Llega uno a casa y se encuentra con la noticia de la muerte de Phillip Seymour Hoffman y se queda sobrecogido e impresionado. Uno de los más grandes. Que se nos haya ido casi a la vez de Gandolfini… ¿Actores más grandes que la vida y que por eso implosionan y desaparecen, demasiado jóvenes?
Ha fallecido a los 46 años. Nadie lo diría. Siempre pareció mayor. Uno de esos actores que se beben la vida a bocados. Que se la comen no ya a sorbos, sino por litros. Porque no era actor con límites. Era salvaje. Ilimitado. Tampoco fue un actor convencional. Para nada.
En «Capote», literalmente, se salió, interpretando al genio de las letras, haciendo suyo un personaje tan complejo y complicado. Y su interpretación sobre el fundador de la Cienciología en «The Master», aunque la película fuera mediocre, es imperial. ¡Y en la grandiosa «Moneyball», majestuoso!
Uno de esos actores que se salen de la pantalla y cuyas interpretaciones se quedan impresas en el imaginario colectivo por siempre jamás. Un secundario que se come a los principales, cada vez que aparece en pantalla. Y cuando no aparece… se le intuye.
Un actor irrepetible e inolvidable.
No creo que «Descanse en paz» sea el deseo que la Bestia hubiera pedido. En cualquier caso, llegó su hora. Y nosotros ya lo estamos sintiendo.
Jesús Lens