Santa Rita y los amores que matan

Si existiera Santa Rita, creo que me gustaría vivir allí. ¿Le suena el nombre? Es posible, que ya les hablé de ese edificio hace unos meses. Y es que allí se produjo un crimen con aromas a Agatha Christie y la encargada de contárnoslo fue Elia Barceló, esa maravillosa escritora todoterreno a la que conocerán por sus novelas de ciencia ficción. O por las juveniles, que para algo es toda una Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, concedido en 2020 por ‘El efecto Frankenstein’. O por las policíacas, sean frías y negras como su magistral ‘La noche de plata’; sean cálidas y luminosas como esta saga de Santa Rita. (De esa novela negra como la pez escribimos AQUÍ)

“El auténtico verano, en Santa Rita, empieza temprano, antes de que salga el sol, cuando el mar apenas se distingue del cielo y una bruma ligera difumina los contornos de las sierras en la distancia. Es entonces cuando, poco a poco, se van desperezando las plantas, cuando las flores empiezan a abrir sus corolas al roce de los primeros rayos de color rubí y los pájaros se lanzan a cruzar el cielo que aún es de un delicado amarillo limón. Si entonces se riegan los parterres, el olor de la tierra mojada sube, mezclado con el del jazmín y el de las rosas hasta llenar el aire de promesas. Más tarde, con la algarabía de los pájaros, despertará el perfume de los pinos”. 

¿Qué? ¿Se anima usted a venirse a Santa Rita? Allí vive un grupo de gente variopinta en un régimen de alquiler laxo, pagando su estancia en dinero y también en especie, colaborando en las tareas cotidianas, por ejemplo. Y, como la gente entra por su propia voluntad, está ‘obligada’ a dejar parte de la felicidad que lleva consigo, según la máxima de nuestro querido conde Drácula.  

La dueña de Santa Rita es una anciana encantadora. ¡Tela de encantadora! Se llama Sofía, bebe té y así nos la presentó Elia Barceló en ‘Muerte en Santa Rita’, la primera novela de la serie publicada por Roca Editorial y de la que hablamos AQUÍ: “hacía tiempo que había descubierto que, a partir de cierta edad, solo hay dos posiciones que una mujer puede adoptar: la invisibilidad o la excentricidad”. ¿Adivinan por qué se decantó Sofía?

En Santa Rita vive gente joven y mayor: de estudiantes a cocineros. Allí están Robles, un antiguo policía; y Miguel, cuya ceguera no le impide enterarse de todo. Lola, una policía en activo que encontró su lugar en el sol cuando investigó el caso anterior y Greta, la sobrina centroeuropea de Sofía que huyó del frío de Austria y del de un amor agostado y marchito, para escándalo de sus hijas. Por allí pasó Nel, que ahora es médico, y la problemática Nines, que se ha ido para trabajar de camarera en un chiringuito de Altea. 

Como les digo, conocer Santa Rita es amarla y querer irse a vivir allí. Se encuentra en Benalfaro, un pueblito idílico del Levante español y allí siempre pasan cosas. Por ejemplo, que al tirar abajo un tabique para que Nieves pueda abrir su estudio de yoga, aparezcan unos cuadros rarunos muy bien protegidos y una caja en la que se encuentra… el esqueleto de un bebé. 

No les cuento más. ‘Amores que matan’, la segunda novela de Elia Barceló radicada en Santa Rita es una gozada, como su predecesora. Porque si hoy en día, el edificio es una utopía hecha realidad, su pasado es harina de otro costal. Por ser, fue hasta un psiquiátrico. Y los edificios, como la personas, además de cicatrices, albergan secretos. ¿Se anima a descubrirlos?

Jesús Lens

Cozy Noir: lo más acogedor del género

De entre las mil y una etiquetas acuñadas para clasificar las distintas modalidades de novelas negro-criminales que se publican cada año, hay una que comenzó por sorprenderme, pero a la que en estos días de vuelta a la (a)normalidad, tan amenazada de padecimientos y zozobras, le he tomado mucho cariño: ‘Cozy Noir’. 

La traducción más certera que he encontrado del término es ‘Noir Acogedor’. Una trama detectivesca protagonizada por personajes originales en un entorno agradable y encantador. Hay sangre, faltaría más, pero también humor. Y buen rollo. Comunidades pequeñas y pintorescas en las que pasan cositas; tipo un asesinato o dos, pero en plan guay. No sé si me explico…

Les recomiendo dos novelas que no sé si sus autoras definirían como ‘Cozy Noir’, pero que a mí me han encantado. Novelas en las que me gustaría pasar un mes de vacaciones. A las que me plantearía retirarme, incluso, llegado el caso. 

La primera es ‘Muerte en Santa Rita’, de la maravillosa, incombustible e imprescindible Elia Barceló, publicada por Roca Editorial y presentada en la Feria del Libro de Granada en una deliciosa conversación conducida por nuestro compañero José Antonio Muñoz. ¿Les suena a título de novela de Agata Christie? Pues no es casualidad. 

Tras escribir ‘La noche de plata’, una novela negra como la pez, muy dura, que fue mi Novela del Año 2020 como contaba AQUÍ, Barceló quiso cambiar de registro y embarcarse en una escritura más alegre y colorista. Dejó atrás el frío centroeuropeo y se centró en una especie de comuna mediterránea nada hippy, Santa Rita, con sus buganvillas y otras plantas y flores. “Era un cuarto envolvente, atemporal, como el interior de un pisapapeles de cristal veneciano, como una burbuja hecha de tiempo, de palabras y de amor”. Así describe Elia una de las habitaciones de esa casona que acoge a personas tan diferentes como complementarias, donde viven en una agradable armonía. Con sus acordes y desacuerdos, pero francamente bien. Hasta que…

Como no les quiero arruinar el placer del descubrimiento, entren libremente en Santa Rita. Entren por su propia voluntad y dejen al menos tanta felicidad como encuentren allí. Disfruten conociendo a Sofía, la creadora del invento. “Hacía tiempo que había descubierto que, a partir de cierta edad, solo hay dos posiciones que una mujer puede adoptar: la invisibilidad o la excentricidad”. Ni que decir tiene, Sofía no ha apostado por la invisibilidad. 

No todos los personajes son majos y encantadores. Hay uno bastante tóxico, por ejemplo, “como una gota de limón en la leche. Da igual cuánta leche haya: consigue agriarla toda”. Y es que si no, no habría caso. Ni tensión. Ni cadáver, qué demonios.

¿Le gustaría pasar una temporada en Buckingham Palace? ¿O en Balmoral? Le aseguro que su majestad la reina Isabel II de Inglaterra es una gran anfitriona, con un humor a prueba de Brexit.

Disfruté como un niño la lectura de ‘El nudo Windsor’, de la escritora S. J. Bennett, como conté AQUÍ, y este verano, un día que se me nubló el ánimo al borde del mar, pensando en lo que se nos venía encima este otoño, me abalancé sobre la segunda entrega de la serie, recién publicada por Salamandra. 

‘Un caso de tres perros’ me devolvió a ese universo tan British hecho de cottages, cuadros de barcos y pubs con mucha madera. Y chimenea. De conversaciones afiladas, dobles sentidos y mucha ironía. Los personajes femeninos tienen todo el protagonismo en una novela que comienza con una mujer muerta que, si en vida no despertaba demasiadas simpatías, como cadáver tampoco provoca grandes tensiones. Hasta que Su Majestad toma cartas en el asunto. De forma discreta. Muy discreta. Pero necesaria. 

Jesús Lens