La jornada laboral

Siempre me impresionaron esas personas que avanzan por la vida con ímpetu y decisión.

Como el tipo con el que me crucé esta mañana, muy temprano. Salía de casa con la decidida expresión de quién tiene un propósito en la vida y se apresta a cumplirlo de forma inmediata.

Un tipo serio, con la mirada en el horizonte, vestido como corresponde y con el aspecto de que nada ni nadie podrían impedirle la ejecución de un plan concienzudamente trazado.

Uno de esos sujetos madrugadores para los que la jornada comienza al alba; convencido de que, cuanto antes se emprende una tarea, más pronto se podrá culminar, de forma exitosa y satisfactoria.

Uno de esos individuos que, antes de las ocho de la mañana, ya está dispuesto a comerse el mundo.

Sí. Me impresionó ese hombre de mediana edad que, al poco de amanecer, salía del portal arrastrando una pesada bolsa, la depositaba certeramente en el contenedor de basura y se volvía para casa, vestido con pijama y pantuflas, pero con la expresión satisfecha de quién ha culminado con el máximo aprovechamiento una nueva jornada laboral.

Jesús Lens

PD.- ¿Qué blogueábamos el 17 de julio de 2008, 2009, 2010 y 2011?

El culo de mi vecina

Mi vecina tiene un culo glorioso. Y punto. No voy a detenerme en describirlo. ¿Para qué? Que cada uno piense en el tipo de culo que más le guste y así podrá entender que, cada vez que me cruzo con ella, no pueda evitar echarle una buena mirada.

A veces, hasta demasiado larga, visible y comprometedora, debo reconocer.

Hoy, al salir del trabajo, vi que mi vecina cruzaba el paso de peatones de enfrente de mi oficina así que decidí seguirla, sin alcanzarla, para disfrutar un buen rato de la visión de esa maravilla de la naturaleza que es su culo, mientras íbamos para casa.

Me extrañó que, en vez de recortar por la calle Almuñécar, siguiera por la Avenida Fernando de los Ríos, pero mira… ¡así podría admirarla por más tiempo!

Y ahí iba yo, embebido en su contoneo juguetón, cuando empezó a sonarme el móvil. Entontecido como estaba, traté de contestar, pero ya habían colgado. ¿Quién estaría tan ansioso, o tan aburrido, como para molestar a las tres y cuarto de la tarde?

El sol no me dejaba ver bien quién había telefoneado y, cuando comprobé que era un Número Oculto, menté a la madre que parió a las operadoras y sus trucos comerciales, máxime porque, con el trajín, me había despistado de mi vecina, que ya cruzaba por el semáforo que comunicaba con el Carrefour.

“¡Hasta aquí hemos llegado!”, pensé. Máxime cuando me pareció ver a lo lejos la mole de mi vecino, que debía estar esperándola. Tras un beso fugaz, le abrió la puerta, la cogió del talle y la acompañó adentro.

Enfilé calle arriba, saqué las llaves, abrí el portal y recogí una factura del buzón, mientras me quitaba las gafas de sol.

– Qué triste, a lo que ha quedado reducida la correspondencia postal tradicional, ¿verdad?

Me quedé de una pieza.

Desde sus casi dos metros de altura, mi vecino estaba esperando a que llegara el ascensor, cargando con una bolsa del Mercadona por la que asomaba una barra de pan.

– ¡Ya te digo! Por cierto, el pan del Carrefour está mejor que el del Mercadona. ¡Como de aquí a Lima! Más crujiente y curruscante. Y, si lo pillas calentito… ¡un escándalo! Es que ni te cuento.

Jesús cabroncillo Lens

Veamos si en anteriores 23 de mayo estábamos tan graciosillos: 2008, 2009, 2010 y 2011