19 cámaras

En mi personal y subjetivo mundo literario, los personajes de las novelas que voy leyendo se dividen en dos: aquellos con los que saldría a tomarme una Alhambra Especial bien fría en alguno de mis bares favoritos y esos otros con los que no compartiría ni una apresurada 0,0 en el tranco de la esquina.

Ojo, la distinción no es entre buenos y malos. Mis afinidades no tienen que ver con que unos ayuden a las ancianitas a cruzar la calle y otros apiolen a todo bicho viviente. Ni mucho menos. De lo que se trata es de empatizar con los personajes. De conectar con ellos a través de las páginas del libro. De sentirlos vivos, reales y auténticos. De que sean creíbles y cercanos; cargando a cuestas con sus grandezas y sus miserias, con sus penas y sus alegrías, con sus manías, sus tics, sus aficiones, sus adicciones, sus fallos, sus caídas y sus levantadas…

Así las cosas y recién terminada “19 cámaras”, la última novela de Jon Arretxe (*) publicada en la colección Cosecha Roja de la editorial Erein; me gustaría proponer a todos sus personajes que se pillaran un par de coches y se vinieran a Granada, a vaciar dos o tres barriles de cerveza. En el Alegría, por ejemplo. A todos sin excepción. Desde el protagonista, ese Touré, un burkinés inmigrante ilegal en Bilbao que decidió hacerse vidente, pensando que a la gente le hace falta un poquito de magia y va repartiendo tarjetas por la Pequeña África, el barrio de San Francisco de Bilbao; a Cristina, la sobrina de la Loles, camarera en un bareto de La Palanca.

Y a los libreros. Y a las chicas nigerianas. Y a Charo y al Mariachi, por supuesto, aunque por momentos hayan resultado irritantes y molestos. Pero les queremos. Porque todos ellos forman parte de un microcosmos en el que Jon Arretxe nos introduce con pasmosa facilidad, haciéndonos sentir cómodos, acogiéndonos con afecto, ternura y simpatía.

Y eso que las vidas de la mayoría de los personajes no son fáciles. Lo de hacerse vidente, para Touré, ha sido más una necesidad para poder comer que una revelación mística: con la crisis, ya no hay trabajo en la construcción. Y toca buscarse la vida. Solo que la vida, para un burkinés sin papeles, en Bilbao, no es fácil. Ni para él ni para otros muchos inmigrantes que, al calor del milagro económico español, eran recibidos con los brazos abiertos para hacer los trabajos más duros, esos trabajos en los que los españoles, nuevos ricos, ya no querían ni pensar; con horarios interminables y en condiciones laborales más que precarias.

Ahora, los inmigrantes sobran. Son un lastre para las cuentas públicas y, dicen, su peso en el déficit parece empujarnos a todos hacia el despeñadero. Por eso, grupos vecinales empiezan a patrullar las calles, para hacerlas más seguras, dado que la policía parece estar en otras cosas. Y, así, lo mismo se ahoga un inmigrante magrebí un día que, poco después, una nigeriana aparece en un contenedor de basura. Muerta, claro.

Y ahí tenemos a Touré, olisqueando en asuntos de cuernos y echando los caurís a un nigeriano de lo más amenazador. Un Touré al que todo el mundo le hace la misma pregunta, cuando le proponen lo mismo ir a coger percebes que a ver un partido de la Champions a San Mamés o que hacer una prueba para un coro operístico: “¿Es que tienes algo mejor que hacer?”

Una pregunta que, resume, a la perfección, la existencia cada vez más precaria de millones de personas que han perdido las riendas de sus vidas y, en mitad de esta tormenta entre financiera, económica, solar y planetaria; hacen lo que pueden.

Menos mal que hay autores como Jon Arretxe que, con su mirada y su prosa, nos descubren a estos personajes con los que nos iríamos alegremente de potes. Por la zona de Ledesma. Incluso por Miribilla.

Porque, además de a su maravillosa galería de personajes, el autor también nos presenta las calles y los barrios de su ciudad, tratándolos con el mismo cariño y respeto. Pero con ojo crítico. Un ojo crítico que no es, precisamente, el que está detrás de esas cámaras que todo lo ven, que todo lo graban, que todo lo presencian. Pero que no provocan la más mínima reacción.

Como la vida misma, oiga. Como la vida misma…

Jesús Lens

A ver, los anteriores aPostados, que son ya 28, nada menos.

¿Y los 29 de agosto de 2008, 2009, 2010 y 2011?

(*) Reseñas de «Sueños de Tánger» y «Shamaran«, las dos novelas anteriores de Jon Arretxe.

Verano en rojo

¡Ay, aquel verano del 2010! Igual que uno siempre recordará qué hacía cuando cayeron las Torres Gemelas, los españoles siempre recordaremos dónde, cómo y con quién estábamos cuando Iniesta marcó su memorable gol a Holanda, aquel gol que no solo nos coronaba como Campeones del Mundo sino que nos permitía, por fin, sacudirnos históricos complejos de inferioridad con países como Alemania, Francia, Inglaterra, Italia o Argentina.

España vivió el Mundial de Sudáfrica entre la esperanza y el estupor; entre el miedo a perder y la pasión por ganar. Y así comienza la excelente novela de Berna González Habour, publicada por esa impresionante, magistral y espectacular, imprescindible colección que es la Serie Negra de RBA.

Efectivamente, “Verano en rojo” arranca cuando la inspectora de policía María Martín se apresta a ir a casa de su familia para ver los cuartos de final del Mundial. Solo que una llamada de Esteban, su segundo de abordo, le tuerce los planes: ha aparecido el cadáver de un hombre. Ahogado. En un lugar tan improbable como el estanque del parque Juan Carlos I de la capital del reino.

Mientras, un veterano periodista de sucesos, Luna, trata de sobrevivir a la resaca posterior a una monumental borrachera. En este caso, nada tiene que ver con los éxitos de la Roja. Muy al contrario, fue una de esas cogorzas tristes y desesperadas, rabiosas, al saberse que el periódico iba a despedir a un buen montón de compañeros, él incluido, por aquello de la rentabilidad y los cuadres contables a fin de ejercicio. Pero el instinto es el instinto y un buen fiambre no se puede dejar enfriar. Aunque, como en el caso de este jovencito, aún sin identificar, hubiera aparecido empapado en agua.

Y está Carlos, un viejo policía al que su corazón hizo cambiar las tensiones del caótico Madrid del siglo XXI por una apacible y más tranquila Santander. Y es que parece que el cadáver del muchacho puede ser el de un chavalito cuya desaparición fue denunciada en la señorial ciudad cántabra…

Teniendo en cuenta que el finado es joven, apenas un adolescente, la investigación acerca de su identidad y, posteriormente, de la autoría de su muerte, requerirá de la presencia de expertos informáticos como Tomás que, además de desbloquear teléfonos móviles y rastrear llamadas, sepan manejarse en universos virtuales tales como Tuenti o Facebook. Porque, nos guste más o nos guste menos, parte de nuestra vida está ahí dentro. O ahí fuera, según se mire. Y, a todo esto, España se prepara para recibir a Benedicto. Y el clero está revuelto.

Con estas mimbres y con estos personajes, Berna ha escrito una novela negra de libro, que sigue una investigación policíaca desde el principio hasta el final, de forma absolutamente rigurosa y canónica. Una investigación de manual, radicalmente contemporánea que, como siempre ocurre en las buenas novelas, afectará a los personajes y les irá conduciendo por tortuosos -a la vez que excitantes- caminos laborales, profesionales y personales de forma que, al final de la novela, no serán los mismos.

“Verano en rojo” es una novela que, si la subida del IVA y los recortes en cultura no lo evitan, acabará convertida en película. Yo ya empiezo a hacer cábalas con el casting. O, quizá, a Berta le propongan que desarrolle nuevas historias para convertir a sus personajes en los protagonistas de una serie de televisión que, al estilo de “The killing”, desentrañen las grandes contradicciones de esta España del siglo XXI que, por una parte, gana el Mundial, pero por otra, se sigue ahogando en la miseria de la mentira, la mediocridad, el disimulo, el miedo y la ocultación.

¡Lean, lean “Verano en rojo” y hablamos!

Los agradecimientos por el consejo, en forma de Alhambras, por favor. Especiales y muy frías, a ser posible. En el bar más cercano.

Jesús Lens

Veamos los aPostados anteriores. 22 ya, a estas alturas de agosto.

¿Y el 23 de agosto de 2008, 2009, 2010 y 2011, qué blogueamos?

Comida de trabajo

Disculpen si el aPostado de este domingo es muy concreto y conciso, pero es que me encuentro en plena comida de trabajo, como se podrá observar en esta imagen.

A las 6 tengo una reunión para ver y estudiar el contenido de lo que aparece sobre el teclado del portátil y, más tarde, una nueva reunión a varias Bandas para hablar y discutir de estrategias y posicionamientos.

Dicho lo cual, en plena enésima Ola de Calor y estando en alerta amarilla con toques anaranjados (¡ay que ver cómo son estos agostos andaluces!) y oscilando entre la materialidad y la personalidad sugeridas por el influjo de la Virgen del Rocío, me permito hacerles esta recomendación, que viene al pelo:

Por lo demás, y de aquí hacia atrás, los demás aPostados de este agosto.

¿Y en 2008, 2009, 2010 y 2011? Pues eso.

Jesús laburante Lens

Morir bajo dos banderas (lo que es un portadón)

¿Os acordáis de cómo empezaba la reseña sobre «Asesinato en el Kremlin», de Alejandro Gallo? Pues atentos a la portada de la nueva novela de nuestro hombre en Gijón, «Morir bajo dos banderas», del mismo Miguel Navia que dibujó la primera.

¡Amplía, amplía y recréate con cada detalle!

La nueva novela de Alejandro Gallo cuenta la historia de los republicanos españoles que lucharon contra Hitler, en todos los frentes y prometen ser 700 páginas de acción, compromiso, aventuras y elegancia narrativa; características de la obra de Gallo.

En otoño tenemos la novela en las librerías.

De momento, flipamos con la portada. Y nos encanta hacerlo precisamente hoy, 18 de julio. ¡Enhorabuena!

Jesús Lens

¿Y el 18 de julio de 2008, 2009, 2010 y 2011?

La semana más negra

El viernes pasado publicamos este artículo en IDEAL, escrito al calor de la Semana más larga, bajo la lluvia y el viento gijoneses. Gracias a Laura Muñoz Hermida por ser el ojo que todo lo ve en Semana Negra, gracias a su lente maravillosa. ¡Veréis qué fotos!

La tarde antes de partir el Tren Negro, de la estación madrileña de Chamartín, los participantes de la milagrosa vigésimo quinta edición del Festival Cultural más populoso de Europa, nos sobresaltábamos con la noticia de la arbitraria detención de la periodista mexicana Sanjuana Martínez en su propia casa, en presencia de sus hijos, por una falta administrativa y, ordenada por una de las juezas a las que denuncia por robo de niños en su último trabajo de investigación.

 

Las Redes Sociales empezaron a arder y, cuando dos días después, Sanjuana fue liberada, señaló que la presión realizada desde Semana Negra, pesó grandemente en su puesta en libertad.

 

Fotografía de Laura Muñoz Hermida

Igualmente, el cálido recibimiento y encendido aplauso que los mineros en lucha nos dispensaron a los integrantes de la comitiva cuando nos bajamos del Tren Negro en Mieres, habla bien a las claras de la significación y el compromiso social de un Festival que va mucho más allá de lo meramente literario.

 

Fotografía de Laura Muñoz Hermida

Llevo diez años acudiendo puntualmente a Gijón, a una Semana que nunca fue tan negra como la de este año. Una Semana que estuvo a punto de no realizarse, pero en la que finalmente se obró el milagro, en palabras de Paco Ignacio Taibo II, el Jefe, que una vez más le pone voz, rostro, filosofía y pensamiento a estos diez intensos días cargados de presentaciones de libros, mesas redondas, tertulias, conciertos y exposiciones, pero también de fabada, vino de mesa, sidrinas, pulpo, chocolate y churros.

 

Quizá porque los tiempos que estamos viviendo son particularmente oscuros, esta Semana está siendo gris, húmeda y lluviosa. Pero solo climatológicamente ya que, por lo demás, está resultando tan inspiradora, clarividente, reveladora como siempre.

 

Una cita que abre puertas, que te permite encontrar perlas, joyas y tesoros en forma de libros, fotografías, charlas y autores que ya son amigos. Un encuentro que conecta dos continentes unidos por un océano, pero separados por un idioma, como escribía PITII para denunciar el bloqueo cultural que fragmenta las relaciones hispano-latinoamericanas.

 

Fotografía de Laura Muñoz Hermida

Pero lo mejor de Semana Negra no son las decenas de libros que me llevo, las intensas conversaciones hasta la madrugada de la terraza del Don Manuel o las risas compartidas con amigos de mil y un acentos diferentes…, son las ideas, los proyectos, las iniciativas y la potencia creadora que genera.

 

Porque la Semana Negra de Gijón es un torbellino, un huracán iniciado por el Jefe Taibo, apoyado por una legión de fieles incorruptibles y sostenido por un equipo de trabajo tan brillante, como comprometido, esforzado y entusiasta.

 

Fotografía de Laura Muñoz Hermida

Esto es la Semana Negra y, contra viento y marea, venciendo el pesimismo circundante, no solo sigue, sino que lo hace con tanto o más empuje que siempre. Porque veinticinco años no son nada… mas que un principio.

 

Jesús Lens