“Una historia de Myron Bolitar”. Así se subtitula uno de los libros de Harlan Coben que la Serie Negra de RBA pone felizmente a nuestro alcance. Y, en la portada, la canasta de baloncesto de un típico playground yanqui, con los rascacielos de una gran ciudad al fondo.
Así las cosas, ¿quién es Myron Bolitar y por qué pide tiempo muerto?
El bueno de Myron es un agente deportivo que, mientras se hace con una buena cartera de clientes, colabora con una agencia de seguridad haciendo trabajos de investigación privada. Por eso no es de sorprender que el magnate de una de las grandes franquicias de la NBA, la liga profesional americana de baloncesto, le pida ayuda para encontrar a uno de sus jugadores estrella, que ha desaparecido misteriosamente.
Sin embargo, la cosa empieza a ponerse realmente interesante cuando el referido magnate le pide a Myron que, para integrarse en el vestuario, para tener acceso a todos los jugadores y a sus intimidades, pase a formar parte de su plantilla.
Y es que Bolitar fue una de las grandes estrellas universitarias del baloncesto, al que una lesión de rodilla apartó de la gloria que la NBA le tenía preparada. Diez años después, operado y rehabilitado, Myron es capaz de echarse unas pachangas con los colegas los fines de semana. Ahora bien, de ahí a jugar en la NBA, aunque sean los minutos de la basura de unos cuantos partidos previos a los Play Off, media un abismo. Aunque, también es verdad, aquella muñeca suya, de terciopelo, sigue bien engrasada…
Una vez explicado todo lo anterior, ¿qué queréis que os diga sobre una novela que aúna dos de mis grandes pasiones, el género negro y el baloncesto?
¿Tengo que insistir en lo buena y brutalmente excitante que me ha parecido? ¿Os tengo que contar cómo me ha gustado el paseo que Coben nos da por las interioridades del mundo de baloncesto profesional americano, por la psique de sus grandes estrellas, por los arrabales de la fama?
Como sé que no, voy a poner el acento en un detalle sólo aparentemente anecdótico de “Tiempo muerto”: cuando, después de tantos años sin jugar, Bolitar se sienta en el banquillo y, al final del partido, con el marcador ya decidido, el público pide a voces que ingrese en la cancha, sentí una enorme y profunda indignación. Mayormente porque el ¿respetable? le solicitaba más por reírse que por verle realmente jugar.
Y sentí indignación porque, a veces, yo mismo me he reído desde mi asiento en el Pabellón de los Deportes de Granada, ante algún lance del juego. Reconozco que no va comigo lo de insultar (gravemente) a los jugadores y, desde luego, no creo que me hayan oído nunca llamarles “viejos”, “cojos”, “tullidos” y otras lindezas por el estilo. Pero, por si acaso, vayan desde aquí mis más sinceras disculpas si alguna vez se me ha escapado alguna barrabasada para con algún profesional de nuestra ACB. Leyendo cómo Bolitar intentaba abstraerse de la crueldad de los aficionados, entendí qué fácil y qué injusto es comportarse como un mamarracho, como un cretino, por el precio de una entrada.
Disculpen, Mis Estimados, esta digresión. Seguramente a ustedes les hubiera gustado que les contara más sobre los secundarios de la función, que los hay. Muchos y muy buenos. Como el letal socio de Bolitar o su deslenguada secretaria. Pero como Myron ha protagonizado algunas otras novelas de Harlan Coben y este “Tiempo muerto” me ha encantado, si les parece, dejamos estas presentaciones para dentro de poco, muy poco tiempo.
¡Salud y que viva el básket! Y la novela negra, claro.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.