La democracia es correr

Hoy, en IDEAL, uno de esos artículos que cíclicamente escribo sobre esa «nueva» religión. La Religión del Correr. Una religión misteriosa y silenciosa, pero que cada vez cuenta con más adeptos. Una religión que reconcilia cuerpo y espíritu y que solo trae cosas buenas. 
 
A ver qué te parece.
Dedicado a los últimos en llegar 
Me preguntaba mi amiga Alma si tenía sentido, al terminar de correr, escuchar la famosa canción “We are the Champions”. Y lo que ella no sabe es que fue, precisamente bajo esa premisa, que empecé a participar en el Gran Premio de Fondo de la Diputación de Granada, hace ya cuatro o cinco años, conchabado con mi amigo Álvaro, compañero de trabajo y baloncesto. “Cuando corres, no es como cuando echas unas canastas o juegas al tenis. Cuando corres, siempre ganas”. Si pudiera, imprimiría esa máxima alvarina en los sobres de azúcar de las cafeterías: cuando corres, siempre ganas.
We are the champions
Lo tengo muy hablado con mi hermano: correr es el deporte más democrático que hay. Es barato, en primer lugar,  ya que en el mercado hay zapatillas y ropa técnica para todos los gustos, tendencias y bolsillos. En segundo lugar, es extremadamente sencillo: te calzas, te ajustas los cordones y… ¡voilá! No hace falta ningún tipo de infraestructura, aparataje, equipo, aprendizaje o coordinación. No hay que reservar pistas, no hay que contar con ni depender de nadie. Solo hay que salir de casa, dar un primer paso y comenzar a trotar.
Y después están las carreras populares. La gente que no suele correr, mira y comprueba el puesto en que quedaste clasificado… e ironiza sobre el particular. Los trotones habituales, sin embargo, se interesan por el tiempo que hiciste. Y ahí es donde radica la máxima democratización de este deporte. En el tiempo.
Estos, en realidad, eran unos tiranos ;-)
Estos, en realidad, eran unos tiranos 😉
Por ejemplo, en la pasada carrera disputada en Loja, un precioso circuito rompepiernas que recorrió toda la localidad y sus alrededores, ¿quién tuvo más mérito? ¿José Manuel, que llegó el primero, invirtiendo en el recorrido menos de 42 minutos; o el último clasificado, que pasaría por la meta transcurrida una hora y media desde que el juez diera el pistoletazo de salida?
En principio, la lógica competitiva nos llevaría a pensar que el campeón es quien más se ha esforzado y, por tanto, el que más mérito tiene. ¡Por eso sube a lo alto del pódium y se marcha a casa, con una preciosa medalla prendida del cuello! Pero… ¿y ese farolillo rojo? ¿No tiene el mismo mérito, por ejemplo, Pilar Moleón, la abuela del pelotón que, contra viento y marea y a sus más de setenta años, termina todas las carreras del Circuito, incluyendo las Medias Maratones? ¡Y, a veces, no es la última en cruzar la línea de meta!
Si hace tiempo que no practica deporte, piense el lector en sus años mozos, cuando estaba en el colegio y en el instituto. Haga por recordar lo que suponía cumplimentar los cinco o diez kilómetros necesarios para aprobar la asignatura de Educación Física. Y es que, en una carrera popular, el mismo mérito tiene el que gana como quien llega el último. Porque, corriendo, uno compite única y exclusivamente consigo mismo. Y contra un enemigo, mortal: la pereza, la molicie, el abandono, la vaguería y la dejadez.
Burlando a la molicie, ¿verdad amiguete viajero?
Burlando a la molicie, ¿verdad amiguete viajero?
Por eso, querida Alma, la respuesta a la pregunta con que empezaba este artículo es que sí. Rotunda e inequívocamente sí. De hecho, cuando termines de correr, nunca preguntes por quién suena el “We are the Champions”; suena por ti.
También corremos en Twitter: @Jesus_Lens
Ahora, a ver los 12 de marzo de 2008, 2009, 2010, 2011 y 2012