Desde IDEAL, una recomendación a modo de orden imperativa: Vayan al cine a ver “La gran apuesta”. Volando. Vayan a ver la gran favorita para los Oscar de este año porque es una bofetada de realidad que, a través de un humor negro, ácido y sarcástico, cuenta algo tan duro como el tema de las hipotecas subprime y el hundimiento de Wall Street que dio el pistoletazo de salida a la crisis. ¿Recuerdan que, en aquellos meses de 2007, el capitalismo estuvo al borde del abismo, enfrentado a sus más monstruosas contradicciones?
Me dio mucha alegría encontrar en el cine a varias decenas de jóvenes que se carcajeaban a mandíbula batiente con una película modélica, complicada, chispeante y terrible; todo a la vez. Un filme que, como “Steve Jobs”, nos reconcilia con un cine que apela a la inteligencia de los espectadores. Y de todos los momentos memorables de un guion prodigioso, voy a destacar uno que es extensible y aplicable a numerosas facetas de nuestra vida.
Cuando los analistas de un fondo de inversión estaban estudiando el valor real de un complejo producto financiero basado en préstamos hipotecarios, en vez de hacerle caso a los informes de las gestoras, a los análisis de los bancos y a las valoraciones de las agencias de calificación; se quitaron los trajes y las corbatas, se arremangaron las camisas y se fueron a visitar los inmuebles hipotecados, uno por uno, para comprobar de primera mano qué había detrás de las extraordinarias calificaciones crediticias con que habían sido bendecidos.
Visitaron las casas, hablaron con los pocos inquilinos que encontraron, descubrieron avisos de reclamación por impago de la hipoteca rebosando en los buzones y, atónitos, constataron que buena parte de aquellos préstamos estaban soportados por ruinosas infraviviendas con un valor cercano a cero. Hablaron con inconscientes agentes inmobiliarios e imprudentes gestores comerciales y, finalmente, con una striper… dueña de varias propiedades adquiridas a través de decenas de créditos. Llegados a ese punto tuvieron claro que aquel castillo de naipes estaba a punto de derrumbarse.
En mitad de la vorágine, aquellos tipos hicieron algo tan sencillo como inédito: salir de sus despachos, bajar de sus torres de marfil y pisar el suelo. Como dice el narrador de “La gran apuesta”, lo único que hicieron fue mirar. Algo aparentemente sencillo y banal, pero que nadie hacía.
Mirar.
Y así, sólo mirando, se dieron de bruces con la realidad. Y actuaron en consecuencia. ¿Que qué hicieron? Vayan a ver “La gran apuesta” y lo comentamos.
Jesús Lens