Continúa el idilio Blacksad & Eisner

Antes de saltar de la cama y lanzarme al colegio electoral, esta mañana volveré a leer el primer volumen de ‘Todo cae’, la enésima obra maestra de nuestro Juanjo Guarnido y Juan Díaz Canales protagonizada por Blacksad. Por tres razones. Primero: es una maravilla, una joya, una delicia. (Aquí, la reseña).

Segundo: ha ganado un Eisner. Que me disculpen los aficionados a los tebeos, pero de vez en cuando hay que volver a explicarlo. El Eisner es la Champions del cómic, el Pulitzer de las viñetas. Y sí, caigamos en el tópico: el Oscar de los tebeos. El Nobel del noveno arte. Un Eisner, disculpen la irreverencia, es Dios. Y Blacksad, o lo que es lo mismo, la criatura parida por Canales y Guarnido, ya atesora cinco. ¡Toma! 

¿Y la tercera razón para leerlo hoy temprano? Que no quiero arriesgarme a ser cosificado y convertirme en mesa. Electoral. Les tengo mucha fe a mis vecinos del Zaidín y seguro que esta mañana, a las 8 am exactamente, los designados para ello estarán como un clavo en el colegio. Y fijo que los suplentes también harán su aparición. Aun así y por si acaso, no me arriesgaré a ser de los primeros en votar, vayamos que falte un mesa y me toque a mí, por ansia viva electoral.  

Pero no nos desviemos, que ha sido mentar las elecciones y me ha entrado el nervio. Una semana sin trackings y ya tengo mono, intranquilo perdido. ¡No veo la hora de que cierren los colegios y se publiquen los resultados de las israelitas, las encuestas a pie de urna! Y luego ya el escrutinio, el pactómetro, las valoraciones y el resto de la parafernalia propia de los trasnoches de la fiesta de la democracia. 

Mientras espero la caída de la tarde, volveré a leer A Tom Gauld, que también ha ganado un Eisner: a la mejor publicación humorística. Así se la recomendaba a ustedes hace unos meses: “si le gustan los libros, es imperativo categórico que se haga con ‘La venganza de los bibliotecarios’, la genialidad más reciente de Gauld, publicada por Salamandra Graphics”. ¿Me hicieron caso?

Y no nos olvidemos de esto otro que les contaba en marzo: “Máxima atención al que va a ser, a buen seguro, uno de los cómics del 2023. Me juego una oreja a que, allá por diciembre, está muy arriba en la lista con lo mejor del año. Se trata de ‘Patos’, lo ha escrito y dibujado Kate Beaton y lo ha publicado Norma Editorial… (Aquí, la reseña).

Lectura imprescindible para todo quisqui, pero especialmente para los del “ni machista ni feminista”. Pues también le han caído dos Eisner. Ea. ¡A leer se ha dicho!

Jesús Lens

‘Contrition’: oscura luminosidad enfrentada al mal

Hace unos días, Mercedes Gallego, la corresponsal de nuestro periódico en EE.UU., se hacía eco de una noticia espeluznante que les resumo de la forma más fría y aséptica posible. Tiffany, una joven de un pueblo de Oklahoma, invitó a dos amigas adolescentes a pasar el fin de semana en su casa. Como el domingo por la tarde aún no habían dado señales de vida, la policía fue a la finca en cuestión. “Todos están muertos”, informó el sheriff. 

La actual pareja de la madre de Tiffany resultó ser un violador convicto y confeso que había salido de la cárcel hacía tres años, después de haber pasado dieciséis entre rejas. El lunes tenía que pasar por los tribunales para responder por nuevos cargos relacionados con mensajes de contenido sexual enviados a una menor y, antes de que llegara la hora señalada, mató a su mujer, a las tres hijas de ésta y a las dos chicas invitadas a su propiedad. Después, se suicidó. 

Me quedé conmocionado al leer la noticia. Y se me vino a la cabeza, con toda su crudeza, el cómic que ya les anticipaba la semana pasada y que, a pesar de lo contado hasta aquí, usted debe leer sí o también. De verdad de la buena. Es un tebeo en absoluto sensacionalista que debería llevar impreso el marchamo de ‘Imprescindible’ y ‘De lectura obligatoria’. Se trata de ‘Contrition’, con guion de Carlos Portela y dibujo de Keko y lo ha publicado Norma Editorial, que ya anticipábamos la semana pasada al hablar del mal en estado puro AQUÍ.

La portada es escalofriante, sin necesidad de mostrar nada particularmente tremendista, efectista o sanguinolento. Como el resto del cómic. El famoso menos es más. Échenle un detenido vistazo y verán. 

Contrition es una pequeña localidad de Florida en la que, por razones que descubrirán al leer el cómic —permítanme que insista: ¡han de leerlo!— se concentra un amplio número de antiguos convictos condenados por delitos sexuales. Viven allí en una especie de estado de suspensión. Algo parecido al limbo. Sin expectativas. Sin posibilidades. ¿Sin futuro?

Se incendia una casa y muere uno de esos antiguos convictos. Se abre una rutinaria investigación y una periodista empieza a hacer preguntas. Lo que sigue, y no le cuento a usted más, le dejará la mandíbula cada vez más desencajada. Hasta llegar al final. Y no. No es por lo que usted está (o podría estar) pensando. O tal vez sí. ¿Quién sabe?

 

‘Contrition’ es un artefacto narrativo y visual muy poderoso. El guion de Carlos Portela te agarra por la pechera y no te suelta, llevándote por sendas insospechadas, con quiebros en el camino que te sacuden y zarandean, pero sin un gramo de efectismo, carnaza o mal gusto, insisto. 

Y está el dibujo de Keko, al que una vez definí como ‘el Caravaggio del cómic español’ por su brutalísima utilización de un radical blanco y negro en el que las sombras y la oscuridad ofrecen viñetas de una fuerza arrebatadora. Recuerden la Trilogía del Yo, mano a mano con el gran Antonio Altarriba. AQUÍ, más información.

No quiero seguir contándoles nada más sobre ‘Contrition’. Sólo invitarles, una vez más, a disfrutar de una de esas lecturas que te hacen pensar y darle vueltas al coco, preguntándote qué harías tú si te vieras enfrentado a según qué situaciones. —“¿Disfrutar, con lo que has dejado caer hasta aquí, Lens?”—. Sí. Háganme caso. ‘Contrition’ te remueve, te interpela, te provoca. Pero su lectura se disfruta hondamente, desde la primera hasta esa última página que, al pasarla, te obliga a coger el móvil y escribirle a tus mejores amigos: “¿Lo habéis leído ya? Necesito hablar de ello”.

Jesús Lens

Cuando la maldad es una obra de arte

Me gusta leer durante las presentaciones de libros. Leer fragmentos del libro presentado, quiero decir. Por ejemplo, el siguiente párrafo del arranque de ‘Nadie en esta tierra’, la novela más reciente de Víctor del Árbol.

“No tengo un nombre que vosotros podáis conocer y eso debería tranquilizaros; lo que no se nombra no existe y, a fin de cuentas, una voz sin nombre es un eco sin presencia, de modo que podéis decidir que soy fruto de la imaginación o algo parecido a un fantasma, alguien que estuvo y ya no está. Probablemente algunos sintáis la tentación de convertirme en un monstruo de cuento, uno de esos personajes que utilizáis para asustar a vuestros hijos y hacer que os obedezcan cuando los mandáis a dormir, el hombre del saco. Pero lo cierto es que no soy un monstruo que vive en el bosque ni soy una presencia en la niebla de vuestras pesadillas; soy humano, lo atestiguan mis cicatrices, y vivo entre vosotros. Sencillamente las personas como yo existen y aunque cerréis los ojos y os tapéis los oídos, no voy a desaparecer. Será mejor que lo aceptéis”.

¿Qué tipo de villano prefiere usted, estimado lector? ¿Cuál le gusta más? ¿El que sabemos que lo es desde el principio de la historia o el que se descubre sorpresivamente en el tramo final? De la maldad en estado puro hablamos el domingo con Víctor en la Feria del Libro, tanto en la presentación de su libro como después, en el Chikito, tomando una cerveza. (El domingo escribimos AQUÍ de la Feria del Libro y AQUÍ, sobre la novela de Víctor).

En ‘Nadie en esta tierra’ conocemos al villano desde el mismísmo prólogo. Y como habla en primera persona y no deja de interpelar al lector a lo largo de la toda la novela, se convierte en una presencia muy perturbadora. Y, lo que es peor: muy atractiva. ¿Peor he dicho? ¿Y si, igual que menos es más; cuanto peor, mejor? Parafraseando a Mae West, “cuando soy buena, soy muy buena, pero cuando soy mala, soy mucho mejor”. 

Por ejemplo, el tío Charlie. Volví a encontrarme con él en ‘La sombra de una duda’, uno de los clásicos de Hitchcock que menos se le recuerdan y que a mí más me gusta. Que el afable, encantador y atractivo tío Charlie no es trigo limpio lo sabemos desde los mismísimos títulos de crédito con que se abre la película. A pesar de que no tardamos en saber a qué se dedica el personaje interpretado por Joseph Cotten, Hitchcock consigue que el espectador se sienta atraído por él. Sobre todo, por la fascinación que ejerce en su sobrina, con la que comparte nombre. Por el rapto de brillante alegría y luminosidad que le imprime al soso día a día de los vecinos de una gris, tediosa y aburrida ciudad de provincias.

No hay sorpresa. Hay suspense. La mirada del abismo. El horizonte de sucesos. La irreprimible atracción de los agujeros negros. Y es que, como decía el personaje de Lisa Bonet en ‘El corazón del Ángel’, siempre es el malo el que hace latir deprisa el corazón de una chica.

Se me termina el espacio y no les he hablado de dos cómics recientemente publicados por Norma Editorial en los que el mal te asalta de principio a fin. El primero es ‘Contrition’, de Carlos Portela y Keko, y tiene la portada más inquietante que he visto en mucho tiempo. Lo comentamos pronto. El segundo viene compilado en dos dos soberbios tomos, se titula ‘El asesino’, es de Matz y Luc Jacamon y el protagonista mata por encargo.

Un flipe. Ya lo verán. Y también hablaremos de él largo y tendido. 

Jesús Lens

Enrico Marini y el ‘Noir Burlesque’ más sugerente

El pasado verano, allá por julio, apareció la primera entrega del ‘Noir Burlesque’, un álbum escrito y dibujado por el suizo Enrico Marini y publicado por Norma Editorial. El encargado de dar la voz de alerta fue, por supuesto, el profesor Juan Varo, cuyo muro de Facebook es una ruina: como no para de hablar de libros, discos, películas y cómics imprescindibles, su sapiencia termina generando un pozo sin fondo en el bolsillo. Feliz y gozoso, eso sí. 

¡Cómo disfruté de aquella primera entrega de uno de los cómics más canónicamente noir que hemos tenido la suerte de disfrutar estos meses! Allí estaba todo: la mujer fatal, el maleante cínico y de vuelta de todo envuelto en una peligrosa trama, el peligroso gángster que quiere tenerlo todo bajo control, los clubes de jazz, los callejones oscuros… y sexo. Mucho sexo. Hardcore. ¡Un puro despiporre negro-criminal que habría hecho las delicias de los mismísimos Raymond Chandler y Dashiell Hammett!

Lo único malo que tenía la primera entrega del ‘Noir Burlesque’ era que no terminaba, por lo que la paciente espera hasta la edición del segundo tomo me ha dejado sin uñas. Pero ya está aquí. Ya ha llegado a las librerías y, por tanto, podemos recomendarlo vivamente, que es un cómic que está de muerte. 

Además, el segundo volumen evoluciona para incluir una inenarrable trama protagonizada por un cuadro cubista de Picasso —la historia se desarrolla en los años 40 del siglo pasado, una vez terminada la II Guerra Mundial— homenajea a célebres gángsteres como Bonnie and Clyde o Dillinger y sus golpes en zonas rurales e introduce a un indio salvaje, en un sentido nada eufemístico, para terminar de depurar un exquisito aroma a western noir. 

Si a esa tremenda y sinuosa trama añadimos el excitante dibujo de Marini, un blanco y negro teñido de rojo con amplia representación de grises difuminados, nos encontramos con uno de los mejores homenajes posibles al género negro clásico más atemporal.

Como no quiero contarles nada más sobre la trama, me centro en el autor, ese Enrico marini del que quiero leerlo todo. Porque mira que tiene amplia variedad de registros temáticos, el tío… Ojo al resumen que hace Norma Editorial en su web: “A principios de los noventa se pasa a la ciencia ficción con ‘Gipsy’, una serie futurista protagonizada por un camionero gitano. En 1996 cultiva el western con ‘L´Étoile du Désert’, con guión de Stephen Desberg, y en 1998 hace lo propio con el terror al crear junto con Jean Dufaux la saga ‘Rapaces’. Obtiene su mayor éxito al lanzar en el 2000 la serie de capa y espada ‘El Escorpión’, de nuevo en colaboración con Desberg. Otro título destacado en su carrera es ‘Las águilas de Roma’, como autor completo”.

Si usted es lector habitual de esta sección habrá colegido que lo ‘Gipsy’ y ese camionero gitano del futuro me tiene loco perdido, faltaría más. Además, Marini es muy activo en redes sociales y su Instagram es una gozada. Miren la cuenta @marini_art y disfrutarán de su proceso creativo. Hay mucha ilustración basada en ‘Noir Burlesque’, por cierto. Échenle un vistazo y tendrán más argumentos para darse un salto a la librería y llevarse los cómics bien calentitos. Los leerán y releerán con ansia, placer y delectación.

Jesús Lens

‘Hierba’ y ‘Patos’, dos cómics de obligada lectura

Fue el cómic del 2022, reconocido de forma prácticamente unánime por la crítica especializada y el público lector más entregado. ‘Hierba’, de la artista coreana Keum Suk Gendry-Kim, es un alarde, un prodigio de sensibilidad que emociona desde la primavera viñeta. El tratamiento de la naturaleza que hace con la tinta es portentoso y la vinculación entre la hierba que le da título al álbum y la mujer que lo protagoniza resulta conmovedora.

De la II Guerra Mundial sabemos mucho… de lo que pasó en Europa. De lo ocurrido en otros países, sin embargo, apenas conocemos nada. Por ejemplo, en Corea. Y en China. Lo que hicieron los soldados japoneses por allí es inenarrable. O lo fue. Hasta que las nuevas generaciones se han lanzado a contarlo. 

‘Hierba’ desgrana la historia real de Ok-Sun, una niña, una joven explotada como ‘mujer de consuelo’, un eufemismo para lo que no eran sino esclavas sexuales. ¿Cómo puede estar narrada con tanta sensibilidad una historia tan dura y sórdida? Ese es el milagro de este tebeo publicado por Reservoir Books, que ya figura en la estantería de los libros imprescindibles por siempre jamás de mi biblioteca. 

Y máxima atención al que va a ser, a buen seguro, uno de los cómics del 2023. Me juego una oreja a que, allá por diciembre, está muy arriba en la lista con lo mejor del año. Se trata de ‘Patos’, lo ha escrito y dibujado Kate Beaton y lo ha publicado Norma Editorial. Se subtitula ‘Dos años en las arenas petrolíferas’ y es autoficción. Pero con sentido. Que a mí, ese género… como que no. 

En ocasiones contadas, sin embargo, solo la autoficción puede profundizar en historias como la Kate. Solo quien lo ha vivido en primera persona tiene la capacidad de reflejar cómo lo percibió y cómo se sintió. En este caso, al integrarse en un universo laboral netamente masculino, en los campos petrolíferos de Canadá, con un frío glacial y con apenas veintiún años de edad.

Lectura imprescindible para todo quisqui, pero especialmente para los del “ni machista ni feminista”.  

Jesús Lens