El pasado martes 21 de marzo estábamos tan enfrascados con lo de Tamames que no le hicimos todo el caso que se merecía a la siguiente noticia: “Encuentran uracilo, un componente esencial para la vida, en el asteroide Ryugu”. ¿Le han prestado atención a esta información? Porque esto sí es realmente importante, y no el quiero y no puedo de Vox en el Congreso de los Diputados.
Todo empezó en 1999, cuando un astrónomo japonés descubrió el asteriode Ryugu, cercano a nuestro planeta. Los nipones enviaron allí una nave espacial y unos rovers recogieron unas muestras que, una vez analizadas, han deparado el hallazgo no solo del uracilo, sino también de niacina, vitamina B3 esencial para el funcionamiento del cuerpo humano.
Esta semana tan especial del calendario en la que se celebran la muerte y la resurrección de Cristo resulta particularmente proclive a la reflexión sobre el origen último de la vida en nuestro planeta. ¿Será extraterrestre, a la vista de la mencionada información? No me digan que la cuestión no resulta apasionante…
Hay una hipótesis, la panspermia, que viene de antaño. Plantea la posibilidad de que la vida exista en todo el universo, distribuida en polvo espacial, meteoroides, asteriodes, cometas, planetoides y, por qué no, en naves espaciales que transportan todo tipo de microorganismos por las galaxias. Una especie de contaminación accidental que, si encuentra las condiciones necesarias, termina por ‘germinar’ y generar vida.
No, no. La panspermia no fantasea con que seamos producto de una civilización extraterrestre, de acuerdo con los conceptos habituales de la ciencia ficción. No se trata de pensar que hay civilizaciones superiores por ahí fuera. Digamos más bien que el concepto de ‘polvo de estrellas’ adquiere unas connotaciones meteóricamente eróticas.
‘Pan’, en griego clásico, significa ‘todo’. Y ‘esperma’ es ‘semilla’. Panspermia. ¿No es bonito? La NASA, que ha anunciado la vuelta de la humanidad a la luna justo después de que se haya confirmado el hallazgo de grandes reservas de agua en nuestro satélite, está inmersa en otra misión similar a la de los japoneses.
“Su nave espacial OSIRIS-Rex fue lanzada al espacio en septiembre de 2016 con el objetivo de estudiar y recoger muestras del asteroide Bennu (a unos 110 kilómetros de la Tierra) y se espera que regrese en septiembre de 2023”, nos contaba Elena Martín López mientras nosotros perdíamos miserablemente el tiempo con la moción de censura de Abascal & co.
Jesús Lens