Yo hubiera votado Torrenuevayork. Como chuchero de pro, también me gustaba Sacratif, pero el cosmopolitismo de un nombre como Torrenuevayork es imbatible.
Al final, sin embargo, ha triunfado la opción más lógica, seria y menos traumática: Torrenueva Costa. Y es que los torreños, al segregarse y convertirse en municipio independiente de Motril, han tenido que cambiar de nombre, que ya existía otra Torrenueva en Ciudad Real. Y, sin complicarse la vida, han sido pragmáticos. Y de ello hablo hoy en mi columna de IDEAL.
Por una parte, lo entiendo. Es razonable. Pero, por otro lado, me parece una oportunidad perdida. No siempre tiene uno la oportunidad de rebautizarse y poder elegir un nuevo nombre para el pueblo en que vive, de forma que resolver el tema de la forma más previsible, le quita gracia al asunto.
Y es que no somos especialmente originales con esto de las denominaciones. Sobre todo, la gente de la montaña, que no duda en utilizar nombres tan manidos como Picacho Alto, Cinco Lagunas, Laguna Larga, etcétera. ¡Qué sosería, por favor!
Recuerdo, cuando bajábamos a Carchuna en el Seat 131 familiar, que mi padre nos hablaba de Talará, a la altura de Lecrín. ¡Cómo me gustaba ese nombre, que me recordaba a Tralará e invitaba a contar mentiras! Y nunca me pareció buena idea que Asquerosa se convirtiera en Valderrubio, por ejemplo.
Por eso, siempre que voy a Madrid y el bus para a mitad de camino, me encanta entrar en el bar de turno y pedir el auténtico y genuino hojaldre de Guarromán, un pueblo que no solo ha mantenido incólume su identidad, sino que ha sacado pecho y lidera la Asociación Internacional de Pueblos con Nombres Feos, Raros y Peculiares.
Insisto en que entiendo perfectamente la decisión de mis vecinos torreños de seguir viviendo en Torrenueva, añadiéndole el sencillo y descriptivo Costa al tradicional nombre del pueblo. Pero también es verdad que han dejado pasar la oportunidad de sumarse a la siguiente nómina de localidades singulares: La Ramera (Asturias), Berga (Barcelona), Parderrubias (Pontevedra), Villalibre de la Jurisdicción (León), Casas de Fernando Alonso (Cuenca), Las Torres de Cotillas (Murcia) o Guasa (Huesca).
Ya les digo que a mí me hubiera gustado Torrenuevayork. Para poder tomar unos espetos en un chiringuito que se llamase Torrefeller, por ejemplo. O pasear por la avenida Nueva Madison y cruzar el puente de TorreBrooklyn. ¿Se imaginan, cuánto glamour?
Jesús Lens