Lo que importa, cada vez más, es la cáscara. La superficie. Lo de fuera. La imagen. La apariencia. Como es lo que primero entra por el ojo… Y sí. Es cierto. Es lo más fácil de ver. Pero, si no quitamos la cáscara, ¿cómo sabemos a qué sabe la fruta?
Antes, cuando iban a comprar sandías, nuestros mayores no solo las cogían y las apretaban entre sus manos, tratando de desentrañar los crujidos de su interior, sino que en las tiendas y mercados, el frutero les hacía calas para que el cliente pudiera probar y constatar su calidad.
Ahora, el generalizado cartel de “Prohibido tocar el género” nos disuade de acercarnos siquiera a oler la fruta, generalmente cubierta con plástico transparente. Ahora, nos contentamos con mirar su aspecto, de lejos, no quedándonos más remedio que fiarnos de la palabra del frutero.
Con lo del Orgullo ha pasado lo mismo. En vez de hablar de homofobia o discriminación, nos quedamos con la parafernalia de las carrozas. Y fíjense si importa la imagen que el remedo de un mal clown de un circo de provincias no solo ha llegado a ser Presidente de los Estados Unidos, sino que persiste y persevera en sus boutades, payasadas y salidas de tono.
Parece mentira que, con las herramientas e instrumentos tan sofisticados que tenemos a nuestro alrededor, cada vez rasquemos menos en los intersticios de cualquier asunto, quedándonos en la cáscara y en lo básico, comentando si tiene mejor o peor aspecto, pero sin analizar orígenes, causas y consecuencias.
Nos escandalizamos con los titulares, pero no somos capaces de leer el desarrollo completo de la noticia. Nos enardecemos con el eslogan, pero no hacemos por saber si se sustenta en datos, cifras o hechos. Nos aprendemos el estribillo, pero no le hacemos caso al resto de la canción. Y no digamos ya a los arreglos musicales. Tiramos de tópicos, argumentarios manidos y frases hechas, pero no mostramos curiosidad por saber en qué están realmente basados.
Todos sabemos que las cosas no son lo que parecen. ¿Por qué nos conformamos, sin embargo, con mirar la cáscara, lo de fuera, a la hora de emitir juicios, pareceres y consideraciones? ¿Por qué nos cuesta tanto ir más allá de lo aparente? ¿Por qué conformarnos con la etiqueta, cuando tenemos a nuestro alcance la ficha técnica y el manual de instrucciones, completo?
Jesús Lens