En estos meses no he leído ni escuchado a un solo científico que defienda o avale el cierre de los parques públicos de nuestros pueblos y ciudades como medida eficaz en la lucha contra la pandemia. ¡Ni uno! Y, sin embargo, ahí los tenemos en Granada, chapados a cal y canto.
Vale que, por las noches, los parques podían acoger botellones. ¿No era suficiente con cerrarlos en horario nocturno? También dicen que las superficies de los columpios y los aparatos de deportes pueden contaminarse y transmitir el virus. ¿No bastaría, pues, con clausurar esas instalaciones, dejando el resto de los parques para uso y disfrute de la gente? Un uso controlado y vigilado, como el resto de espacios públicos de nuestro entorno, por otra parte.
Mientras médicos y científicos abogan por la ventilación a ultranza y por evitar los espacios cerrados a toda costa, aquí se cierran los parques y se deja abierto todo lo demás. Muy consecuente todo.
En teoría, esta mañana ha comenzado el cierre perimetral de Granada capital y otra treintena de municipios del área metropolitana, sin que esté permitido moverse entre los municipios afectados excepto por circunstancias muy tasadas.
Eso hace, por ejemplo, que una inmensa mayoría de ciudadanos no podamos ir a los cines de la cadena Kinepolis, dado que están en los términos municipales de Armilla y de Pulianas. De hecho, los grandes centros comerciales quedarán para uso exclusivo de sus propios vecinos. O deberían. Salvo que haya alguna cláusula o excepción que no nos hayan contado.
En Granada estamos en un momento crítico. Las cifras son demoledoras y los 1.361 casos nuevos contabilizados en las últimas 24 horas demuestran que estamos fracasando estrepitosamente. Todos. Le preguntes a quién le preguntes defiende que lo está haciendo bien, él en particular y en su sector en general. Se nos ha llenado la boca hablando de seguridad —todo era seguro en Granada, además de posible— pero la realidad es la que es y deberíamos quitarnos la venda de los ojos.
El presidente del Gobierno insistió ayer en lo que todos sabemos que hay que hacer, pero tanto trabajo nos cuesta llevar a la práctica: reducir el contacto social a lo imprescindible.
Dado que la noche está vedada y tenemos prohibido salir de los límites urbanos, subir a la Sierra o bajar a la playa, ¿no podrían abrir los parques para que podamos siquiera pasear mientras disfrutamos de algo parecido a la naturaleza?
Jesús Lens