No me lo esperaba, la verdad. La palabra del año, según el diccionario Oxford, es “tóxico”.
No sé a ustedes, pero a mí me impresiona -y asusta- bastante más que las de años anteriores: “Fake news” en 2017, “postverdad” en 2016 y el emoji de la risa en 2015.
“Tóxico” es una palabra muy fuerte, muy compleja y que tiene múltiples acepciones en el lenguaje contemporáneo. Precisamente por ello ha sido elegida por Oxford, trascendiendo la escueta definición de la RAE: “Que contiene un veneno o produce envenenamiento”.
¿Ha utilizado usted la palabra del año, más o menos frecuentemente, este 2018? Porque en la web de Oxford consta un incremento de un 45% en las consultas sobre su significado.
Por ejemplo, ¿ha hablado usted de agentes tóxicos? Yo sí. En concreto, en El Rincón Oscuro, la sección que dedicamos a la cultura negra y criminal, todos los jueves, en IDEAL. Fue al escribir sobre los envenenamientos de agentes secretos con material radiactivo y su traslación a las series de televisión.
Pero el término, efectivamente, ha crecido mucho y ahora es lugar común hablar sobre ambientes y/o relaciones tóxicas. Se utiliza mucho en psicología. Sobre todo, en la de barra de bar. Son tóxicas algunas relaciones de pareja y, también, ciertas relaciones laborales.
Sostiene Oxford que la palabra de marras “se evalúa para reflejar el ethos, el estado de ánimo o las preocupaciones del año que termina y que tiene potencial a largo plazo de convertirse en un término con significado cultural”.
Me pregunto, ¿hay correlación en inglés con el término “toxicomanía”, que aquí utilizamos como sinónimo de “drogodependencia”? Porque si el concepto “tóxico” puede convertirse en término con significado cultural, habrá que replanteárselo. ¿Y si los toxicómanos fueran, en el futuro, los adictos a las relaciones tóxicas? Porque haberlos, haylos.
Como las personas. Tóxicas. Otra definición muy de moda. Y muy compleja. Para mí, la gente tóxica tiende a enmierdar todo lo que toca. Complica las cosas, por sencillas que sean. Transmite pesimismo y negatividad. Resulta gris y cenicienta. Y te roba la vida. Te absorbe la fuerza vital. Pasas un rato con una y es como si hubieras envejecido un mes.
Sí. Por desgracia, no va muy desencaminado Oxford con su elección. De hecho, lo tóxico tiene hasta su propio Vengador, un superhéroe cinematográfico del que hablaremos pronto.
Jesús Lens