¡Vaya año llevamos los aficionados al género negro y criminal! Los grandes premios literarios de este país parecen haberse rendido, definitivamente, al poder de las novelas policíacas y buena parte de los grandes autores españoles del género están copando los titulares de la prensa cultural: Andreu Martín, Juan Madrid, Mariano Sánchez Soler y, por supuesto, Lorenzo Silva. Si a ello sumamos que el inspector Méndez de González Ledesma ha vuelto a las calles de Barcelona… ¡podemos proclamar que estamos de enhorabuena!
No es momento de reflexionar sobre esta consideración comercial del género negro y policial ni de denunciar a algunos de los culpables de este éxito y brutal popularización, pero el hecho de que “La marca del meridiano”, de Lorenzo Silva, se llevara el Planeta, es la mejor prueba de que lo policial vende, gusta y es demandado por la gente.
De la saga de Bevilacqua y Chamorro lo he leído todo. A estas alturas, seréis pocos los que no sabréis que estos dos personajes son dos guardias civiles adscritos a la resolución de homicidios y que, por tanto, buena parte de la España menos urbana es su demarcación.
Eso les ha permitido recorrer buena parte de su geografía, peninsular e insular, que aquella noche de charla y descubrimiento bajo las estrellas, en el Roque los Muchachos, marcó un hito importante en la relación de los Guardias. Una relación profesional, personal y emocional, que no amorosa o sexual.
Lo habré escrito todas y cada una de las veces que he reseñado las novelas de Silva con estos protagonistas: la mayor virtud de sus personajes es que son absolutamente normales y corrientes. Dos funcionarios a los que también han recortado las nóminas y que no tienen grandes traumas a sus espaldas ni adolecen de grandes vicios ni tienen que luchar contra tentaciones, fantasmas o devoradores monstruos internos.
No se drogan ni lo han hecho nunca. Al menos, nunca han sido adictos. Ni alcohólicos. Ni violentos. Lo más, un divorcio. Se trata de dos funcionarios con un trabajo que realizar. Un trabajo complicado, exigente y duro. Muy duro. Sobre todo, cuando el cuerpo que aparece colgado de un puente es el de otro Guardia Civil, retirado, con el que Bevilacqua trabajó al principio de su carrera.
Hoy por hoy, no hay en España un escritor que describa mejor y con mayor rigurosidad una investigación policial que Lorenzo Silva: las relaciones entre los investigadores, los forenses y los jueces; las demarcaciones y las competencias de los distintos cuerpos policiales, las escuchas, los seguimientos, las vigilancias, los interrogatorios…
Quién espere acción, chutes de adrenalina, ensaladas de tiros y persecuciones a toda velocidad, con “La marca del meridiano” se va a llevar una gran sorpresa: no hace falta nada de eso para disfrutar de una novela que engancha. Una de esas novelas cuyos personajes te acompañan y se hacen querer. Personajes a los que tomas aprecio. Porque te los crees. Porque son de carne y hueso. Porque respiran, sudan, pasan hambre y sed, se enfadan, ironizan, discuten, ríen y, sobre todo, cumplen con su trabajo.
Profesionales. Funcionarios. Gente de a pie que, con su labor diaria, hacen funcionar un país y evitan que todo se vaya a la mierda. Gente que, de esa manera, permite que se haga justicia.
Y si no has leído nada de la saga de Bevilacqua y Chamorro antes… ¡tampoco pasa nada! Puedes sumergirte en “La marca del meridiano” con total tranquilidad, sin miedo a perderte clave alguna. Silva, sin necesidad de alardes o aspavientos, nos cuenta una historia interesantísima y ha construido una novela excelente, a la altura de sus personajes.
@jesus_lens
A ver los 6 de febrero de 2008, 2009, 2010, 2011 y 2012.