Los ojos del puente

Confirmado: buena parte de la mejor novela negra y criminal que se escribe en España en estos momentos, viene de Canarias. Cuando no es la gente de Agüimes, con Antonio Lozano y Juan Ramón Tramunt a la cabeza, es Alexis Ravelo, ganador del Hammett a la mejor novela negra escrita en español del pasado año. O Mariano Gambín y sus thrillers. Y, de pronto, como un torrente, llega Javier Hernández Velázquez.

 los ojos del puente

Su prosa, poderosa, me encantó en la primera de sus novelas que leí: Un camino a través del infierno. Una de esas novelas que te agarran por las solapas y no te sueltan.

No han pasado ni un par de meses y ya tengo en mis manos su novela más reciente, Los ojos del puente, publicada por la misma editorial que la anterior: MAR Editor. Una novela que, además, viene avalada por la consecución de la IV edición del Premio Wilkie Collins de Novela Negra.

Los ojos del puente

Me había gustado tanto Un camino a través del infierno que me quedé desconcertado al empezar a leer Los ojos del puente, una historia que comienza en Los Ángeles, en 1976.

Yo, que me esperaba una nueva entrega protagonizada por Mat, el intenso detective creado por Javier Hernández, me encontré metido en mitad de un brutal ajuste de cuentas que, en muy pocas páginas (concretamente en 20) se lleva por delante a un montón de personajes. Capítulos muy cortos. Secos. Como los disparos que los protagonizan. ¡Bang! Y ya estás muerto.

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Jesús Lens

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El huracán

 Siempre se corre un cierto riesgo cuando te adentras en la lectura de una novela que pertenece a una serie, cuando esa serie es larga: si se trata de uno de los primeros títulos de la misma, es posible que su historia quede muy lejos, en el tiempo y en el espacio, desfasada. Y si es más reciente, quizá te pierdas pistas aportadas al lector por la lectura de los libros anteriores.

Me pasó con El huracán, de James Lee Burke, publicado por ese tótem literario en que se ha convertido la Serie Negra de RBA.

 El Huracán

Ardía por leer esta novela, en primer lugar, porque su autor es uno de los venerados en el género, hasta el punto de que un amigo mío se fue de viaje a Nueva Orleáns, un viaje que, además del jazz, el bourbon y la comida cajún; tenía como punto fuerte una ruta por los espacios habituales de J. L. Burke y de su alter ego literario: el detective Dave Robicheaux.

En segundo lugar, porque acontecía durante el Katrina. En los días previos e inmediatamente posteriores. Y para mí, el Katrina, se ha convertido en uno de esos temas que me llaman, me tiran, me impresionan, sobrecogen y alucinan.

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Jesús Lens

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Un reloj por corazón

Irse. Desaparecer. Perderse. Desvanecerse en el aire. ¡Anhelo de tantas y tantas personas a lo largo de la historia! Algo que, por desgracia, cada vez es más difícil de conseguir.

 Un reloj por corazón Swanson

Sin embargo, lo de simular ser quien no eres… eso ya es harina de otro costal. Y si no, que le pregunten al Pequeño Nicolás.

Leía “Un reloj por corazón”, de Peter Swanson, novela publicada por Destino; y pensaba en diversos fuguistas de la historia de la literatura, el cine y la televisión, con Don Draper, uno de los grandes Mad Men, a la cabeza. O el protagonista de “El adversario”, aquella joya de Emanuelle Carrere.

Porque esta novela nos cuenta una historia de desaparecidos. Supuestamente. Y de reaparecidos. Estamos en la Costa Este de los Estados Unidos. Es verano. Hace un calor húmedo y pegajoso. Es viernes. Y George Foss, un hombre tranquilo, solo pretende tomarse una cerveza en uno de sus bares favoritos. Entonces, llega ella. Liana. Aquella Liana que, veinte años atrás, fue el amor de su vida y que, un día, desapareció sin dejar rastro.

 The Boston Globe

Liana. ¡Ah, Liana! Inevitablemente, George ha seguido buscando a Liana en cada rostro de mujer que se encontraba. Y, de repente, allí estaba. Distinta. Pero la misma. Una Liana, por supuesto, metida en un lío. Y que necesita ayuda.

Porque así es la novela policíaca. O de misterio. No negra. En este caso, no estamos antes una de esas habituales novelas negras, más negras que la pez, que acostumbro a reseñar. En este caso, estaríamos más en la órbita de Hitchcock que en la de los clásicos en ByN de Hawks, Lang y compañía.

Y no es baladí la comparación: el ritmo de la novela y el tono que le imprime Peter Swanson son muy cinematográficos, hasta el punto de que, a medida que la vas leyendo, vas viendo los paisajes, los edificios, las carreteras, los moteles, etcétera que transitan por sus páginas.

Liana se convierte en una de esas presencias femeninas más sugeridas que mostradas, al principio de la narración. Como “Laura”. Como “La mujer del cuadro”. Presencias femeninas sugerentes y sugeridoras. Que, en la segunda parte de la narración, ya cogen carrerilla. Y protagonismo, claro.

 Laura

Y tenemos a George. Uno de esos hombres buenos que, a veces, parecen pecar de tontones. Pero que no lo son. ¿O sí? ¿Tú te fiarías de una antigua novia desaparecida veinte años atrás? ¿Una novia que se esfumó como por arte de magia? Quizá sí. Siempre que, mientras haces por ayudarla en el presente, empiezas a tirar de los cabos del pasado. Y lo harías aunque supieras que todo lo referente a Liana te va a traer problemas. Pero… ¿no te quejabas de que tu vida era monótona y de que tu trabajo se había vuelto aburrido?

Un consejo: cuando empieces a leer “Un reloj por corazón”, procura no tener la agenda muy cargada: tendrás que anular compromisos. Estamos antes una de ESAS novelas. Eso sí. Del final no hablamos. O hablamos cuando la hayas leído. ¿Vale?

Jesús Lens

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Manos sucias

Si la cara es el espejo del alma, una portada debería ser el reflejo de la novela. Y, en el caso de “Manos sucias”, la más reciente novela de Carlos Quílez; así es.

 Manos Sucias

¡Pedazo de portada, la de esta subversiva novela, publicada por la combativa e imprescindible editorial Alrevés! Editorial a la que le debemos joyas como “Te quiero porque me das de comer” o “La fragilidad del neón”, ya reseñadas y comentadas en este Blog.

Alguien que conozca la trayectoria profesional y literaria de Carlos Quílez, al leer lo de “novela subversiva”, podría pensar que se ha pasado al otro lado. Que es posible. No lo sé. Hace ya dos o tres años que no hablo con él. Pero no lo digo por eso. Lo digo porque “Manos sucias” cuenta y habla de la realidad. De esa realidad que nos mancha los dedos todos los días, cuando leemos el periódico. Y que no por la tinta fresca, precisamente.

 Manos sucias Carles Quílez

Y es que, como bien nos recordaba Juan Madrid hace unos meses, parafraseando a Engels, contar la realidad es ya un acto revolucionario en sí mismo.

Pero vamos a concretar. ¿Quién es uno de los personajes secundarios de “Manos Sucias”? Pues ni más ni menos que el contable y tesorero del partido político del gobierno. Un tipo llamado Cérdenas. En la novela.

¿Y quiénes son los protagonistas?

Pues algunos de esos personajes que nunca salen identificados en las noticias: los Mossos d’Escuadra, los comisarios de Policía o sargentos de Guardia Civil que luchan contra el crimen organizado y las mafias que corrompen la sociedad. Esos tipos anónimos que, tirando del hilito, conectan el chalé de un concejal de urbanismo con una contrata a una multinacional rusa. O que descubren al práctico del puerto de Valencia, cediendo uno de sus yates a un conocido gángster, para que celebre su cumpleaños.

“Manos sucias” cuenta lo que está más allá de los titulares de los periódicos y de los cinco párrafos con los que despachamos la mayoría de las noticias. Porque las otras dos grandes protagonistas de la novela son dos aguerridas chicas periodistas, Patricia y Elsa. ¡Y ellas sí que nos pueden dar clases de ética periodística! (Ya las conocimos en esta anterior novela de Quílez, “La soledad de Patricia”, precisamente)

Bares, restaurantes, reservados, conversaciones, filtraciones, interrogatorios, redadas… ¡Cómo se nota que, además de ser un excelente narrador, Carlos Quílez sabe de lo que habla! No por casualidad fue el responsable de Tribunales y Sucesos de la Cadena SER en Barcelona y, después, pasó a trabajar en Anticorrupción.

 Manos sucias

Hace unos meses hablábamos de «RG», un tebeo que podría describirse como el “The Wire” de los cómics. Pues la novela de Quílez sería su equivalente novelesco. ¿Quieres saber cómo se desarrolla una investigación, cómo funcionan determinados protocolos?

Lee “Manos sucias”.

¿Quieres entender, de la forma más clara, adictiva y atractiva posible; cómo funciona esa corrupción que amenaza con ahogarnos?

Lee “Manos sucias”.

Lo vas a flipar.

Jesús Lens

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Ciudad del sol

No debe haber para una pareja, nada más horroroso e insoportable que la desaparición de un hijo que, por ejemplo, una mañana sale a repartir periódicos con su bici y no vuelve a casa. No va a comer. No llega a la hora de la cena. No aparece para dormir. Ni asoma al día siguiente. Ni llama por teléfono, transcurrida una semana.

Un jovencito apenas adolescente que desaparece sin dejar rastro. O, más concretamente, que se evapora de las calles de, por ejemplo, Indianápolis; y tras él no queda ni su bicicleta.

 Ciudad del sol

A partir de ahí, la nada.

Porque la investigación policial se estanca. Porque el cuerpo del niño no aparece. Porque nadie pide una recompensa a sus padres.

El vacío. El silencio. El horror.

Este es el punto de partida de Ciudad del sol, de David Levien, publicada en la fascinante colección Roja y Negra que dirige Rodrigo Fresán para la editorial Mondadori.

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Jesús Lens

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