Me gusta tanto lo de los no adscritos que estoy pensando en hablar con mi querida Katha, genial diseñadora gráfica, para tramar el diseño de una camiseta con un lema alusivo.
En este mundo en que las circunstancias parecen obligarte, siempre, a tomar partido, ser un no adscrito es toda una declaración de principios y podría convertirse casi es una filosofía de vida.
Un no adscrito, vaya por delante y quede claro, no es lo mismo que un equidistante, un indeciso, un pasota o un indiferente. Fijémonos, por ejemplo, en el Ayuntamiento de Granada, donde los no adscritos ya son el tercer grupo municipal con más concejales.
Un no adscrito es Sebastián Pérez, rebotado del PP granadino que él mismo presidió antes de detonar la bomba que hizo implosionar al anterior gobierno municipal. ¿O fue una explosión? El caso es que nadie tiene claro, empezando por él mismo, qué pinta Sebastián en la plaza del Carmen. O qué debería pintar, que de sus artes como escritor todavía no podemos opinar.
No adscritos son Manuel Olivares y Lucía Garrido, cuya espantá del gobierno de Luis Salvador y del propio partido con el que consiguieron sus actas de concejales les ha dejado en tierra de nadie, aunque bien cerquita de las fronteras populares, a la espera de que se abran las puertas que les permita cambiar el naranja por el azul.
También son no adscritos Luis Salvador y José Antonio Huertas, por mucho que se hayan incorporado al equipo de gobierno de Paco Cuenca. Si la política hace extraños compañeros de cama, no les digo ya de bancada. Es lo que tienen los caminos de ida y vuelta, que nunca sabes dónde terminarás poniendo el huevo.
¡Qué libertad, la de los no adscritos! Hoy aquí, mañana allí. Hoy naranja, mañana azul. O rojo. ¿Verde, incluso? ¿Morado? ¡Quién lo sabe! La vida es tan impredecible y da tantas vueltas…
Como les decía al comienzo de esta columna, de mayor quiero ser un no adscrito, libre como el viento y no sujeto a disciplina de partido alguna. Un verso suelto. Un renglón torcido. Pero cobrando la nómina todos los meses, eso sí, vayamos a tonterías.
Jesús Lens