NADIE SABE NADA DE GATOS PERSAS

Todos sabemos lo que es la música underground, ¿verdad? Al menos, creemos saberlo. Consultemos esa fuente de sabiduría y conocimiento popular llamado Wikipedia: «Underground (subterráneo en español) es un término inglés con el que se designa a los movimientos contraculturales que se consideran alternativos, paralelos, contrarios o ajenos a la cultura oficial (el mainstream). La palabra se utilizó por primera vez con este sentido («que se desarrolla al margen de la actividad pública oficial») para referirse a algunos movimientos de resistencia contra regímenes represivos».

Y, sin embargo, para saber qué es, de verdad, la música underground, hay que sacar una entrada para ir al cine. Para ver una película. «Nadie sabe nada de gatos persas». ¿Te suena? Acaba de ser estrenada. Y el lunes, en la sala, estábamos tres personas. El cine iraní, es lo que tiene.

¡EH!

¡ESPERA!

Espera un momento antes de abandonar esta lectura, por favor. Vamos a darle una oportunidad a los Gatos Persas, aunque no pienses ver la película. Porque, a buen seguro, has leído «cine iraní» y un escalofrío ha recorrido tu espina dorsal. Es lo malo de los tópicos y los lugares comunes. Escuchar «cine iraní» y pensar en largos, interminables y morosos planos secuencia de quince minutos es todo uno. Como escuchar «cine español» e imaginar culos, tetas y Guerra Civil.

Sí. Esto también es cine iraní
Sí. Esto también es cine iraní

Pero los tópicos están para acabar con ellos y «Nadie sabe nada de gatos persas» es una inmejorable oportunidad de hacerlo. Es una película joven y fresca en la que se cuenta las aventuras y desventuras de dos muchachos, chico y chica, por montar una banda de rock, por dar un concierto, por conseguir pasaportes y visados para tocar en el extranjero. Y en su empeño cuentan con el apoyo y la complicidad de un hiperactivo manáger que, en su moto, nos acompaña por un Teherán que nada tiene que ver con el que vemos en los documentales.

Un Teherán bullicioso, urbano, moderno. Un Teherán desportillado, viejo, ruidoso. Y vamos conociendo a los personajes que lo habitan, desde el falsificador de pasaportes a una pléyade de músicos de todos los estilos, del rap o el heavy Metal a la música tradicional persa.

Música underground. ¿Por el género? También. Pero, sobre todo, porque ser músico en Irán es ser rebelde, contestatario y levantisco. Y la policía está muy encima de los músicos. Y, por tanto, éstos han de tocar y ensayar de la forma más discreta posible: en sótanos que amortigüen el ruido, en terrazas y altillos, en establos (lo que puede conllevar que las vacas se depriman al no entender el heavy metal, dejando de dar leche o que el batería pille la hepatitis, sin ir más lejos) o en áridos y abandonados descampados. Músicos vocacionales, militantes de sus instrumentos, que viven y se desviven por tocar, sin descanso.

Teherán, mon amour
Teherán, mon amour

«Nadie sabe nada de gatos persas» es una película necesaria, que pasará inadvertida entre las Furias de los Titanes y los Maravillosos Mundos de Alicia. Una buena película que seguramente no verás pero de la que, al menos, está bien que sepas que existe, por si una noche la pasan de forma furtiva y subrepticia por alguna ignota cadena de televisión…

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

I AM NOT THERE

Sólo han tenido que pasar tres años desde su estreno en el Festival de Venecia, donde la interpretación de los diversos actores causó sensación. Sobre todo, la de la actriz Cate Blanchet, que ganó el León de Oro del Festival italiano y fue nominada tanto al Globo de Oro como al Óscar por dar vida, nada más y nada menos que a… Bob Dylan. Tres años de espera. Nada más. Y luego nos quejamos de la piratería…

 

La sorprendente atípica, irregular, atractiva y desmesurada película de Todd Haynes está basada e inspirada por la música y las muchas vidas de Bob Dylan. Y precisamente por eso, porque Dylan es un tipo poliédrico como pocos, camaleónico, variable y contradictorio, no es extraño que varios actores le den vida, en diferentes momentos de su vida, real o fingida.

 

Lo mismo es el niño vagabundo que se hace llamar Woody Gutrhie y porta una guitarra con la famosa leyenda de «esta máquina mata fascistas» que es un tipo religioso que se hace pastor. O un engolado fiestero con el tonto subido. O el personaje de un western mítico que viaja buscando a su perro.

 

El punto de partida de «I am not there» es prodigioso. Una idea genial para retratar las muchas y diferentes caras de un músico que, sin ir más lejos y en su actuación motrileña de hace unos años sólo se aplicó a los teclados, sin coger una sola vez la guitarra y cuyas canciones más clásicas resultaban completamente irreconocibles, de tan cambiadas y arregladas que estaban.

 

Hay personas, músicos, artistas… que una vez que se hacen con un estilo, una temática o una actitud vital, se mantienen fieles a los mismos y no cambian hasta el fin de sus días. Otros, sin embargo, están en permanente evolución, buscando nuevos caminos, nuevas alternativas. Bob Dylan es de estos y ahí gira el núcleo esencial de «I am not there», en mostrar esos cambios.

 

Pero, sin embargo, el resultado es desigual. Hay partes de la película muy atractivas, como la del niño en el tren, y otras demasiado engoladas y aparatosas, que terminan cansando. Como el segmento interpretado por Christian Bale, por ejemplo.

 

Me encantó la secuencia de la moto, al principio y al final. Algo puramente físico y accidental que, por supuesto, puede condicionar una vida. Y me gustó la «electrificación» protagonizada por la Blanchet, en su primera aparición, cuando el cantautor reverenciado se pasó al rock en mitad del Festival Folk más famoso de los Estados Unidos, ganándose un brutal abucheo y una pitada monumental, lo que levantó una encendida polémica en el mundo de la música.

 

Una película que defiende la necesidad de acabar con los estereotipos y que, si bien alcanza un resultado desigual, resulta muy osada y original en su planteamiento. Cine diferente y a contracorriente. Personal y comprometido. Interesante y atractivo.

 

Valoración: 6

 

Lo mejor: por supuesto, la música de Dylan, sobre todo, la recreación de «The ballad of a thin man».

 

Lo peor: que termina cansando y acabas mirando el reloj, con ganas de que se termine la película.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.       

EL VIAJE ÍNTIMO DE LA LOCURA

«Y el público puesto en pie, agitando las banderas, grita una y otra vez… ¡mierda! ¡Qué mierda más gorda! Qué asco de idealismos sociales, qué asco de ilusiones que sólo llenan de falsas esperanzas. ¿Dónde están las bonitas verdades? Por aquí no andan. ¡Si acaso, de vez en cuando, pasan como tormentas de verano por mis asquerosos pensamientos!»

 

Así empezaba el controvertido «Iros a tomar por culo», que ya el mismo título tenía una imprudente y provocativa falta de ortografía. Y no precisamente porque Robe Iniesta, el líder de la banda de culto «Extremoduro», no sepa escribir o sea un tipo inculto, como su novela «El viaje íntimo de la locura» pone bien a las claras de manifiesto.

 

Comenzaba esta reseña con ese párrafo tan peculiar para contextualizar la poesía de un personaje cuya primera novela, con un título tan especial, hace presagiar emociones fuertes. Cualquiera que conozca a Extremoduro sabe que sus letras, a través de una poesía tan sencilla como efectiva, llegan muy hondo, hablando lo mismo de amor borrico, de ciegos, borracheras, drogas, amor a la naturaleza o amor castúo.

 

Así las cosas, cuando me enteré de que Robe había escrito su primera novela y que se titulaba nada menos que «El viaje íntimo de la locura», le puse un mail a María José, la responsable de la librería Picasso que tenemos en nuestro querido Centro Cultural CajaGRANADA, para que me encargara un ejemplar. Y apenas me llegó, me lancé a devorarlo. Porque éste es uno de esos libros a los que, cada vez que le metes mano, le arrancas cincuenta o sesenta páginas de una sentada.

 

Voy a intentar explicar el argumento para que, sin contar nada, os hagáis una idea acerca de qué va. Don Severino es un severo notario con una vida de lo más ordenada, monótona e incluso aburrida. Hasta que en su cotidiana existencia empiezan a pasar cosas. Raras. Como luces que se funden y cañerías que revientan. Y grietas que aparecen. A partir de ahí, como bien dice el título de la novela, la locura.

 

Imaginemos una mezcla de «Up» con «Tarzán de los monos», los pelotazos inmobiliarios, Pandora y la voracidad de las constructoras, la deforestación del Amazonas, la especulación y el mito del buen salvaje, todo ello, con la inocencia y la claridad propias de las mejores letras de Robe.

 

O sea, que la novela no está repleta de potas, vómitos, ciegos, drogas ni nada por el estilo, lo que alguno podría pensar que es la base de cualquier músico de rock transgresivo que se precie. No. No hay nada de eso. Hay una fábula muy sencilla y atractiva que permite que la novela se lea en un santiamén, dejando un regusto de lo más agradable en el lector desprejuiciado al que no estorbe que Sol y Luna se escriban en mayúsculas, por ejemplo.

 

Robe Iniesta El viaje íntimo de la locura from El Músico Digital on Vimeo.

Si sois fans o, al menos, os gustan las letras de Extremoduro y la poesía de Robe, os gustará el libro. Pero si no lo sois… yo creo que también. Ya me contáis.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

ROUND MIDNIGHT

Lo mismo esta noche, en que llega ESTA tormenta perfecta, os quedáis en casa. Si así fuera, una recomendación cinéfilo-musical: «Round midnight» de Betrand Tavernier. Un club de jazz, el Blue Note de París, que realmente no existe, como contaremos en ESTE libro, en que seguimos trabajando aunque sea de forma discontinua, pero que debería existir. Y una canción, igualmente peliculera y que nos lleva a otro mítico bar…

 

RITUALES II

Ya metidos en pleno 2010, confesemos parte de esos rituales del cambio de año de los que hablábamos ayer en ESTA entrada.

 

A ver.

 

Película: Gladiator. La mitad en el 2009 y la otra en el 2010. Tenía ganas de volver a ver la epopeya de Máximo, el Hispano.

 

«Fuerza y honor» vs. «Sombras y ceniza».

 

A ver si desterramos las sombras y la ceniza y hacemos que este año esté lleno de fuerza, de creatividad y de buenos y grandes momentos y sensaciones. El honor, se nos presupone a todos, ¿no?

 

Música: Como hablábamos con Javi, camino de Pinos Puente, antes de hacer los 17 kms. de la MañanaVieja por la Vega, con los amigos de Las Verdes, había rescatado a ESTOS Tool de los hondo del portacedés.

 

Y también quise despedir el año escuchando «Riders on the storm», de los Doors, una canción muy especial, con sonidos de lluvia, de la que me acordaba mientras trotaba con mi Álter, los últimos kilómetros de nuestra carrera por la Vega, viendo esos tonos oscuros de la tierra de labor, los chopos despojados de hojas y los caminos solitarios. Jinetes en la tormenta. ¡Pedazo de canción y de momentazos, cargados de intensidad!

 

Y, para empezar el año, jazz. Mucho jazz. De Miles Davis a Keith Garret. Jazz íntimo, introspectivo y sensual. Y ese matrimonio de conveniencia, Cigala y Bebo Valdés, cuyo concierto en el Palacio de Congresos de Granada no debí olvidarme en ESTA lista de hace unos días. Ver los dedos añosos de Bebo deslizarse sobre el piano, en las tomas cenitales de Fernando Trueba, en un colorista y vívido ByN, es de una plasticidad inigualable.

 

Dejamos el «Hubo un lugar: Cuba Linda», con mis hermanos Lorenzo y Rebeca en el recuerdo, que lo tiene todo (la guitarra del Niño Josele, el bajo de Colina, el cajón del Piraña y, por supuesto, a los maestros, explayándose larga y hondamente. Atentos a la incorporación de instrumentos, empezando como puro flamenco para después ser precioso mestizaje. Y a la filmación de Trueba, demorándose en las manos de los músicos, tocando sus instrumentos. Y a frases como ésa de «porque a los niños, antes de darles leche, dales cariño, dales cariño.»)  

 

Birras: Verdes, por supuesto.

 

Libro: «El mundo en los ojos de un ciego», del Jefe Taibo, por supuesto. Pero apenas leí unos párrafos. No es la noche para leer, por excelencia.

 

Propósitos y Sueños: muchos, variados y muy vívidos. De los que corres el feliz riesgo de que se hagan realidad 😀

 

La frase: de Jean de la Fontaine: «De nada sirve el correr; lo que conviene es partir a tiempo».

 

Resumen: ¡Viva el 2010!