Una cosa buena ha hecho la Junta de Andalucía con el tema del Metro: generar expectativas. Todas malas, eso sí. Pero expectativas, al fin y al cabo. Y, como ocurre con las grandes citas, con las grandes ocasiones… no todo puede salir como está previsto, de forma que la expectación ciudadana se verá necesariamente defraudada. Lo que, paradójicamente, es bueno.
Disculpen el galimatías anterior, pero no se me ha ocurrido una forma más clara de exponer el caos y el sinsentido de todo lo que rodea a un Metropolitano que, por fin, echa a rodar. Con pasajeros en su interior. Porque, después de años y años de obras, cambios de trazado, túneles, soterramientos y pruebas; Ayuntamiento y Junta todavía no han tenido tiempo se sentarse a negociar lo de los transbordos, dándose un plazo de dos meses para resolverlo. Y los plazos, cuando se trata del Metro, ya sabemos a lo que tienden…
El caso es que, si hacemos caso a los peores vaticinios, que son los que baraja el 99% de la población granadina, el próximo jueves se producirá tal atasco en Granada que la puesta en marcha del Metro abrirá los telediarios de difusión nacional, internacional y hasta interplanetaria. El Gran Atasco será lo único que se vea desde el espacio, junto a la Gran Muralla China, los invernaderos de la Costa y otras leyendas urbanas por el estilo.
Además, lo más probable es que se estrellen cinco o diez coches contra los vagones, antes de comer, que no funcionen los semáforos, que un pollino se coma el césped artificial y que el infernal invento tarde dos horas y media en atravesar el Camino de Ronda.
Más allá están Sebastián Pérez y el PP, para quienes dicho escenario sería incluso benigno… Y no, oigan, no. Igual que la ciudad no se ahogó en alcohol tras el cierre del Botellódromo ni ha salido en los papeles por los monumentales atascos que iban a provocar las aperturas del PTS y del Nevada; podrá sobrevivir a la puesta en funcionamiento del Metro.
Costará trabajo, habrá disfunciones y tardaremos en acostumbrarnos. Pero terminará formando parte de nuestra vida cotidiana. Lo contrario sería un despropósito de tal calibre que debería llevar a más de uno a la cárcel.
De cara al jueves, aunque resulte aburrido, seamos optimistas: lo peor no terminará por ocurrir.
Jesús Lens