Antifútbol frentista

Uno de los efectos colaterales de partidos de fútbol como el del sábado es que, durante su disputa y en las horas siguientes, las redes sociales se convierten en monotemáticas. Que si gol por aquí, que si fuera de juego por allá, que si a las 11 será la 12, que si enhorabuena, que si campeones…

El impacto global de partidos como el de Cardiff es tan brutal que apenas queda espacio para nada más. Y es ahí, por las rendijas, por donde tratan de colarse los antifutboleros, a través de concienciados mensajes del tipo: “si le prestáramos tanta atención a las injusticias como al fútbol…” o “más libros y menos goles”.

 

Siendo como soy un madridista irredento que huyó del fútbol hace mucho tiempo, no me gustan ese tipo de mensajes. Me irritan. No porque les falte razón sobre lo avasallador del deporte rey, sino porque provocan el efecto exactamente contrario al que pretenden.

 

La supuesta superioridad moral del que, en pleno éxtasis colectivo, nos recuerda que el mundo es una puta mierda o aprovecha para afearnos lo incultos que somos por no estar leyendo, convierte su causa en algo antipático, incómodo y molesto. Salvo que lo haga con humor, gracia o ingenio, por supuesto. Pero no suele ser el caso.

El Pepito Grillo que, mientras Ronaldo marca goles o Sergio Ramos alza la Copa de Campeones, aprovecha para criticar a la gente por estar perdiendo el tiempo con semejantes pamplinas mientras hay niños muriendo de hambre en el mundo, además de resultar impertinente, insulta su inteligencia.

 

¡Como si no se pudiera ser una persona socialmente consciente y políticamente comprometida y, a la vez, disfrutar de un partido de fútbol! Como si fuese incompatible ver baloncesto, una etapa del Tour de Francia o a Rafa Nadal en Roland Garros y, después, leer un libro, ir a un concierto o ver una película. De Kurosawa, incluso.

Santiago Bernabeu stadium. Madrid

Señores aguafiestas: el día tiene 24 horas. Y el ser humano es capaz de hacer cosas diferentes y variadas en tan largo lapso de tiempo. No es necesario ser héroe a tiempo completo. De hecho, no es ni recomendable.

 

Cada vez que un amante de los libros critica al fútbol, contraponiendo el placer de la lectura al de los goles, provoca un contagioso efecto rechazo hacia el mundo de la literatura que flaco favor le hace.

 

Jesús Lens

Empacho de fútbol

Lo mejor que tiene la NBA es que, pasados ya dos meses y medio desde que Cleveland ganó el anillo de campeón, derrotando a los Warriors en el séptimo partido… todavía quedan otros dos largos meses para que comience la temporada 2016/2017. De esa manera, cuando llegue el tip off y los Spurs de Pau Gasol se enfrenten a las huestes de Curry y Durant en el partido inaugural, los aficionados estaremos felizmente ansiosos por quitarnos el mono de baloncesto yanqui.

Durant Warriors

Viene esta introducción a cuento del horror que supone encontrarnos todavía en agosto, pero ya indigestados y hastiados de fútbol. Al menos, yo. Y es que, aun no viéndolo y haciendo todo lo posible por no seguirlo, es imposible sustraerse a su espantosa tiranía. Y a este espinoso e incómodo tema dedico mi columna de hoy, en IDEAL.

Este año, para más inri, la Liga española de fútbol ha tenido la desvergüenza y la desfachatez de comenzar cuando aún no habían terminado los Juegos Olímpicos, en un ejercicio de insaciable voracidad sin límites.

Aburrimiento futbol

Yo odio pocas cosas en la vida. Una de ellas es el fútbol. No lo odio ni como deporte ni como espectáculo. Lo odio porque el fútbol es como los eucaliptus, árboles de rápido crecimiento, muy útiles para el comercio de madera, pero que dejan estériles los suelos y no permiten que nada crezca a su alrededor.

Espero que mis amigos futboleros no tarden mucho en perdonarme estas líneas, pero ¿no resulta indecoroso que, a 30 de agosto, haya una crisis en el vestuario del Granada C.F. y que, con el equipo a medio hacer, el entrenador ya esté cuestionado?

¿Seguro?
¿Seguro?

El hastío que me provoca el fútbol llega a tal punto que no me importó un carajo la eliminación de España, a las primeras de cambio, en la pasada Eurocopa de fútbol.

De verdad, perdónenme pero discúlpenme. Sé la importancia que tiene, para una ciudad como Granada, albergar a un equipo en la máxima división del fútbol español. Me congratulo por los miles de aficionados que han estado apoyando al equipo rojiblanco en Segunda B y hasta en Tercera División. Espero ir a algún partido, esta temporada, a Los Cármenes y me alegraré si el Real Madrid gana otra Copa de Europa.

Pero todo ello no obsta para que, a 30 de agosto, la Liga, la Champions, la Copa del Rey y las Supercopas me salgan por las orejas. ¿Es grave, doctor?

Jesús Lens

Twitter Lens

 

La importancia de una palabra

Yendo de camino para el baloncesto, cruzando las calles de mi Zaidín, doy con esta pintada:

– Anda – me digo.

– Un ácrata que no comulga con las ruedas de molino del pensamiento dominante y, convencido de que el deporte rey es opio para el pueblo, deja constancia escrita de su descontento y malestar – pienso.

Doy tres pasos más allá y mi horizonte visual se amplía.

Ahora, la pintada queda así:

Y, la verdad, ya no sé qué pensar…

Jesús Lens y sus dominicales reflexiones de barrio. Anoche también eran de fútbol. Y el pasado miércoles… ¡uf!