más radical, considera que el famoso actor de Hollywood va hecho un adefesio.
Me gusta, también, el aspecto de los poetas que participan estos días en el Festival de Poesía de Granada. Su aspecto austero. Sus jerséis de punto y sus rebecas de andar por casa, aun para salir en las fotos y participar en encuentros y recitales. Y de este tema tan mono hablo hoy en mi columna de IDEAL.
Lo de Mad Max Gibson está especialmente bien porque, además de un gran actor y un director de talento, siempre ha sido un sex symbol. Un pibón. Y su aspecto de persona normal, con esas barbas blancas y esa tripita más que cervecera bajo la camisa blanca, lo hace humano. ¡Ya llegarán las dietas radicales, las liposucciones, el bótox y el photoshop, cuando haya que promocionar una película! Porque a Granada, el que ha venido es el hombre que está más allá del actor, despojado de la mítica y la mística de sus personajes más famosos.
Sé lo que algunos de ustedes están pensando. Que defiendo ese aspecto casual de Gibson y los pantaloncitos vaqueros rotos y las sandalias de su pareja, porque yo mismo suelo ir bastante desaliñado, despeinado y poco arreglado. Que no hay más que ver la foto que acompaña esta columna.
Y no les falta razón. De todas las cosas que me resultan indiferentes, las cuestiones sobre moda y ropa son de las que más. A lo único que le pongo cariño, lo confieso, es a mi colección de camisetas. Que yo soy muy camisetero. Pero soy un firme convencido de que la belleza está en el interior y de que el talento, la capacidad de trabajo y la inteligencia no tienen conexión alguna con el aspecto exterior de las personas. Sin oler mal, en la medida de lo posible.
Ahora que todas las semanas nos desayunamos con una polémica acerca de los retoques digitales a la imagen de la gente de la farándula, que Mel Gibson y su pareja se paseen por Granada como dos turistas más, debe ser motivo de alegría. Que no pega, para visitar la Alhambra a 30 grados, ir con chaqueta, corbata y zapatos de charol.
Jesús Lens