LA PLAYA DE LOS AHOGADOS

Vaya por delante que, para mí, Galicia es como una tierra mítica, imaginaria, fantástica y fabulosa. Como Macondo para García Márquez o el condado de Yoknapatawpha para Faulkner, pero desde una perspectiva lectora. Galicia, desde sus bosques, su Camino de Santiago, su Prisciliano, sus Celtas, sus castros y su Santa Compaña hasta, por supuesto, la Costa da Morte.

Por todo ello, las novelas radicadas en Galicia, para mí, tienen un valor añadido, un plus especial que me predispone a su favor. Y, la verdad, no sé por que he tardado tanto en leer “La playa de los ahogados”, de Domingo Villar, máxime cuando su debut literario, “Ojos de agua”, me dejó un inmejorable sabor de boca.

Hay aficionados al noir que están un poco hartos de los policías y detectives de novela negra mediterránea que comen y beben bien y, además, hacen gala de ello. Leo Caldas es uno de estos. Y es que la gastronomía se ha convertido en un arma de resistencia frente a la hegemonía yanqui de las hamburguesas y la comida basura, el bourbon y los bebedores solitarios. Nuestros personajes de novela negra prefieren el lacón y la pata, los buenos caldos gallegos y tertulias como las del Sanedrín de sabios que se reúne en el restaurante de referencia del protagonista.

Un protagonista divorciado, sí. Pero que no anda llorando por las esquinas de cada página de la novela, empapándose en alcohol o cultivando otro tipo de vicios o perversiones más siniestras. De hecho, a Leo Caldas se le conoce como “El patrullero de las Ondas” por el programa de radio que hace todas las semanas y que le ha convertido en una estrella mediática cuya fama le precede allá por donde va.

Y tiene como compañero a Rafael Estévez, un sujeto de Zaragoza al que le sigue costando muy mucho hacerse con las peculiaridades del ser gallego. Sobre todo en los interrogatorios a los sospechosos en los que cada pregunta es respondida con otra pregunta, por supuesto.

En “La playa de los ahogados”, ambos policías han de investigar si la muerte del marinero Justo Castedo es un suicidio o hay algo más. Y para resolver el enigma de dicha muerte, además de hablar con los vecinos del pueblo en que vivió Castedo, habrá que ir hacia atrás en el tiempo ya que hay fantasmas del pasado sin enterrar que, quizá, estén pidiendo justicia desde el Más Allá. ¿O será desde el Más Acá?

Una novela de personajes, con los ambientes muy bien descritos y con una trama dividida en dos tiempos, en dos épocas, perfectamente hilada y conducida por un Domingo Villar que ha logrado lo más difícil de conseguir con una segunda novela: responder a las enormes expectativas que había levantado con su debut literario.

Ya esperamos la tercera. Y, desde luego, no tardaremos tanto en leerla como hemos tardado con ésta.

Jesús el Gallego en la distancia Lens.

¿POR QUÉ HE LEÍDO EL LIBRO QUE ACABO DE TERMINAR DE LEER?

Porque la librera Negra y Criminal (Paco, Montse… os tengo que contar lo que me ha pasado hoy por culpa de vuestra «maldita» camiseta, que se ha convertido en una prenda mágica) nos mandó esta carta. Y, claro… ¡a ver quién se resiste!

No suelo hablar de los libros que se venden solos, aquellos que casi no necesitan recomendación de la librera o del librero. De aquellos que forman grandes pilas y están en todos partes: quioscos de aeropuerto, grandes superficies de libros y librerías no especializadas. De aquellos que se venden ya solo por el nombre de su autor.

El autor Manuel Rivas (miembro de la Real Academia Galega), escritor, poeta, periodista y ensayista tiene muchísimos seguidores, muchos lectores.

Hay quienes se han acercado a él, a partir de las adaptaciones cinematográficas de sus novelas o relatos: La lengua de las mariposas, dirigida por José Luis Cuerda, El lápiz del carpintero, dirigida por Antón Reixa…

Si hablo de este libro, Todo es silencio de Manuel Rivas, es porque es de aquellos que llegan a Negra y Criminal como novedad y se quedan.

En Negra y Criminal tenemos una mesa con “nuestros libros recomendados”,

Son libros que ya no son “novedad” pero de los que siempre hay una pequeña pila.

Son aquellos que facilitan la tarea a los libreros a la hora de pervertir al nuevo lector y hacerlo adicto a la novela negrocriminal. Cualquier libro de los que esta en la mesa ha pasado la criba del librero y la librera (y algunos de ellos la criba de la historia de la novela negra, y de la novela blanca). Libros como La neblina del ayer de Leonardo Padura, 1280 almas de Jim Thompson (que RBA ha tenido la gentileza de volver a editar después de estar descatalogado durante más de dos años), la trilogia de Marsella de Jean-Claude Izzo: Total Kheops, Churmo y Solea; el casi recién llegado Don Winslow con El poder del perro; El largo adiós de Raymond Chandler; Protesis de Andreu Martín, Un dia volveré, de Juan Marsé; Triste y solitario final de Osvaldo Soriano; Los Mares del Sur de Manuel Vázquez Montalbán, Cronica sentimental en rojo de Francisco González Ledesma; El cartero siempre llama dos veces de James M.Cain ; Domingo Villar y su “simenoniana” La playa de los ahogados y algunos más…no todos los que deberían ser pero sí todos los que caben en la mesa.

Ahora habrá que conseguirle un hueco a otro gallego: Manuel Rivas y su Todo es silencio.

Ahora ya saben el truco, si el libro deja de ser novedad,

si deja de ser “el best seller” negrocriminal de la temporada,

si ustedes lo han comprado en la librería que les resulta más cómoda pero una vez leído lo recomiendan a un amigo y este ya no lo encuentra en otras librerías siempre podrán dirigirle hacia Negra y Criminal ( mientras esta dure) para encontrarlo.

Bien y ahora tras este larguísimo preámbulo les hablo del libro de Rivas y del porqué del título que encabeza estas líneas.

Es curioso, el librero me la recomendó con fervor, quizás por ello, por las muchas expectativas, me extrañó al comenzar su lectura, no entrar en ella desde las primeras páginas. Quizás fue el lenguaje. Demasiado hermoso, la palabra demasiado precisa, la cadencia… Demasiadas frases para subrayar…no sé. Había algo.

Pero perseveré y no me arrepiento.

La novela fue creciendo y no dejó de crecer hasta el final. La novela y sus protagonistas.

Y al terminarla releí de otra manera las veinte primeras páginas.

Conclusión: una novela perfecta.

Si Manuel Rivas no pretendía hacer una novela negra, Todo es silencio es su obra más fallida.

En verdad es la mejor novela negra que he leído en estos últimos meses y me ha sumergido en una atmosfera que no había vuelto a encontrar desde la lectura de la trilogía de Izzo.

Todo es silencio es pues un libro recomendable para todo los fans huérfanos del autor marsellés.

Y vamos con Izzo.

El mar es en la novela de Rivas lo que Marsella es en la de Jean-Claude Izzo.

Fins, Brinco, Chelin y Leda, la de los pies descalzos, son en esta los protagonistas que pierden la inocencia, los jóvenes a quienes las circunstancias les irán conduciendo a diferentes lugares. En parecida manera que Manu, Ugo, Fabio y Lole en la trilogia de Izzo. Lole/ Leda, aquella de la que todos están enamorados.

Y Fabio Montale/ Fins , aquellos que han acabado mal, aquellos que se han convertido en policías.

Hasta aquí las similitudes pero en la novela de Manuel Rivas hay mucho, mucho más. ..

Todo sucede en Brétema, lugar imaginario aunque gallego en estado puro.

Brétama un pueblo al abrigo del viento de las Viudas. Viento de nombre tan inquietante que él sólo merece una novela.

Un pueblo como tantos en Galicia. Galicia, en la que estuvo a punto de consolidarse un poder mafioso con personajes o testaferros, primero del contrabando, y luego del narcotráfico. “Tienen boca, pero no hablan; tienen ojos, pero no ven; tienen oídos, pero no oyen…”

Y muchos más…

Cientos de personajes.

Algunos tan potentes como el de Mariscal, que recuerda más a un Pedro Páramo o un Barrera que a un Corleone. Quizás porque Galicia tiene como México una frontera y esta es una novela de frontera.

Donde hay frontera hay contrabando.

Mariscal, el veterano capo que nos dice: “Tenemos los mejores argumentos para este negocio. Una costa formidable, infinita, llena de escondrijos. Un mar secreto, que nos protege. Y la que está más próxima de los puertos madre. Así que lo tenemos todo. Tenemos costa, tenemos depósitos, tenemos barcos, tenemos hombres. Y lo más importante todavía… ¡Tenemos cojones!”.

Y muchos homenajes: a los westerns que llegaban al salón cinema París-Brétama; a las Escuelas de los Indianos dejadas destruir por la indolencia y que en la novela de Rivas, la de Brétama, se convierte en un personaje más. Unas ruinas “en la que las hiedras que cubren los muros no las resquebrajan, sino que las vendan” y con un gran mapamundi en relieve que cubre todo el suelo. Un mapa con mares tenebrosos, islas y grandes océanos que esconden tesoros y por el que los protagonistas irán trazando el itinerario de sus vidas.

Si además de librera, fuese escritora le tendría dos grandes envidias a Manuel Rivas.

La primera por vivir a menos de 20 km de la Costa da Morte, y de sus percebes.

La segunda por haber escrito desde las entrañas esta excelente novela.

La librera

¡LIBRANOS SEÑOR!

Cae la noche. Con el cambio de hora y el frío que nos invade, como en el sofá de cada uno, ¡en ningún sitio! Es tiempo de leer. Y las novedades de las distintas editoriales son de lo más excitante. Por ejemplo, ¿puede haber algo mejor en esta vida que recibir un paquete de Negra y Criminal que, además de dos o tres novedades esenciales, incluye esta joya?

Hasta taquicardia me dio recibir «El retorno de los tigres de la Malasia», de Paco Ignacio Taibo II, que vienen más antiimperialistas que nunca…

 ¿Y qué decís del tema Malaya?

¿Y qué me dicen de esta nueva aventura de Myron Bolitar?

¿Y sobre el nuevo personaje de Ian Rankin?

¿Y que tal aprender a ser más eficientes y efectivos? El clásico de Stephen R. Covey cumple 20 años sin haber perdido ni un ápice de su vigencia.

Los chicos de Salto de Página nos han dado otra brutal alegría con uno de sus fichajes más recientes: Ismael Martínez Biurrun y su «Mujer abrazada a un cuervo». Ganador del premio Celsius de Semana Negra, hace un par de años, nos augura fuertes emociones.

¿Y esta historia de Nueva York, de Edward Rutherfurd?

En serio. Ganas dan de pedirse un par de semanas de vacaciones y marcharse a una isla desierta, bien cargados de libros…

 

Jesús Bookman Lens  

EL INVIERNO DE FRANKIE MACHINE

Hay personajes que, desde las primeras páginas del libro que protagonizan, se convierten en tus amigos. Amigos invisibles, por supuesto, pero reales. Muy reales. Tanto, que no los olvidarás nunca.

Frankie Machine, el protagonista de la última novela de Don Winslow, es uno de ellos. Desde el arranque de la novela, cuando conocemos la severa rutina de un popular microempresario de San Diego, desde que se levanta hasta que se acuesta, sabemos que ese Frank va a ser un tipo de ley, uno de esos personajes que, durante muchas páginas, van a ser más personas de carne y hueso que de mero papel.

Winslow nos enseña sus cartas desde el principio: quiere que amemos a Fran, incondicionalmente y sin fisuras. Por eso nos lo presenta perfectamente integrado en la sociedad, como un ciudadano modelo al que sus vecinos quieren, respetan y admiran. Un currante de tomo y lomo, un prócer de la comunidad, un filántropo que ayuda a quiénes más lo necesitan.

Pero esa presentación, cuando una tormenta anuncia la llegada de “El invierno de Frankie Machine” a San Diego, apenas ocupa un primer deslumbrante capítulo descriptivo-costumbrista que, sobre la marcha, dará el giro que todos esperamos en una novela de Don Winslow, autor de aquella memorable, celebrada y brutal “El poder del perro”, que glosamos con pasión.

Porque antes de ser el Ciudadano Fran, como pronto tendremos ocasión de comprobar, el protagonista de esta adictiva y espectacular novela fue Frankie Machine, letal, frío, leal y profesional, muy profesional. Una máquina… de matar, por supuesto. Al servicio de la mafia.

Ea. Ya está dicho. Mafia.

A ver. ¿Qué has pensado cuando has leído “mafia”? ¿Qué imagen se te ha venido a la cabeza?

Posiblemente, el fotograma de alguna película o uno de esos diálogos cinematográficos tan potentes que hoy ya forman parte de nuestro acervo cultural más integrado y aceptado: “Ten cerca a tus amigos, Michael, pero ten más cerca aún a tus enemigos”. Porque la mafia es algo que el cine nos ha hecho familiar, cercano, atractivo y glamouroso. La televisión, sin embargo, se encargó de poner en solfa dicha imagen idílica y shakesperiana de la mafia.

El tránsito fue: de la magnificencia de los Padrinos de Coppola a la desmitificación de los Casinos y los Good Fellas de Scorsese para llegar al exacerbado realismo de Los Soprano.

Y de todo ello bebe “El invierno de Frankie Machine”.

No sé si, dicho todo esto, habrá que añadir algo más. En una frase: “el autor de “El poder del perro” novela la mafia americana, desde los años 60 hasta la actualidad”.

¿Puede haber algo más atractivo para leer, a nada que te llame la atención lo negro y criminal? En realidad, aunque no te la llame, vas a disfrutar con la biografía de un personaje tan atractivo como singular al que, a buen seguro, no tardaremos mucho en ver en una pantalla de cine (*). O, si tenemos suerte, en una pantalla de televisión.

¡Ya veremos!

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

(*) Un sencillo googling nos señala que el proyecto de llevar a Frankie Machine al cine pasó de las manos de Scorsese a las de Michael Mann, grandes pesos pesados… 😉