El poder de la imaginación

Ya hemos terminado Granada Noir y a lo largo de estos días hemos hablado mucho sobre el proceso creativo y el perfil de personajes. Algunos de los autores que pasaron por el bar que Chema García ha creado en el Palacio del Almirante y por Librería Picasso defendieron la importancia de la imaginación como elemento creativo básico y esencial.

Que el cine y la televisión tienen el poder de transformar la realidad es algo de lo que estoy total y absolutamente convencido, hasta el punto de que me gustaría echarle una pensada, sistematizarlo y dedicarle un trabajillo a la cuestión. Busquen por ahí ‘efecto Scully’ o miren el año de producción de la película ‘Casablanca’, sin ir más lejos.

La tentación de convertir las películas y las series en agentes del cambio social y político es, por tanto, muy grande. ¿Demasiado, quizá? Que tengan visibilidad determinados colectivos y que lo sea en clave positiva e integradora puede ser tanto una oportunidad como un riesgo.

Lo decía Miguelanxo Prado en una de las intervenciones más aplaudidas del festival patrocinado por Cervezas Alhambra. Los creadores no son notarios. Su trabajo, su arte, son los de contar historias y hacerlo de la mejor manera posible. Un trabajo y un arte que surgen de la imaginación, de la fabulación y, sobre todo, de la libertad. Que a estas alturas de vida se quiera volver a imponer una lectura moralista de la creación artística sería retroceder años y años. Siglos, incluso.

Por mucho que creamos en unos valores y tengamos un determinado credo religioso, moral y político; por mucho que sea democrático y más o menos progresista o conservador; escribir, dibujar, pintar, cantar o filmar al servicio de un determinado argumentario es volver a un pasado que creíamos, que debíamos haber dejado atrás. De ahí vienen tanto lo woke como la siniestra cultura de la cancelación. La moralina panfletaria es el ejemplo mejor acabado de que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.

Elia Barceló, José Antonio Pérez Ledo, Manuel Sicilia o Fernando Navarro también hablaron de todo ello en algún momento de sus charlas e intervenciones. A través de la ficción hay que entretener y emocionar. Puede uno hasta vengarse, como hizo el propio Miguelanxo Prado en su primera entrega de ‘Presas fáciles’. Pero hay que hacerlo bien.

Para saber lo que pasa en la calle están los periódicos y los periodistas. Ellos son quienes cuentan la realidad. Los famosos notarios de la actualidad. El cine, el cómic y la literatura son otra cosa. Eso no quiere decir que sean únicamente evasión. Por supuesto que existe un arte comprometido y combativo. Véase el cine de Ken Loach, por ejemplo. Pero siempre debe ser por voluntad de sus creadores y no por imposición legal, ambiental o social. Luego, si caen en el discurso fácil y en lo panfletario, es su problema. Si su obra resulta tediosa, moralista, discursiva y sin sustento, el público mayoritario les dará la espalda y pasará de ellos.

Siempre encontrarán lectores y espectadores de su cuerda ideológica igualmente moralistas y amigos de lo fácil, lo simple y lo sin sustancia que les aplaudan por su ‘valentía’ y su ‘compromiso’ con la causa. Flaco favor les prestan y mal harían los creadores en creérselo, hacerles casito y quedarse en el halago fácil de los compañeros de viaje.

La ficción se llama ficción por algo. Y es por ese algo que tanto nos gusta, nos arrebata y nos fascina. ¡Vivan los imaginadores de historias, los creadores de personajes y los fabuladores de nuevos mundos!

Jesús Lens

El cómic que viene a Granada Noir

Por fin lo podemos contar. La X edición de Granada Noir, el festival patrocinado por Cervezas Alhambra, va a tener mucho cómic. Y del bueno. El mejor, de hecho. No les voy a contar nada sobre la exposición ‘Basado en hechos de bares’ de Chema García que inauguramos el jueves gracias a la imprescindible colaboración de La Madraza, el Centro de Cultura Contemporánea de la UGR, comisariada por Enrique Bonet. Tiempo habrá de hablar de ella, largo y tendido, que estará meses en cartel. 

Sí quiero poner el acento en tres actividades relacionadas con el cómic que, pienso, van a ser apasionantes. La primera, una conversación entre el propio Enrique Bonet y Joaquín López Cruces sobre su proceso creativo. Bajo el título de ‘Tebeos en otro mundo’, hablarán sobre cómo están trabajando en un cómic que, por lo que hemos visto, podemos aventurar que será extraordinario y que versa sobre las Misiones Pedagógicas en La Alpujarra.

Y contaremos con dos visitantes ilustres, ambos Premio Nacional del Cómic y auténticas estrellas del noveno arte. El primero será el dibujante Javier Olivares, que presentará su reciente ‘Samuel & Beckett’, un álbum críptico y radical escrito por Jorge Carrión y que ha publicado Salamandra Graphic. Además, hablará de su trabajo como ilustrador para ‘Almuerzo en el café Gotham’, el exquisito y sangriento relato de Stephen King que publicó Nórdica Libros hace un tiempo. 

En ‘Samuel y Beckett’, Olivares y Carrión hacen un ejercicio de máxima condensación ‘representando’ en formato de cómic una obra de teatro cuyo libreto engarza la vida y la obra del Premio Nobel de Literatura irlandés a través de un lenguaje basado en las imágenes que funciona bien por sí sólo, pero mucho mejor si conoces y lees la obra del biografiado. Y precisamente ahí está el estímulo: estamos ante un cómic abrepuertas que te anima a saber más y, sobre todo, a leer obras como ‘Esperando a Godot’… si aún no lo has hecho. 

‘Almuerzo en el Café Gotham’ es un cuento (relativamente) corto y con muy mala leche de Stephen King que comienza sin guardarse nada en el tintero: “Un día, estando en Nueva York, pasé por delante de un restaurante de aspecto agradable. Dentro, el metre acompañaba a una pareja hasta la mesa. El metre me vio por casualidad y me regaló el guiño más cínico del universo. Volví al hotel y escribí este relato. Durante los tres días que me llevó su escritura, me poseyó por completo. En mi opinión, lo que hace que funcione no es el metre loco sino la siniestra relación entre el matrimonio a punto de divorciarse. A su manera, están más locos que él. De largo”. 

Y tendremos en Granada Noir a Miguelanxo Prado en Librería Picasso para hablar de sus ‘Presas fáciles’ esa joya del cómic noir publicada por Norma Editorial del que escribí AQUÍ. Además, a buen seguro que sale a colación el resto de su obra. Tengo que volver a leer su ‘Trazo de tiza’ —¡ay, el tiempo!— y voy a recuperar algunas de sus historias de ‘Quotidianía Delirante’. La propia Norma Editorial las publicó en formato de Integral y su lectura, hará un par de años, me retrotrajo a aquellos tiempos en que leer ‘El Jueves’ era una declaración de principios, una forma de ir por la vida, además de una panzá de reír. 

Les confieso algo: todavía no he leído su ‘Ardalén’. Es uno de esos libros que guardo como oro en paño para un momento especial y único. Por ejemplo, para celebrar la visita de esa bestia parda que es Miguelanxo Prado a Granada. 

Jesús Lens

‘Presas fáciles’, doble cómic de lectura obligatoria

Me pasa con muchos cómics, pero sobre todo con los mejores policíacos: empiezo leyéndolos despacio, combinando el disfrute de los bocadillos y el desarrollo del argumento con el dibujo de las viñetas. Llega un punto, sin embargo, en que me ansio vivo y necesito avanzar a toda velocidad para saber qué pasa. Y entonces ya le presto menos atención de la debida a la parte gráfica: el yo negro-criminal que llevo dentro necesita resolver. 

Me ha vuelto a ocurrir con ‘Presas fáciles’, la última obra maestra parida por ese genio, ese crack que es Miguelanxo Prado, un Integral recién publicado por Norma Editorial y que ustedes no deben perderse, sean más o menos aficionados al cómic, más o menos aficionados al noir. 

‘Presas fáciles’ son dos historias diferentes, pero concatenadas. La primera, titulada ‘Hienas’, se publicó en 2016 y los protagonistas son los inspectores de policía Olga Tabares, la jefa, y Carlos Sotillo. Se trata de un policial ‘vindicativo’ que rezumaba, y sigue rezumando, actualidad y compromiso social. Cuando directivos de diferentes entidades financieras empiezan a aparecer asesinados, la sospecha de que hay un asesino en serie suelto cobra fuerza. ¿O se tratará de una mafia, de un cártel de la droga que anda ajustando cuentas? 

Como siempre pasa en las mejores historias policíacas, serán los porqués los que conduzcan a los buenos investigadores al quién y al cómo lo hizo. Unos porqués, ya se lo adelanto, que no dejaron indiferentes en su momento y que siguen generando un cóctel de sensaciones en los lectores de 2024. 

En este caso, como ya leí el cómic en su momento, sí he llevado de la mano el texto y la parte gráfica, que alucino con la capacidad de Prado se transmitir sensaciones y contar cosas a través de los paisajes, los espacios y, sobre todo, de los rostros de sus personajes, sean principales, secundarios o que se ‘limiten’ a pasar por las viñetas como convidados de piedra. Que no lo son, ya se lo digo yo. 

En ansia viva sí me atenazó leyendo la segunda historia de ‘Presas fáciles’. Se titula ‘Buitres’, es lo más reciente de su autor y los protagonistas siguen siendo Tabares y Sotillo, entre quienes existe una relación de compañerismo, complicidad y amistad que exuda química y autenticidad a raudales, tanto en la primera como en la segunda entrega. 

En este caso, una adolescente está en el centro de una investigación de aparente fácil resolución. Por desgracia, con el auge de las nuevas tecnologías y la presencia digital 24/7, los móviles se pueden convertir en armas de destrucción masiva más letales que un misil. El cyberbulling y el acoso están a la orden del día, por desgracia. ¿Será por eso que Irina se muestre triste y callada desde el principio mismo de la narración? 

“Ni yo misma sé qué me pasa. Me siento rara… Hay cosas… No sé… Muchos días me siento aturdida… Y… A veces pienso que me estoy volviendo loca”. Así comienza la historia de Irina, de la que no les cuento nada para que se dejen llevar por el magisterio noir de un Miguelanxo Prado en estado de gracia, narrativa y gráfica. 

Les decía que con ‘Buitres’ me volví a ansiar vivo, como ya me ocurriera, años ha, con ‘Hienas’. Eso me obliga, felizmente, a hacer segundas, terceras y sucesivas lecturas, más pausadas, de un cómic nuevamente prodigioso. Es lo mejor del noveno arte: que no se termina nunca. Estoy pensando, por ejemplo, que me apetece mucho volver a leer ‘Trazo de tiza’, otra obra maestra descomunal del autor gallego. ¿Te apuntas?

Jesús Lens 

Cuentos Noir de ida y vuelta

Como ayer me tocó actuar, que presenté el acto de entrega del IV Premio de Microrrelatos IASA Ascensores con los amigos de la editorial Páginas de Espuma, me pasé el fin de semana poniéndome en situación, entregado a la narrativa breve, en formato audiovisual y literario. 

Aproveché para ver cortos de animación de ‘Love, Death + Robots’, la serie de Netflix por la que el español Alberto Mielgo ha ganado un Emmy gracias a su ‘Jíbaro’. Algunos de ellos son bien negros y criminales. Otros, un despliegue de humor negro de lo más sugerente. 

Me leí el integral que publicó Norma Editorial de la ‘Quotidianía delirante’ de ese genio que es Miguelanxo Prado. Situaciones kafkianas resueltas en cuatro páginas de viñetas demenciales, protagonizadas por probos funcionarios de Justicia más allá de bien y, sobre todo, del mal. Por señoras que no tienen empacho en provocar sangrientos accidentes a la hora de colarse; madres que hacen lo imposible y lo inimaginable por sus hijos y, en la mejor tradición ibérica, enfrentamientos armados de hombres cejijuntos que cuestionan las bondades del campo como lugar de recreo y esparcimiento.   

 

También aproveché para leer cuentos y relatos, unos más cortos que otros. Por ejemplo, ‘El moscardón’ de Cristina Fernández Cubas, tan querida por mi añorado librero Paco Camarasa. Fue miembro del jurado del Premios IASA y escribe maravillas como esta: “La vieja soy yo. No voy a andarme con rodeos. Por lo menos ellos me ven así, vieja. Palabra repugnante sobre la que ahora no me voy a detener ni cambiar por otras todavía más asquerosas. Anciana, tercera edad, gente mayor…”. Háganse con su ‘Parientes pobres del diablo’, tres cuentos publicados por Tusquets, y disfrutarán como moscas en la miel.

Y aproveché la noche del sábado, con la adrenalina provocada por la música de The Waterboys todavía fluyendo por el cuerpo, para darme un garbeo por Kentucky de la mano de uno de sus hijos no sé yo si predilectos: Chris Offutt.

De este hombre, y de Kentucky, tenemos que hablar más. De momento, un avance en forma de la cita de ‘Sangre sabia’, de Flannery O’Connor, con la que se abre su prodigioso libro de cuentos: “El lugar de donde venís ya no está; el lugar al cual creíais que ibais no existió jamás, y el lugar donde estáis no sirve de nada a menos que podáis alejaros de él”.

‘Lejos del bosque’. 127 páginas publicadas por Sajalín editores. Ocho cuentos de un laconismo y una expresividad sin parangón protagonizados por personajes desarraigados que una vez se marcharon de las crestas y los valles de Kentucky, tratando de dejar el pasado atrás. Pero el pasado pesa y el terruño tiene efecto imán. “Abrió la puerta y salió al sol… Más allá se alzaban las montañas que cercaban el pueblo. Se puso a caminar en dirección este, hacia la ladera más próxima. No necesitaba llevarse nada. El sol caliente le daba en la cara”.

Jesús Lens