Ciudad del sol

No debe haber para una pareja, nada más horroroso e insoportable que la desaparición de un hijo que, por ejemplo, una mañana sale a repartir periódicos con su bici y no vuelve a casa. No va a comer. No llega a la hora de la cena. No aparece para dormir. Ni asoma al día siguiente. Ni llama por teléfono, transcurrida una semana.

Un jovencito apenas adolescente que desaparece sin dejar rastro. O, más concretamente, que se evapora de las calles de, por ejemplo, Indianápolis; y tras él no queda ni su bicicleta.

 Ciudad del sol

A partir de ahí, la nada.

Porque la investigación policial se estanca. Porque el cuerpo del niño no aparece. Porque nadie pide una recompensa a sus padres.

El vacío. El silencio. El horror.

Este es el punto de partida de Ciudad del sol, de David Levien, publicada en la fascinante colección Roja y Negra que dirige Rodrigo Fresán para la editorial Mondadori.

Sigue leyendo el resto de la reseña en nuestra web hermana: Calibre 38.

Jesús Lens

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Ejército enemigo

Cuando leí todo lo que se escribió sobre esta novela en los suplementos literarios de los grandes periódicos de este nuestro país, salí a escape a la librería más cercana a comprar un libro que, después de la Biblia y el Capital, iba a ser lo más. Lo más de lo más. De lo Más Allá, incluso.

Alberto Olmos es uno de los “20 de Granta”, la lista de los veinte escritores en castellano más prometedores del momento, los llamados a comerse el mundo literario de los próximos años.

Además, “Ejército enemigo” estaba publicada en Literaturas Mondadori, una de las colecciones literarias más interesantes del panorama de las letras patrias.

Y claro, con todos estos a prioris y condicionantes, ante tanta expectativa, era casi imposible que la novela no me defraudara y que, a medida que la leía, fuera pensando: “pues no es para tanto”, “esto me suena a Houellebecq”, “esta parte es reiterativa” y cosas así.

Se me hace difícil escribir sobre “Ejército enemigo”, una novela de tesis en la que su autor, a contracorriente del 15-M y todo el empalago intelectual que lo acompañó, defiende que ya está bien de tanta tontería solidaria y de tanta fraternidad universal en pos de un mundo mejor.

A través de un personaje entre lo repulsivo y lo grotesco, un cínico que trabaja en publicidad (toque moderno), iremos pasando por el mundo de las ONG (toque moderno), de las Redes Sociales (tqm), de la pornografía en Internet (tqm) de la crisis (tqm) y de las protestas callejeras (tqm)

Y lo haremos de forma fría y desapasionada. A través de un siniestro diario en Internet, no por terrorífico, sino por escueto. Un diario que pretende transmitir la soledad y el vacío, la vacuidad de la visa del protagonista. Y que, bueno, pues será así. ¿No?

Las mujeres que aparecen en la novela son, claro, puros objetos del deseo del personaje principal, del que solo sabremos, en realidad, su comportamiento compulsivo-obsesivo.

Yo no digo que lo que cuente Alberto Olmos no sea interesante. Es solo que a mí no me interesa. Ni el fondo, ni la forma.

Y, aún así, leí entera la novela.

Imagino, pues, que algo tendrá ya que, de lo contrario, habría dejado a medias su lectura. Pero a mí no me pregunten por ese algo. Si en algún momento lo encontré, ya lo he perdido. Si lo tuve delante, ya no lo veo. Si estuvo, no lo recuerdo.

Con novelas como “Ejército enemigo” me pasa como con algunas obras de arte contemporáneo: es mucho más interesante lo que sus autores hablan de ellas y lo que opinan los expertos sobre su génesis, sentido y objetivo que la propia obra en sí misma.

Cortico que es uno.

Jesús Lens

El segundo de los aPostados agosteños, cambiando el tono y el estilo. Ea. Que ayer fue Batman y mañana… mañana trataremos de que no sea lo que Dios ni los mercados quieran.

Corona de flores

¡Otro más!

Y van tres.

Con Javier Calvo ya son tres los autores españoles contemporáneos cuya obra huele. Y duele.

Danger. Activo tóxico

Huele a detritus, a descomposición, a sangre seca y cuajarones coagulados, a ambientes enrarecidos, a moho, a carne pútrida. Huele a mierda diarreica y cagalitrosa.

Novelas que duelen. Duele leerlas. Hasta el punto de que, a veces, hay que apartar los ojos de un párrafo especialmente escabroso. Duele tanto que acabas riendo. Por no llorar. Por no enloquecer. Porque lo grotesco y lo bizarro, es lo que tienen.

Novelas que, por la noche, cuando las ves en la mesilla de noche, esperándote, las sientes como una amenaza. Como una condena. Una condena, eso sí, que desde que pasas la primera página, ya no admite aplazamientos, prórrogas o excarcelaciones.

La exposición genera adicción. La adicción conlleva efectos secundarios

Porque la obra de Javier Calvo, como ocurre con la de Juan Ramón Biedma y la de Cristina Fallarás, también es adictiva, enganchándote desde el primer pico, como heroína mal cortada, peor mezclada y tan corrompida que convierte cada viaje en una pesadilla con rumbo al infierno, hacia el final de la noche.

Está claro, por tanto, que no voy a recomendarte que leas esta novela. Te aprecio y te tengo cariño. Así que no. Si lo haces, si la compras, si la lees; será bajo tu propia responsabilidad.

“El sol no derrama su luz enferma sobre las aguas grises. Las gaviotas no sueltan sus chillidos malhumorados por en encima de la Muralla de Mar. La tormenta ha convertido la calle de las Tapias en una marisma llena de remolinos traicioneros donde giran ratas muertas”.

¿Os gusta el paisaje?

Pues que conste que estamos en Barcelona. En el siglo XIX. La que fuera Ciudad de los Prodigios, narrada por Calvo, se convierte en una ciudad hostil, tenebrosa, sucia y amedrentadora. Una ciudad en la que el Asesino de la Esperanza está sembrando el terror. Y en la que un folletín conquista el encogido corazón de los habitantes de una ciudad a la deriva, acosada por la brutalidad de unas fuerzas policiales que no se sabe de qué lado están.

Y hay médicos, en esta historia. Médicos que darían la razón a quiénes defendían que el célebre Jack el Destripador tenía que ser un galeno seducido por el lado oscuro.

“Corona de flores” es una novela que supura fetidez. Por la noche, sin embargo, no podía soltar su absorbente historia hasta que el sueño me vencía y el libro se me caía de las manos. Después, las imágenes descritas por Calvo, sus sádicos personajes y la interpretación literaria de sus sueños, me provocaban pesadillas.

Pues sí. Así que quedas, mismamente, al leerla...

Y al día siguiente, al tomar el primer café de la mañana, los amigos me miraban con mala cara y me preguntaban si todo iba bien…

Aún así, con todo y con eso, ¿serías capaz de leerla?

Tú mismo/a

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

En 2008, 2009 y 2010, también blogueamos, aunque más sosegadamente…

EL PODER DEL PERRO

Previa: ¿Habéis leído lo que ha pasado en Ciudad Juárez? Sólo para ir poniéndonos en antecedentes… Además, el día 2 de febrero el autor de esta novela estuvo una hora, charlando on line con los lectores AQUÍ.  Una entrevista de lo más jugoso en la que deslizamos una pregunta. En serio… ¡el poder del perro! 

 

La primera noticia de este pedazo de novelón la recibí a través de La Vanguardia, en un artículo provocativamente titulado «Lo que hay que leer después de Millenium», de Sergio Vila-Sanjuán.

 

Después fue la librera Negra y Criminal quién escribió una de sus pocas, pero esenciales, preclaras y excitantes Cartas, en la que decía que el novelón de Don Winslow era de lo mejor que había leído en mucho tiempo, habiéndose quedado encerrada en casa, todo un fin de semana, leyendo sin parar.

 

Así las cosas, cuando estuvimos presentando nuestro libro de cine y viajes, «Hasta donde el cine nos lleve», en la librería Negra y Criminal, en pleno corazón de la Barceloneta, aproveché para llevarme un ejemplar de una de esas novelas que, por su longitud y tamaño (700 páginas), si te gustan, las disfrutas como marrano en lodazal.

 

Y ¿cómo podría resumir mi impresión de la misma, en pocas palabras?

 

Pues creo que así sería bastante ilustrativo: «¡Oink, oink, oink!»

 

O sea: ¡pedazo de novela!

 

De verdad.

 

Y ahora, para no ser reduccionista, ¿cómo contamos de qué va, en un puñado de palabras? A ver. Va de todas esas noticias que, día a día, leemos en la prensa, sobre lo que pasa en países como México, Colombia y alrededores: drogas, muertes, capos, venganzas, decapitaciones, masacres indiscriminadas, la DEA, la CIA, la Contra nicaragüense, el tráfico de armas, las FARC, la mafia irlandesa, la frontera y el Río Grande, las fidelidades, traiciones, vendettas, amores y desamores…

 

Como bien sabéis, cuando un libro me gusta, anoto en la primera de sus páginas en blanco algunas de las citas, referencias o frases que quiero recordar. La de «El poder del perro» está entera marraneada. He usado extractos de este libro en otras reseñas, en un trabajo largo en que estamos trabajando y hasta en una presentación de Power Point.

 

O sea… ¡pedazo de libro!, reitero.

 

Por contradecir, por ejemplo, ESTA POLÉMICA TEORÍA, repliquemos este párrafo:

 

«Empieza con las palabras mágicas «y si». Las dos palabras más poderosas de cualquier idioma. ¿»Y si» nos hubiéramos conocido antes? ¿»Y si» fuéramos libres? ¿»Y si» pudiéramos viajar juntos, a París, Río, Roma? ¿»Y si» nos fugáramos? ¿»Y si» nos lleváramos dinero suficiente para intentar una nueva vida? Y si, y si, y si.»

 

 Y con ese sencillo párrafo comienza una de las mil y una subtramas que componen un abigarrado tapiz en que todo el tinglado del narcotráfico y la lucha contra las drogas queda mejor explicado que en el manual más completo y técnico que imaginarse pueda. Una pantomima, un eufemismo, el de la lucha contra las drogas, que enlaza con Vietnam y la lucha contra el comunismo, por mucho que el marketing intente «blanquear» el odio cerval de los norteamericanos por los Rojos, sean de la extracción que sean.

 

Y ya me estoy pasando en espacio.

 

Digamos que personajes como Art Keller es de los que nunca más se olvidan, una vez leído «El poder del perro». Como los hermanos Barrera.

 

Recordemos una de las frases con que Rodrigo Fresán, director de la colección «Roja y negra» de la editorial Mondadori en que está publicada la novela de Winslow, define «El poder del perro»: una versión narcomex de «El Padrino». O más rotundamente, «Y, una vez terminado «El poder del perro», siéntense a esperar que la HBO la convierta en una gran miniserie. Hasta que eso ocurra, aquí va esta novela ardiente como la lava y épica como mito antiguo en la que un hombre bueno y vencido se enfrenta a los triunfales hombres malos.» Una frase en absoluto baladí para quiénes consideramos que la HBO es una de las mejores cosas que le han pasado al mundo en los últimos años.

 

Vamos que, lo mismo, una vez leída, hay que sacarse un billete de avión para irse a Nueva York, bajar a Nueva Orleans y, desde allí, recorrer todo el Río Grande, cruzando de USA a México y viceversa, cuantas veces sea necesario, para conocer lugares míticos como San Antonio, Laredo, El Paso, Tucson, Chihuahua, Yuma, Tijuana, Ciudad Juárez, Nogales, Caléxico, Sonora, San Diego o la Baja California.

 

O, quizá, una vez terminada la última página de «El poder del perro», lo suyo sea volver a comenzar por ese brutal y demoledor arranque:

 

«El Sauzal.

Estado de Baja California.

México.

1997.

 

El bebé está muerto en los brazos de su madre». (SEGUIR leyendo el primer capítulo AQUÍ)

 

Terminamos. De verdad esta vez, volviendo a la extraordinaria intro de Rodrigo Fresán, recordando unas palabras de Winslow, contestando a un crítico para quién el contenido de la novela es durísimo: «hay personajes ficticios y en más de una ocasión he fundido y mezclado acontecimientos; pero hay muy poco en el libro que no haya realmente sucedido. Eso es lo que da miedo. Mi editor se la pasaba diciéndome «Don, esto es demasiado», y yo le respondía: «De acuerdo, yo pienso lo mismo. Pero es verdad.»

 

Sin comentarios.

 

O sí.

 

Sólo uno: La verdad jode… pero curte.

 

El poder del perro.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

PALABRAS ¿POR QUÉ ME GUSTA LEER Y ESCRIBIR?

Pinar nos envía este fantástico vídeo. Tantas veces me han preguntado las razones por las que soy un adicto a la lectura y a la escritura… pues ahí va un buen puñado de ellas…

 

¿Participarán en el Concurso de Narraciones Breves de IDEAL, para este verano? Relatos de 1.000 palabras como máximo, para enviar hasta el 13 de julio a la dirección relatos@ideal.es , debidamente identificados. Ya tengo el mío entangarillado, pero me falta un consejo amigo para rematarlo. ¡Anímense a participar! 

 

Jesús Lens, furibundo lector y escritor.