Mi película de nacimiento

Igual que existen las Partidas de Nacimiento, también hay Películas de Nacimiento. El caso es que cuando yo nací, la película que ocupaba el puesto más alto en el Box Office del cine norteamericano era ésta:

Pero es que, un par de días después, fue sustituida por esta otra:

¿Pensáis que es casualidad o que este hecho, aparentemente casual, explica más cosas que el mismísimo Horóscopo Chino, trufado del Zodíaco y con tintes de la Profecía Maya?

 

Si quieres saber qué peli era la que más petaba cuando naciste, consulta a través de la Wikipedia, siguiendo este enlace. Ni que decir tiene que queremos saber cuál es tu película de referencia natal. Y si piensas que te ha influido en la vida.

 

Jesús western Lens.

Dulce libertad

Esta película es una injustamente gran desconocida de la historia del cine. Y es una película deliciosa. En el mejor sentido de la palabra. Una delicatessen. Y la podemos ver, a las 20 horas, en el Teatro CajaGRANADA.

Una brevísima sinopsis:

Un profesor de instituto ve cómo su novela sobre la Revolución Americana es llevada al cine en un pequeño y tranquilo pueblo que se verá enormemente alterado. Además, el profesor comprueba que, según se va rodando, la película no se parece en nada a lo que él escribió.

Y, aquí, la ficha que preparamos sobre “Dulce Libertad”. A ver si os gustan. La peli… y la ficha, que comienza con una cita maravillosa de Enrique Tierno Galván: “Bendito sea el caos, porque es síntoma de libertad”.

Jesús Liberty Lens.

En el centro de la tormenta

Al volver a casa, empachado de palomitas, fajitas, cerveza y burritos enrollaos, que todo hay que decirlo, tuiteé lo siguiente: “Rara, rara, rara, «En el centro de la tormenta».

A mi querido coautor, y sin embargo amigo, Frankie Abandonad-toda-esperanza Ortiz, le faltó tiempo para preguntar por el porqué.

Por el ritmo. O la falta de – le contesté, en un prodigio de síntesis verbal impropio de mí.

Conste que dije “rara”. No mala. O aburrida. Que no me lo pareció. Pero rara, sí. Y, sin embargo, no hay que considerar que lo raro sea malo, ¿verdad? Ni muchísimo menos.

Lo primero que debo destacar de la última película de Bertrand Tavernier es que no sé si la versión proyectada en Granada (y en toda España, imagino) es el Director´s cut que cuenta con el beneplácito del director o es el montaje que le impusieron los productores y del que el cineasta francés renegó echando pestes.

Pero hablemos de lo que vimos. Y lo que vimos fue la cara, el rostro, de Tommy Lee Jones, uno de esos actores que empieza a ser un género en sí mismo y cuyos rasgos faciales deben de ser un reto para cualquier director de fotografía. A Tommy Lee Jones parece que le pesa el mundo. Que lo llevara, entero, sobre sus hombros. Con el peso de las desdichas, muertes y violencias que lo asolan.

Así, él solo se basta para darle todo el dramatismo posible a una historia de asesinatos y películas, arribismos y venganzas en la Louisiana post Katrina del siglo XXI. Una Louisiana fantasmal, densa, opresiva y ominosa, con esos pantanos que, en sus profundas aguas, encierran oscuros secretos desde tiempos inmemoriales.

El hecho de que en el pueblo en que acaece la acción se esté filmando una película sobre la Guerra de Secesión americana permite la aparición de fantasmas del pasado que, en otras circunstancias, resultarían risibles, cómicos y hasta patéticos. Pero el grandioso Robert Duvall (*), que parece haberse especializado en estos papeles de hombre barbado y misterioso, dota a su general sudista de una dignidad y una magnificencia que permite a Tavernier salir airoso de un delicado embate.

Estamos ante una película noir. Policíaca. De libro. Y, sin embargo, lo más interesante no es el quién lo hizo. Y, en este caso, ni tan siquiera el porqué. El porqué un tipo mata, veja y destroza a chicas jóvenes después de haber abusado de ellas es más o menos predecible: porque es un hijoputa asqueroso, enfermo y corrompido hasta el tuétano.

Lo más interesante de “En el centro de la tormenta”, por tanto, es la atmósfera. Una atmósfera malsana, sucia, gris y purulenta, perfecto reflejo de una sociedad putrefacta, en clara decadencia. Como el atocinado personaje interpretado por un extraordinariamente excesivo John Goodman, al que la sangre y los palos terminan sentándole tan, tan bien…

Me gustó la película. Tan poco norteamericana. Tan francesa. Tan lenta y pausada. Tan negra, tan violenta, tan seca… y tan poco thriller. Una película llamada a ser, obviamente, un total y rotundo fracaso. Una película algunas de cuyas imágenes, sin embargo, son poderosas, intensas y memorables.

Valoración: 7

Lo mejor: su atmósfera malsana, que se te mete dentro y, al salir del cine, pareces oler a cieno.

Lo peor: que no la verá ni el Gato.

Jesús Lens

(*) ¿Sabéis por qué no hay imágenes de Duvall? Porque no sale en la peli. Soy un flipado. Lo siento, Levon Helm…

COPIA CERTIFICADA

Comentábamos hace unos días que, a veces, hacemos programas dobles de cine. Y que, tras disfrutar de la exhuberancia estética de ESTA “Flamenco, flamenco” nos dimos el gusto de ver la última película del venerado y veterano iraní Abbas Kiarostami que, por primera vez, ha rodado fuera de su Irán natal.

La trama de “Copia certificada” se desarrolla en la Toscana italiana, a lo largo de un puñado de horas en que un escritor y una galerista de arte se encuentran y comparten una tranquila excursión por la región, antes de que él tenga que tomar el tren para marcharse.

El personaje interpretado por William Shimell acude a presentar un libro en que defiende que, en arte, las copias deberían tener mayor relevancia de la que tienen ya que históricamente se ha puesto el acento en la originalidad, en la pieza única y maestra, cuando no debería ser así. Una película que enlaza con ESTO que escribíamos ayer, sobre el atrás y el adelante.

La galerista, interpretada por Juliette Binoche y más que merecidamente ganadora de los premios a la mejor interpretación por este papel tanto en el Festival de Cannes como en el de Valladolid, defiende la importancia de la originalidad, aunque lleve a su interlocutor a visitar una de las copias más famosas de la historia del arte, albergada en un museo de la región.

Cuando hacen un alto en su camino para descansar, la camarera del café en que entran interpreta que son marido y mujer y, mientras él atiende una llamada de teléfono, ellas aprovechan para hablar de las relaciones de pareja. Y, desde ese momento, entre los dos protagonistas se inicia un juego que tiene un punto de masoquismo y sufrimiento al simular que, en realidad, sí son pareja. Pero una pareja mal avenida. Una pareja de vuelta de todo. Una pareja que hace aguas y cuya relación está en vía muerta.

Ella, que se quedó con el hijo de ambos y ha tenido que educarlo sola; por una parte le reprocha su despreocupación. Por otro, intenta atraerle de nuevo a una vida familiar, a la vida compartida. A la vida de pareja.

El cine de Kiarostami, tan especial, te hace ser testigo de un pedacito de la vida de sus personajes. Que podríamos ser cualquiera de nosotros, con nuestras razones, sinrazones, errores y aciertos. Pero que son ellos. Los actores que, a través de un trabajo descomunal, nos mantienen imantados a la pantalla.

Una pena no haber podido ver la película en versión original para haber podido disfrutar de toda la tragedia y el dramatismo que rodea al personaje de la Binoche, un auténtico monstruo de la interpretación que, en “Copia certificada” está inconmensurable.

Una película para disfrutar sin prisas y sin urgencias. Como los buenos vinos o una buena comida. Como todo lo que merece la pena en esta vida.

Una película excelente, de las que dan que pensar y sobre la que te gustaría hablar con personas íntimas y cercanas, a ver qué opinan, cómo la ven y qué les parecen las tesis sostenidas por sus personajes.

¿Hablamos?

Jesús Lens.