Un pirado raro y curioso

Me pareció de una sinceridad brutal y de una preclara clarividencia la siguiente frase de Ernesto Páramo: “No he tenido demasiados enemigos; quizá porque me hayan visto un tipo tan raro”. No sé si leyeron el pasado domingo la entrevista en profundidad que Quico Chirino le hizo a Ernesto Páramo, ahora que ha anunciado que deja la dirección del Parque de las Ciencias.

Foto: Ramón L. Pérez

Es una entrevista monumental que pueden leer AQUÍ. No sé cómo se las ha apañado Quico para decantarse por unos u otros titulares, que la conversación deja incontables perlas para el recuerdo. “El pasado está muy bien, pero lo que nos interesa es el futuro”, dice Ernesto en un momento de la charla. ¡Ojalá nos aplicáramos todos el cuento!

Y eso que el origen del Parque de las Ciencias, la idea y el proyecto, resultan apasionantes. Por su sencillez. Un viaje en 1987 a la casa de un amigo en Holanda. La visita a Evoluon, el primer museo interactivo de Europa. Un propósito: hacer algo así en Granada. En el viaje de vuelta, en autobús, Ernesto hizo un esquema en un papel que todavía conserva, en el que anotó: “hay que sumar esfuerzos”. Preparó un anteproyecto, se fue de viaje por Europa con otros dos amigos a ver museos, con su propio dinero; y a la vuelta ultimó el proyecto que le presentó al Ayuntamiento de Granada, donde se encontró con la receptividad del entonces alcalde, Antonio Jara, que apostó decididamente por él.

Pirado y curioso

Qué diferencia con lo que pasa ahora, donde se valora infinitamente más el ‘tú de quién eres’ que cualquier idea o proyecto. La familia, la estirpe, los roalillos y el entorno. Los contactos. La ascendencia.

Y luego está la parte de los consejos y admoniciones. Los augurios. “¡Cómo van a venir 100.000 personas a museo de ciencias en Granada y pagando!”. O el maravilloso e inenarrable “Granada es la ciudad de la poesía” con que despachaban a Ernesto determinados gestores con ínfulas intelectuales.

Aunque les haya hecho varios spoilers, si se les escapó, no dejen de leer la entrevista. Ya les digo que está repleta de información relevante de lo más instructivo. Se habla de ciencia, educación e historia. De cómo poner en marcha un proyecto y pelear por él contra viento y marea. De cómo navegar entre las procelosas aguas políticas y mantener seca la ropa. Y es que Ernesto Páramo es un tío raro. De hecho, termina confesando haber tenido la suerte de estar pirado. ¡Ahí es nada!

Jesús Lens

Darle al Play

¿No les llama a ustedes la atención el extendido uso de la expresión “jugar un papel”? Se aplica igual a un político en el ejercicio de sus funciones que a un sesudo científico que investiga una cura contra el cáncer. A un profesor que da clases o a un bombero que apaga un fuego. Todos ellos “juegan papeles” cuando hacen profesión de su trabajo.

La culpa de dicha extraña expresión la tiene un verbo inglés que todos conocemos más que de sobra: play, cuya primera acepción es, efectivamente, jugar. Pero si vamos un poco más allá, veremos que el verbo to play admite hasta 37 traducciones más: desempeñar, representar, actuar, apostar…

Aplicado a la música, play es tocar, interpretar un instrumento. Y, aplicado a la chismología, darle al Play es ese prodigio que nos convierte en magos cuando hacemos que suene la música grabada. Por todo ello, pocos títulos más apropiados para una exposición sobre la vinculación entre música y ciencia que ese PLAY con que se ha presentado la nueva muestra del Parque de las Ciencias, que estará un año largo en cartel.

“Play. Ciencia y música”, como todas las muestras del Parque de las Ciencias, invita a tocar. En este caso, en los dos sentidos de la acepción. A tocar la gran cantidad de recursos con los que cuenta y a tocar música. A tocarla de verdad. También es una invitación a descubrirla y a racionalizarla. A comprenderla. A averiguar cómo y por qué la percibimos. Por qué la necesitamos.

Un primer panel que me enamora: el enorme vídeo con la música de la naturaleza. La que debemos tratar de escuchar cuando salimos al campo o a pasear por un parque. La música de los pájaros, el rumor del viento o el agua corriendo. Y atentos al prodigio de Theremin. ¡A ver quién es el guapo que consigue hacer música con el aire! Y al taller de los luthiers guitarreros de nuestra tierra.

A lo largo del recorrido por la exposición también comprobaremos la íntima relación entre música y matemáticas, otra de las constantes del Parque de las Ciencias: ser transversales y vincular las disciplinas artísticas y científicas.

Se me quedó en el tintero la parte de los efectos de sonido aplicados a las películas, eso sí. Una excusa como otra cualquiera para volver a darle al Play.

Jesús Lens