El ruido de fondo es un fenómeno no solo acústico y cada vez más presente en nuestro día a día. Técnicamente, el ruido de fondo es cualquier sonido indeseado que se produce de forma simultánea a la realización de una medida acústica y que, por tanto, puede afectar al resultado de la misma.
Si extrapolamos el concepto a la vida diaria, el ruido de fondo es todo ese barullo que se forma en torno a cualquier tema importante, ese runrún que trata de desviar la atención de lo realmente significativo, introduciendo elementos distorsionadores que complican el sereno análisis y la tranquila reflexión.
Lo hemos visto estos días, por ejemplo, con la cuestión del feminismo. En las conversaciones, hilos y discusiones, siempre aparece un comentario, una anécdota, una cifra o una captura de pantalla que, fuera de contexto, trata de desviar el objeto del debate.
Cada vez hay más polemistas convertidos en expertos mete-ruido de fondo cuyo único fin es dinamitar una productiva confrontación de ideas con sus boutades, chascarrillos y salidas por la tangente. Da lo mismo el tema que se trate, siempre tienen un arsenal de lugares comunes, expresiones hechas e insultos más o menos resultones para condicionar el debate. Al que no aportan nada, en realidad.
El fin último de los generadores de ruido de fondo es doble: por un lado, repetir hasta la saciedad los mismos mantras, el argumentario habitual de sus líderes. Por otro, reventar los debates por la vía de aburrir y cansar a cualquier persona que tenga dos dedos de frente… y algo más que hacer que responder a lo que antes llamábamos trolls.
No alimentar al troll era, y sigue siendo, la única consigna válida para evitar que el ruido de fondo nos ensordezca a todos. Por desgracia, la radical polarización ideológica en que nos encontramos, con su exigencia de adhesión inquebrantable a los postulados del líder de turno, cada vez les da más voz, eco y amplificación a los mete-ruido de fondo.
Vivimos en tiempos de ángeles y demonios, de cielo e infierno. La banda sonora de nuestra vida es el incesante son de los tambores y las vuvucelas que, antes, solo era propio de los enfrentamientos futbolísticos.
Jesús Lens