Bacarrá

«Óscar Urra remata con este relato la peculiar trilogía que comenzara con “A timba abierta” y continuara en “Impar y Rojo”, y cierra así uno de los relatos más ágiles y desenfadados del reciente policial español.”

Se puede decir más alto, pero imposible describir con mayor precisión y claridad la nueva novela de Óscar Urra, publicada por la editorial Salto de Página, igual que las dos anteriores.

Para saber más de un título que os recomiendo largamente, daros una vuelta por ESTE Blue and Noir, nuestro Club de Jazz virtual que empieza a echar humo, cuando llega noviembre…

Jesús jazzero Lens

PD I.- La dedicatoria de Óscar

PDII.- ¿Y en 2008, 2009 y 2010?

¡HAGA DE ENTRENADOR GUAY!

Yo iba a preguntaros (textualmente) por Shutter Island, pero la lectura de la prensa seria mañanera y un mail en labandeja de entrada me han hecho cambiar de prioridades.

 

¿Habéis leído hoy el Marca? O era el As. No lo sé. El caso es que el entrenador del Villareal les puso a sus jugadores un fragmento de Al Pacino en «Un domingo cualquiera» para estimularles, antes de salir al campo.

 

Con ello se une a Guardiola, cuyos proverbiales «saber hacer, saber estar» empiezan a cansar, la verdad. Porque si el vídeo de Gladiator en la final de la Champions dio la vuelta al mundo, el pasado fin de semana, Pep les puso a sus jugadores un Informe Robinson con la expedición que se montó para el rescate de un montañero herido, para resaltar lo importante del espíritu solidario y el trabajo en equipo.

 

Lo comentaba con Óscar Urra (si aún no habéis leído sus novelas, no sabéis lo que os estáis perdiendo), otro merengón como la Copa de un pino. Y coincidíamos -en mi caso, con un punto de envidia- en que Guardiola empieza a ser demasiado perfecto, casi un personaje literario que levita por encima del bien y del mal.

 

Y entonces, Óscar, que además de ser devoto de la única religión futbolística verdadera y de escribir como Dios, es un cachondo, nos proponía el siguiente juego:

 

«¡Haga de entrenador guay!»

 

¿Qué película pondría usted a los jugadores del Real Madrid antes de jugar en el Bernabeu la final de la Champions de este año?

 

Él mismo nos propone algunos posibles títulos:

 

«El Ultimatum de Bourne»

«Cometieron dos errores»

«Los Vikingos»

 

Y yo todavía me estoy despelotando de la risa.

 

Los blaugranas seguro que optarán por títulos como «Misión imposible». Y los amantes de los remakes disfrutarían con los renacidos «El equipo A».

 

Yo todavía ando pensando en cuál sería la mejor de las pelis, pero entre tanto… ¡pasapalabra!

 

Venga. A darle al bolín.

 

¡Haga de entrenador guay!

 

Jesús Lens & Óscar Urra.

IMPAR Y ROJO

Sábado. Un inmejorable día para leer. En una de nuestras páginas hermanas, La Balacera, tenemos ESTA reseña sobre una excelente novela de Oscar Urra, «Impar y rojo», publicada por la editorial Salto de Página.

 

De Óscar ya hablamos, mucho y bien, de su «A timba abierta», hace unos meses.

 

Reproducimos un extracto de la reseña que, a la vez, reproduce unos párrafos de la novela.  

 

«¿Qué te parece este holandés que hemos fichado?

 

Las cejas del camarero hicieron un gesto peregrino que podía significar «bien», «mal», «habrá que ver» o cualquier otra cosa que deseara su interlocutor. Para sobrevivir en El Portón había que ser discreto, neutral, andarse listo y conocer el arte de no pillarse los dedos…

 

-Los holandeses pueden ser buenos, o malos. A veces ni una cosa ni otra.

-Opino igual.»

 

Ni que decir tiene que he utilizado este pasaje para ese proyecto del que venimos hablando de un tiempo a esta parte: «Café-Bar Cinema«, un largo trabajo sobre cine, bares y cafés en que, por supuesto, la mejor literatura tiene un hueco, tan necesario como imprescindible.

 

Lo dicho, para leer el resto de la reseña, AQUÍ. Pero lo importante es leer el resto de la novela 😀

AGÜIMES – SEMANA NEGRA: LIGERO DE EQUIPAJE

Créeme: de todo lo que llevas en el petate, cuando sales de viaje, te sobran tres cuartas partes. Y más. Como decía Rodolfo, viajo ligero de equipaje. ¡Y tanto! Pero a ti no te interesa, ahora, saber de mis cuitas con la maleta perdida por IBERIA el pasado viernes y aparecida el miércoles en Canarias. Ya te contaré, con pelos y señales. Ni, posiblemente, tengas ganas de que te repita todas esas cosas que ya hemos escrito sobre Semana Negra, como en esta columna, por ejemplo. Así que vamos a hablar de uno de los protagonistas de esa columna. Porque si es Jueves y esto es Semana Negra, hoy hay que hablar de poesía. Hay que hablar de Ángel González y Luis García Montero.

 

Acabo de estar en la rueda de presentación de «Mañana no será lo que Dios quiera», uno de los libros que más ganas tengo de leer y que, en Granada, tuve varias veces en las manos, pidiéndome a gritos ser comprado. Pero, ¿sabes?, soy un poco fetichista. Y, aunque los dos seamos granadinos, donde se ha forjado un conato de amistad entre Luis y yo ha sido, paradójicamente, en Gijón. Así que, esperé a estar en Semana Negra para comprarlo y pedirle que me lo dedique. Y ha querido la casualidad que la presentación del libro dedicado a la vida del gran Angel González (¿le recuerdas, declamando poesía en la Carpa del Encuentro? Mira. Mira y escucha) coincida con una de las tres que, esta tarde, me toca hacer a mí.

 

¡Un auténtico jueves de pasión literaria! Presento la novela de Oscar Urra que tanto me gustó, «A timba abierta», y presento a Carlos Salem y su fantástica «Pero sigo siendo el Rey», Además, Frankie y yo ponemos de largo, en estas tierras, nuestro libro, «Hasta donde el cine nos lleve» Nos presenta Fernando Marías y… ¿lo has leído ya? 😉 ¿Qué te pareció? Como puedes ver, una velada intensa y apasionante. Así que me fui a la rueda de prensa, en el Don Manuel, y me encontré con un Luis García Montero rejuvenecido, más delgado y mucho más optimista que el que saludé hace unos meses, en la presentación en Granada de «La renta del dolor».

 

Un fuerte y sincero abrazo, una gran sonrisa y una promesa de, después, compartir charla y tragos me dejaron el segundo mejor sabor de boca de la mañana. En la rueda de prensa, Luis se mostró íntimo, cercano y cariñoso, relatando diversas anécdotas de la infancia y juventud de Angel González, explicando el origen del título de la novela, el tan maravillosamente profético: «Mañana no será lo que Dios quiera». Desde que escuché el título por primera vez me enganchó esa fórmula de no resignación ante los avatares de la vida, de insumisión ante los futuros escritos y los caminos marcados, de lucha por labrarse un camino propio. Venciendo las dificultades y las complicaciones, avanzando paso a paso, sin prisas, sin pausas, con decisión. Porque una vez que te has fijado un objetivo, un objetivo que merece la pena, hay que recordar y poner en práctica la célebre consigna anarquista… «¡Sin Dios ni Amo!» y la Guevarista «Hasta la victoria siempre».

 

Para mí, personas como Ángel o Luis son modelos a imitar. Personas con talento que cultivan el intelecto, de gran sensibilidad, que trabajan a destajo, pero que también son unos grandes hedonistas que sacan lo mejor de la vida. Amigos de sus amigos, habladores sin fin, bebedores sin fondo, fumadores insaciables. ¡Ay! Se aprende tanto, tanto, cuando uno sale de su nido y descubre nuevos horizontes… Personas grandes, amigos buenos. La mejor sombra bajo la que cobijarse.

 

Se me termina el tiempo. Me gustaría hablarte un poco más de Agüimes, del maravilloso Festival del Sur-Tres continentes. Contarte de los Tangorditos, que hoy actúan en el pueblo granadino de Peligros y que si puedes, no deberías perderte. Del monólogo de Alberto García o de la Danza Vertical, uno de los espectáculos más visuales, sugerentes y excitantes que imaginarse puedan. Seguir hablándote de esas noches sin fin en Alcatraz… Pero ya habrá tiempo. Todo el tiempo del mundo.

 

Ahora me voy a jugar un partido de volley. Estaba convocado por Marisa, pero no las tenía todas conmigo. Sin embargo, Raúl Argemí me retó anoche en público. Así que, me he comprado unas zapatillas y unos pantalones de deporte y allá voy. Créeme. No será ni lo que Dios ni el destino quieran. Vencer o morir. Jajajaja. Y mañana, otro de los platos fuertes; preestreno en exclusiva de la que, posiblemente, será la gran película del 2009, con permiso de «Up» y Pixar: «Enemigos públicos», de Michael Mann, con Johnny Depp. Tengo un pase doble para el pre-estreno y a quién a más cañas me invite, se vendrá conmigo. 

 

Pero todo eso será mañana. Esta tarde tengo tres presentaciones. Bien preparadas, claro. Pero los nervios, ahí están. Cruza los dedos y acuérdate de un amigo que, a partir de ahora, espera ser capaz de contarte todo lo que vaya pasando estos días. Hasta el domingo. Y más allá.

 

Jesús Lens. Insumiso.       

ORO CIEGO

Hacía tiempo que no leía una novela tan densa, pegajosa e hipnótica como «Oro ciego», de Alejandro Fernández, publicada por esa editorial de la que tanto hablamos, Salto de página, una bocanada de aire fresco en el panorama literario español y que tantas alegrías nos viene dando en estos meses, como bien hemos reseñado en esta Bitácora, de Carlos Salem a Leo Oyola, pasando por Óscar Urra.

 

En el caso que nos ocupa, el escritor cubano radicado en Madrid, Alejandro Hernández, nos cuenta una historia muy cubana, una novela de aventuras (aunque más bien son desventuras) protagonizadas por el singular Alex Pashinantra, un descendiente de hindúes que combate en el ejército mambí contra los españoles y al que le pasan muchas, muchas cosas.

 

Estamos en 1898, ese año fatídico para los españoles, en que se acuñó la célebre frase «Más se perdió en Cuba». Alex, como cierto personaje mítico de la literatura universal, se encuentra frente a un pelotón de ejecución. Y no es casualidad. Porque estamos ante una de esas novelas que, jugando con el Realismo Mágico de GGM, lo convierten, más bien, en un Crudo Fantástico, dado el tenor de los acontecimientos que están por llegarle al protagonista.

 

El calor, la suciedad, el hambre, la enfermedad, la miseria… todo ello está tan bien contado que, cada vez que cierras el libro, te encuentras sudado, sucio, lleno de barro. Porque no se sale indemne de los campos de concentración, popularizados por la barbarie nazi, pero inventados por los españoles en Cuba.

 

Como no se puede salir limpio de una expedición que parte en busca de oro. Sobre todo, porque, en este caso, el tesoro no está en la superficie de la Sierra Madre, sino en lo más hondo de las tierras más remotas de la Cuba más inhóspita, allá donde los perros de Tata Malanga se han convertido en ciegas fieras sanguinarias que siembran el terror a su paso.

 

Decenas de personajes, escenarios y situaciones nos sirven para mostrar una Cuba dura y permanentemente bañada en sangre, con los mosquitos dándose grandes festines de sangre, una Cuba convertida en escenario para que lo peor de las pasiones humanas se ponga de manifiesto.

 

Lo curioso es que esta novela parte de una idea para el cine que no sé si habrá productor que se atreva a poner en marcha, pero que requeriría de un nuevo Werner Herzog que consiguiera recrear el ambiente de insania, locura y putrefacción de su memorable «Aguirre, la cólera de Dios».

 

Literatura excelente, bien trabajada, que derrocha imaginación, pero también una ingente documentación sobre la Cuba de hace un siglo. Una novela en absoluto complaciente, pero que engancha al lector desde el primer momento, al ir directamente al meollo de las diferentes situaciones críticas por las que pasa un Alex Pashinantra al que ya adoramos como uno de esos personajes que nos acompañarán en nuestra memoria literaria por siempre jamás.

 

Ni lo duden. Lean «Oro ciego». Tiene todo lo que le faltó a aquella blandenguería de película, «Amanecer con hormigas en la boca», una malograda historia cuyo aburrimiento es inversamente proporcional a la potencia de su título y en cuyo guión participó Alejandro Hernández, un autor que sabe bien de lo que habla, no sólo porque es cubano, sino porque ha participado en otra guerra tan sucia, lejana y perdida como fue la de Angola.

 

Lo dicho: «Oro ciego».

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.