Estos meses, amigos y compañeros de charla me tienen que aguantar unas chapas terribles. En cuanto sale a relucir en la conversación lo mal que está todo en Granada, pido la palabra y, sin pedir perdón, me lanzo a soltar una barahunda de positivismos que desconcertaría al mismísimo Paulo Coelho.
Meto en la coctelera el acelerador, la IA, la UGR y el ranking de Shanghai. Las empresas tecnológicas que se instalan en Granada, Escúzar, el PTS, el Geoparque y el sector biosanitario. Los productos tropicales y cooperativas como La Palma, Gallombares o Dcoop. Soy capaz incluso de sacar a colación las comunicaciones, que faltarán frecuencias, pero tenemos metro, AVE, aeropuerto y autovías. Sin olvidar Sierra Nevada, Alhambra y Albaicín, que seguirán ahí por siempre jamás.
Ahora le llamo ‘Marcarme un Covirán’, por el equipo de baloncesto: durante la pretemporada y sin empezar la competición oficial, ya se daba al equipo por descendido, de vuelta a la LEB Oro después de un año ridículo y catastrófico. Tras cuatro jornadas, mírenle ahí arriba, en lo alto de la clasificación, tan pichi, haciéndonos disfrutar y vibrar.
Nos cuesta ver y creernos lo bueno que atesoramos. Destacarlo, resaltarlo y celebrarlo. ¿Saben ustedes, por ejemplo, la cantidad de buenísimos escritores y escritoras de género negro que hay en Granada? Ahora que estamos ultimando el programa de Granada Noir 8 y no damos abasto para cuadrarlos a todos, cobro conciencia de ello. ¿Insistimos en lo del cómic y la ilustración, la pintura y demás manifestaciones artísticas o en la excitante programación musical de cada semana?
Hay problemas, carencias y dificultades en nuestra tierra; es cierto. Pero no podemos estar regodeándonos en lo malo nada más. “¡Siempre negativos!”, que diría van Gaal. No se trata de ser conformistas ni de emplear la táctica del avestruz, pero sí de ser objetivos.
Jesús Lens