GRANADA DE CINE

Dejamos la columna de hoy viernes de IDEAL, en clave obviamente cinéfila, con la semana que hemos tenido y lo que blogueamos el martes pasado

El anuncio de que más de doscientas películas han utilizado la Alhambra como privilegiado plató de rodaje para contar historias pertenecientes a géneros tan distintos como el bélico, la comedia o el musical; ha hecho que, de golpe, empecemos a pensar en Granada como tierra de cine.

Hace unos meses nos solazábamos con las imágenes animadas de «El lince perdido», pateando todos los rincones de la geografía andaluza, con parada en espacios tan reconocibles como Sierra Nevada o el Castillo de la Calahorra. Y la presencia de Antonio Banderas en la Alhambra, buscando localizaciones para la biografía de Boabdil, nos permite reflexionar sobre la importancia que tiene el cine en la consolidación de la imagen de una ciudad en el imaginario colectivo de los espectadores.

Por ejemplo, después de ver una película tan divertida, vitalista y optimista como «Bienvenidos al norte», ¿quién no tiene ganas de visitar los deliciosos pueblecitos de Calais? De hecho, tras la filmación en Praga de una de las entregas de «Misión imposible», el turismo creció más de un 40% en la capital de la República Checa. La trilogía del Señor de los Anillos sirvió para poner en el mapa viajero a un país tan improbable como Nueva Zelanda y el arrollador éxito de «Memorias de África» hizo que la demanda de safaris en los parques nacionales de Kenya y Tanzania creciera exponencialmente.

 

Por eso, hace años, la negativa de las autoridades a que Steven Spielberg filmara en la Alhambra algunas secuencias de la tercera parte de Indiana Jones nos cayó como un jarro de agua fría a quienes nos gusta el cine y amamos a nuestra ciudad. De hecho, cuando vimos a Indi cabalgar por el desfiladero del Siq y desembocar frente a la fachada del Tempo del Tesoro de la ciudad nabatea de Petra, nos morimos de la envidia.

Ya sabemos que la Alhambra es universalmente conocida y que no necesita de publicidad extra para atraer a cientos de miles de visitantes cada año -aunque el fiasco de las Siete Maravillas del Mundo podría cuestionar dicha certeza- y que su preservación hace necesario ser muy rigurosos con su explotación turística. Pero el efecto arrastre que la proyección internacional de una Alhambra de cine podría tener para Granada debería ser estudiado con mimo y atención.

 

En Barcelona hay rutas turísticas basadas en libros tan modernos como «La sombra del viento» y, más reciente aún, en películas como «Vicky Cristina Barcelona». En Madrid y Sevilla funcionan desde hace varios años las conocidas como Film Commissions, a través de las que se canaliza, organiza y fomenta la explotación audiovisual de sus calles y monumentos más preciados y conocidos. En Granada funciona una Film Office para gestionar los permisos de filmación en sus calles, pero se echa de menos una compilación al estilo de la realizada en la Memoria Audiovisual de la Alhambra y, por supuesto, un ciclo de cine como el organizado en la envidiable Biblioteca de Andalucía.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

LA MIRADA DE ÁFRICA

La columna de hoy viernes de IDEAL, dedicada a mis compañeros de viaje, los que ya hemos hecho y los muchos que están por hacer. Va por ustedes, lobos y aldeanos, los veteranos y los nuevos.

 

Ha querido la casualidad que estos días coincidan, abiertas al público, dos exposiciones fotográficas de temática parecida: una mirada hacia y desde África. Y en ambas he tenido participación, de forma más o menos directa, al haber estado en varios de los viajes en que se hicieron las fotografías.

 

Una es la de Alicia Núñez, que está siendo todo un éxito y que se puede visitar en el Centro Cultural Puerta Real de CajaGRANADA. De ella, aunque haya otras fotos más espectaculares, me quedo con las realizadas en Etiopía y Tanzania. Sobre todo, con la de Toro y otras dos niñas Hammer que, para mí, representan el futuro de África, la ilusión y la esperanza, pero también el miedo y la incertidumbre.

 

La exposición de Alicia, que ya ha sido visitada por miles de personas, es de una calidad técnica impecable y muestra una mirada limpia hacia los rostros de los habitantes del continente más pobre de la tierra.

 

La otra exposición, «De Dakar a Saint Louis», colectiva, está conformada por las imágenes que un grupo de viajeros tomamos a lo largo de nuestro periplo por Senegal. Fotografías de unos aficionados que, sin más pretensión que la de mostrar lo que íbamos viendo en nuestro viaje, se pueden visitar en la acogedora calidez de La Tertulia, ese impagable e imprescindible garito de la calle López Mezquita tan cargado de historia y simbología, auténtico dinamizador cultural de nuestra ciudad.

 

Cuando buscaba un título para esta columna, una palabra era obligatoria: mirada. Porque el común denominador de estas dos exposiciones es precisamente ése, el de la mirada. Una mirada en dos sentidos y dos direcciones. La primera, por supuesto, es la mirada del fotógrafo hacia África, sus paisajes, sus curiosidades, su especial idiosincrasia, su colorido. Es una mirada descubridora y sorpresiva de una realidad que, estando ahí al lado, nos resulta abismalmente ajena.

 

Pero hay otra mirada, más profunda e intensa: la que las personas retratadas devuelven al espectador. Son miradas que hablan, que cuentan cosas. Son miradas que, si bien te cautivan, también provocan que te hagas preguntas y te cuestiones algunas teóricas certezas.

 

Y ahí es donde radica el auténtico interés de una exposición como ésta: en el cariño con que los viajeros intentamos captar las vidas cotidianas de algunas de las personas con las que nos cruzamos en esos caminos perdidos de África que glosara Javier Reverte. Voluntariosos y aficionados intentos de mostrar estampas que nos hablan de un África dura, pero también alegre y esperanzadora, luminosa, optimista.

 

Si tienen un rato, déjense caer por La Tertulia y, tomando un café, una cerveza o una infusión, sumérjanse tranquilamente en la voluntariosa ruta que, uniendo Dakar y Saint Louis, pretende acercarnos a un país tan hermoso como Senegal, a sus paisajes, a sus mercados y, sobre todo, a sus gentes.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.       

GRANÁFRICA

A ver qué les parece la columna de hoy de IDEAL, que toma un distanciamiento con la actualidad… ¿o no?

 

En la presentación del libro «Tombuctú. El reino de los renegados andaluces», Antonio Claret se refirió a la abismal separación que suponen los catorce kilómetros del Estrecho de Gibraltar. Una insalvable brecha no sólo económica, sino también social y cultural, de forma que lo que ocurre al otro lado del Mediterráneo, a los europeos, nos interesa poco o más bien nada.

 

Pero esto no siempre fue así. Como el libro de Antonio Llaguno se encarga de demostrar, hubo un tiempo en que la relación de España con Marruecos y los reinos del sur del Sahara fue fluida y abundante. Sobre todo, por razones geográficas, los andaluces jugaron un papel determinante en tierras africanas: «A pesar de las vicisitudes por las que pasó, la estructura política-administrativa creada por los hispano-marroquíes en la curva del Níger en 1591 pervivió casi dos siglos y medio y significó, entre otras cosas, la presencia duradera de las dos riberas del Mediterráneo en ese rincón del África Negra.»

 

«Tombuctú. El reino de los renegados andaluces» cuenta la historia de un almeriense, Yuder Pachá, que protagonizó una apasionante aventura en el corazón del continente negro, conquistando todo un Imperio. Y el mismo Antonio Llaguno publicó en la editorial Almuzara otro libro con una temática parecida: «La conquista de Tombuctú». Libros hermosamente editados, con el mimo y el cariño del trabajo artesanal bien hecho.

 

No es casual que, al frente de Almuzara, se encuentre Manuel Pimentel, una de esas personalidades arrolladoras que no tienen empacho en presentar su dimisión como Ministro de Trabajo cuando no le gusta lo que ve, para lanzarse a una de las aventuras más osadas que pueda haber: convertirse en editor independiente y, en muy poco tiempo, levantar una de las editoriales más señeras, activas e interesantes de nuestro país.

 

Una editorial que publica libros de éxito, como «Entre limones» de Chris Stewart, pero que también está haciendo un ímprobo esfuerzo por recuperar la memoria histórica de la presencia andaluza en África, siempre ensombrecida por la especial vinculación de nuestro país con el continente americano. El propio Pimentel ya escribió «Los otros españoles. Los manuscritos de Tombuctú: andalusíes en el Níger», a cuatro manos, con el maliense Ismael Diadie Haidara y ahora acaba de publicar una apasionante novela, «El arquitecto de Tombuctú», en que cuenta la intensa vida de un granadino universal: el poeta, arquitecto y viajero Es Saheli.

 

Además, la editorial granadina Almed va a recopilar próximamente todo el ciclo africano del novelista Manuel Villar Raso, auténtico precursor de esta recuperación del legado andaluz en África con la lejana publicación de un libro capital: «Las Españas perdidas».  

 

A través de esta encomiable labor, escritores, investigadores y editores están contribuyendo a acortar la brecha cultural que nos separa de un África que, de forma incomprensible y paradójica, estaba mucho más cerca de nosotros cuando los viajes se hacían en camello y duraban varias semanas.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

RETROBACK COMO SÍNTOMA

La columna de hoy de IDEAL que, más que polémica, espero encuentre buena acogida y genere complicidad.

 

«Otra vez mirando atrás y haciendo ejercicios de nostalgia». Reconozco que ésa fue mi primera reacción cuando me enteré de que Granada iba a contar con un nuevo festival de cine, llamado Retroback, para que no cupiesen dudas. (hace dos días hablabamos también en IDEAL del Festival: «Mitomanía contra la crisis»)

 

Como ciudadano de una Granada que parece aquejada de vértigos, angustias y mareos cada vez que se percata de que hemos entrado en el siglo XXI, me hubiera gustado tener un Festival de Cine Independiente al estilo Sundance, o algo parecido al ArtFutura, para variar. Pero como cinéfilo compulsivo, inmediatamente refrené estos pensamientos. A fin de cuentas, la posibilidad de ver en pantalla grande clásicos inmemoriales de la historia del cine era de lo más apetecible y sugerente.

 

Y llegó el final de la cuesta de enero y, con ella, Retroback. Poco a poco, la ciudad se fue vistiendo de cine. Partiendo de un ajustado presupuesto y a base de detalles tan sencillos como una alfombra roja, un hermoso vestido o un puñado de carteles de gran tamaño, estratégicamente situados por el centro de Granada, la expectación fue creciendo.

 

Las salas de cine abrieron sus puertas y los espectadores… hemos respondido en masa, demostrando que hay criterio y que, cuando nos ofrecen un producto de calidad, bien envuelto y bien servido, no dudamos en consumirlo con pasión. Siempre me ha parecido increíble e inaudito que en una ciudad universitaria y supuestamente culta como ésta no hubiese una sala de cine digna que programara VO o un tipo de cine distinto al habitual. Sí. Estaba el Aliatar. Por eso recalco lo de «digna».

 

El pasado lunes, lloviendo, proyectada en su francés original, una película como «El quimérico inquilino» consiguió abarrotar una sala mediana del Cinema 2000 de Neptuno. Y para ver «Desayuno con diamantes» se ha agotado el billetaje y ha sido necesario programar un pase suplementario y de urgencia, dada la enorme cantidad de peticiones de entradas que había.

 

¿No debería hacernos reflexionar todo esto? Sea mirando hacia atrás, como hace «Retroback», sea mirando hacia la periferia, como hace «Cines del Sur», lo evidente es que, en el supuesto paraíso cultural granadino, ver otro tipo de cine durante todo el año, proyectado de forma regular y en buenas condiciones, debería ser posible. Y hasta exigible.

 

El ejemplo de otra película francesa, «Bienvenidos al Norte», también resulta bien ilustrativo de que, fuera de modas, tendencias o marketing, cuando un producto es bueno, triunfa. Se trata de una película de una sencillez apabullante, que cuenta una historia atemporal, pero tan bien filmada e interpretada que provoca  numerosas carcajadas. Aún basando su humor en algo tan supuestamente localista como el acento de los habitantes de una remota zona de Francia, la película está cosechando éxito y parabienes en todo el mundo. Lo pequeño, lo distinto y lo diferente, cuando se hace con pasión y con talento, tiene alcance universal. Y en Granada ¡queremos verlo!

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

¡HUELGA!

La columna de hoy de IDEAL, de las que despiertan una cierta polémica. De hecho, ya he tenido la primera, tomando café por la mañana…

 

¿Arde Plaza Nueva? La verdad es que no. El otro día me di un paseo por la zona, entré en el Pilar del Toro, me dejé caer por el Torres y demás barras frecuentadas por la magistratura granadina, subí por el Paseo de los Tristes y no me pareció que nada anormal estuviera pasando en el corazón judicial de nuestra Andalucía. Y sin embargo, a unas semanas vista, parece que los jueces andan montando algo parecido a una huelga, lo que, además de inaudito, es ilegal.

 

Son las cosas de esta España nuestra. Con tres millones de parados y una previsión de llegar a los cuatro cuando lo más crudo de la cruda crisis nos machaque de forma implacable, a lo largo de este presumiblemente infausto 2009, quiénes andan preparando una huelga son los jueces.

 

¡Toma del frasco!

 

No voy a entrar en la ilegalidad de la misma. Ni siquiera en si la judicatura tiene o no motivos para plantear una agria protesta en alta voz, con o sin huelga. Cualquiera que haya tenido relación con el mundo del derecho sabe que los juristas, en general, son inveteradamente alérgicos a la informática, a la aplicación de las nuevas tecnologías y a cualquier cosa que suene a la sociedad de la información. Si hay algo en España con olor y sabor a rancio y noventayochista siglo XIX es nuestro sistema jurídico. Y todo lo que le rodea.

 

Esas montañas de legajos cosidos con aguja y cuerda, amontonados en pilas de precario equilibrio en cualquier juzgado, son parte reconocible de nuestro paisanaje y prueba palpable del fracaso de la modernización de la función pública española. Es decir, que hay que invertir en nuestro sistema judicial. Por supuesto que sí.

 

Sin embargo, que en el germen de esta protesta esté la no-sanción al juez Tirado y, sobre todo, que en tiempos de recesión económica mundial, con cientos de miles de personas haciendo cola en las oficinas del INEM; provoca vergüenza ajena que, quiénes amenacen con ir a la huelga, sean los jueces. Como ocurre con los pilotos de avión, los controladores aéreos y demás privilegiados empleados del sector aeronáutico, cercanos a ese SEPLA que, con su caciquismo y sus huelgas de celo, provocan diariamente el caos en nuestros aeropuertos y complican la vida de millones de ciudadanos, rehenes de sus avariciosos desmanes.

 

Por ética y por estética, es inaceptable que jueces o pilotos de avión se pongan en huelga cuando la crisis económica va a llenar Plaza Nueva de parados, los lunes al sol. A ver con qué cara se ponen sus togas, jueces y magistrados, y se echan a la calle, detrás de una pancarta. ¿O no es ese tipo de huelga la que se están planteando? De aquí a nada, la sinrazón nos mostrará a los jugadores del Real Madrid, de piernas caídas, reclamando airadamente primas, incentivos y derechos de imagen. Vivir para ver.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.