No sé si conocen esas pestañas del Facebook, pero son esenciales para llevar una vida tranquila y sosegada, sobre todo en verano. El gran problema de las redes es lo invasivas que son: una vez entras en ellas, nunca sabes lo que el algoritmo te va a vomitar encima.
Instagram, tan amable y pinturero, no permite enlazar links, con lo que nos ahorramos los titulares más o menos escandalosos y las fake news tan habituales en el iracundo Twitter, cuyos trending topic son más reiterativos que las cuentas falsas denunciadas por Elon Musk, un tipo que parece un fake en sí mismo.
A mí, no tengo ni idea de por qué, Instagram me invita a ver vídeos random de una mujer que bucea entre tiburones y detiene su amenazador avance a través de la imposición de manos en su morro. Me relaja verla, tan pichi, acariciando el lomo de los escualos como si fueran perrillos patas arriba.
La gente critica el postureo de Instagram, la falsa vida que muestra de sus usuarios. A mí me parece genial. Será por mi afición a ver pelis de Hollywood. De hecho, odio los reels, vídeos y tomas falsas donde los actores se interpretan a sí mismos y aparecen haciendo o diciendo imbecilidades de ‘personas normales’.
La gente normal, con su vida, grandezas y miserias a cuestas, está ahí fuera. En el exterior de las pantallas. En la barra del bar, en el ascensor o al otro lado de la mesa. Caminando junto a ti, saltando en un concierto, charlando de baloncesto o discutiendo de política. Más allá de eso, tengo claro que todo lo que muestra mi móvil es falso, fingido, manipulado o filtrado. Y así hay que tomárselo.
En agosto hay gente que sigue poniendo a parir a Irene Montero, a Rosalía o a Macarena Olona. A Sánchez, a Yolanda Díaz y a Feijóo. No descansan. Son bots humanos y el calor saca lo peor de sí mismos. Lo más peor, que en invierno tampoco son hermanitas de la caridad.
A los intensitos que opinan sobre la renovación del CGPJ a 47 grados de temperatura hay que pausarlos. Y ya. El Facebook te da la opción de silenciarlos durante 30 días. Un mes sin escuchar sus diatribas diarias contra todo y contra todos. Un mes sin saber de sus fobias y angustias. Un mes de relax.
¿Es esto escapismo o abulia mental? Creo que no. En agosto, me sigue encantando la prensa. Pero soy yo el que se administra los tiempos y decide cuándo leer las páginas de cultura y deportes y a qué hora enfrentarse a las cuestiones de política, economía y geoestrategia. En las redes, los agoreros del Apocalipsis no descansan y están las 24 horas del día on fire.
Tengan en cuenta, eso sí, que hoy es 3 de agosto. A todo el que pausen durante 30 días, volverá con su murga incesante el viernes 2 de septiembre. Mucho ojo, que el efecto rebote puede ser demoledor.
Jesús Lens