LA SOMBRA DEL PODER

Sería muy interesante saber qué piensan periodistas como Javi Barrera o Paco Torres, los responsables del Multimedia de los periódicos IDEAL y Granada Hoy, respectivamente, sobre el punto de partida de la película «La sombra del poder», protagonizada por uno de esos periodistas tan de raza como de tinta, al que tantísima risa le dan las nuevas tecnologías y, sobre todo, ese nuevo periodismo del siglo XXI: blogs, chats, Internet, etc.

 

El contrapunto a ese reportero pasado de peso, listo y hábil, con una agenda más completa que las Páginas Amarillas, intuitivo y trabajador, al que interpreta un excesivamente pagado de sí mismo Rusell Crowe; es la excesivamente sosita compañera de redacción que, con su Blog, se ha convertido en la Niña Bonita de la plantilla de uno de esos vetustos periódicos yanquis que afrontan con dificultades la adaptación a esa Sociedad de la información de la que tanto se habla y tan difícil es de definir.

 

«Esto es una noticia. Información pura y dura. No tiene interpretación ni requiere de opinión. Hay que trabajar. Bajar a las catacumbas y arremangarse para seguir las pistas.»

 

Más o menos, eso le dice el veterano periodista a la joven posmoderna, cuando están investigando la muerte de la ayudante de un congresista que lidera una Comisión de Investigación sobre la privatización de las actividades militares norteamericanas en Irak, a través de una compañía que hasta en el nombre tiene resonancias a los mercenarios de Blackwater.

 

Siempre me han gustado los periodistas como protagonistas de películas y novelas de género negro y criminal. Y, en este caso, Crowe le da el punto de carisma que su personaje necesita para ser creíble, aunque, como decíamos, hay veces en que el ego le chorrea por las orejas.

 

Estamos ante un ejemplo más de ese cine nuevo y moderno que pone su objetivo en desenmascarar una de las lacras de este siglo XXI, la corrupción y el enorme poder de las grandes transnacionales, que ya son mucho más poderosas e importantes que los propios países, gobiernos y estados. Esa especie de gobierno en la sombra que, sin que nadie les vote y sin necesidad de refrendo popular, se van haciendo con las riendas de nuestra vida.

 

Una película ágil, bien contada, con los giros de guión oportunos y la necesaria dosis de (falta de) violencia que impide que se convierta en un fútil ejercicio de pirotecnia visual. Los personajes no llegan a emocionar, pero conectan con el espectador. La trama te atrapa, aunque no te imante a la pantalla.

 

Una de esas películas que se ven, se disfrutan, te hacen pasar un buen rato y te hacen sentir buena persona por ver un filme «concienciado», de los que sensibilizan al espectador, cuyo final argumental es el mejor posible y está excelentemente resuelto y cuyo final en imágenes, para quiénes escribimos en periódicos y, aún siendo adictos a Internet, seguimos adorando mancharnos los dedos con la tinta fresca del diario matutino, es impagable: la rotativa funcionando y vomitando miles de ejemplares de ese milagroso regalo diario que es un periódico calentito, recién salido de las máquinas.

 

Valoración: 6

 

Lo mejor: el canto romántico a un periodismo que todavía es posible y que, desde luego, es absolutamente necesario e imprescindible.     

 

Lo peor: el personaje de Robin Wright Penn. Gratuito, ridículo e inasible. ¿Era necesario sacar a una rubia o qué?

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

CINES DEL SUR

Ya asoma la patita la tercera edición del Festival Cines del Sur.

 

Lo primero, la imagen del cartel de este año.

 

¿Qué os parece?

 

La explicación de la Imagen elegida:

 

La imagen, realizada por el diseñador granadino Ángel Lozano, es una metáfora sobre el encuentro entre oriente y occidente.

El elemento principal de esta imagen es la grulla de origami. El origami se define como un arte educativo en el cual las personas desarrollan su expresión artística e intelectual mediante el doblado del papel. En las culturas orientales, la grulla simboliza la esperanza, la paz y la prosperidad, como lo es la paloma para las occidentales. La textura de fondo es una representación modular clásica mudéjar y es el elemento de vinculación del Festival con la ciudad de Granada y en especial con la Alhambra.

Seguiremos informando.

 

Jesús Lens

WATCHMEN. LA PELÍCULA

Han sido muchos, muchos años de angustiosa espera. Muchas dudas, inquietudes y zozobras. Porque, cuando se anuncia que uno de tus libros favoritos va a ser llevado al cine, te asaltan sentimientos contradictorios. ¿Quién? ¿Cómo? ¿Cuándo?

 

Aún recuerdo, en aquel aula de Derecho, la estupefacción que nos asaltó a Jorge y a mí cuando leímos en el periódico (entonces no había Internet y de estas cosas también te enterabas por la prensa) que Tom Hanks iba a encarnar a nada menos que el Amo del Universo, Sherman McCoy, en la adaptación cinematográfica de «La hoguera de las vanidades», que filmaría Brian de Palma.

 

Entonces, Hanks todavía no había desembarcado en Normandía, no había corrido miles de kilómetros como Forrest Gump ni había desentrañado el Código Da Vinci. Era un melifluo e insignificante actorcillo, protagonista de comedias estúpidas y sin gracia. ¡Qué indignación! ¡Que enfado!… y qué falta de visión de futuro, la verdad.

 

Por eso, cada noticia sobre la adaptación cinematográfica de una de las piedras angulares de mi canon libresco, «Watchmen», era acogida con la misma carga de excitación y de temor reverencial. Han sido muchos nombres los barajados a lo largo de estos años para poner en imágenes esa obra maestra de Alan Moore y Dave Gibbons.

 

En su momento, la adaptación de otro tebeo de Moore, «V de vendetta», ya me dejó un excelente sabor de boca. Sí. Los tebeos, por densos y complejos que sean, se pueden adaptar bien al cine, cuando hay talento a la hora de escribir el guión y de situarse tras la cámara.

 

La controvertida, discutida y tan alabada como denostada «300», de Zack Snyder, nos hizo pensar, por fin, que esta vez sí. Que «Yes, he can». Porque el elegido para afrontar uno de los retos fílmicos más importantes de este arranque del siglo XXI fue el director de la adaptación al cine de la epopeya espartana de las Termópilas, dibujada por Frank Miller y Lynn Varley.

 

Y fueron llegando noticias. E imágenes. Y aquel primer trailer, espectacular, en Alta Definición. Y empezamos a soñar. Porque tenía muy buena pinta. Excelente. Y después, este segundo trailer. Y una fecha: 03.06.09. Que no era el 3 de junio, sino el 6 de marzo. O sea: ayer.

 

Nos juntamos una buena y variopinta tropa para ver «Watchmen». Unos hemos leído el tebeo. Varias veces. Y lo adoramos. Otros llegaban limpios de polvo y paja al cine. Tres horas después, tomando unas populosas y nutridas Alhambras Especiales en el bar del O2, el veredicto era (casi) unánime: ¡Sí!

 

¡»Watchmen» es, también, una grandiosa película!

 

No me atrevería a decir que es una obra maestra. O quizá sí. Cuando la vuelva a ver. Más tranquilamente. Es, por supuesto, la más fiel adaptación del tebeo que imaginarse pueda. Los personajes, la estética, el espíritu… todo está ahí, por mucho que Alan Moore, para variar, haya renegado de la adaptación cinematográfica.

 

Y no es una película fácil, que conste. A algunos les pareció algo indigesta la mística del Dr. Manhattan y hay quién considera que el culebrón sobre la paternidad de Espectro de Seda II era algo redundante. En algunos momentos puede bajar el ritmo y la parte de la Antártida puede llegar a hacerse algo larga.

 

Personalmente, nada de ello me pareció así. Todo encaja como un puzzle e incluso el protagonismo final de uno de los personajes más aparentemente inanes de la historia está perfectamente tomado del giro final, brutal e inesperado, del tebeo.

 

Así que, a la espera de vuestros comentarios y del necesario debate que espero se genere sobre una de las grandes películas del año, diré que de «Watchmen», como del cerdo, me gusta todo. Hasta sus andares. El cásting, perfecto. El diseño de producción, impecable. La presentación de la historia y de los personajes, a través de una canción mítica como el «The times they`re changing» de Bob Dylan, sensacional.

 

Y, por supuesto, Rorschach.

 

Me manda Frankie un mensaje:

 

«Qué grande es Rorschach…

 

BÚHO NOCTURNO: Deberías abrigarte más.

RORSCHACH: (Subiéndose el cuello de la chaqueta): Estoy bien así.

 

Como diría Enrique V. Vegas… «No se puede molar más»

 

Y tanto.

 

Terminamos con otra impagable frase de ese enjuto, duro e insobornable pelirrojo, cuando le meten en la cárcel y los presos amenazan con torturarle y matarle, por ser el justiciero que les enchironó en su día: «Todavía no os habéis enterado. Yo no estoy encerrado con vosotros. Sois vosotros los que estáis encerrados conmigo».

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

 

¿Who watch the Watchmen?      

SLUMDOG MILLIONAIRE ¿QUIÉN QUIERE SER MILLONARIO?

A-consejo: leer escuchando esta música: http://tinyurl.com/aod2de

 

Significativo, lo de la sesuda e hiperconcienciada crítica cinematográfica occidental que asiste a una película sobre la India que, con sus contradicciones y miserias a cuestas, termina resultando vitalista y luminosa… y la ponen a caer de un burro con argumentos como éste: «Pornografía de la pobreza para el público occidental», de la prensa americana. O este otro, originalísimo, muy española: «Turismo de la miseria.»

 

Lo que nos gusta, demasiadas veces, moralizar a cuenta del cine… vale que le pasemos la mano por el lomo a una peli regularcita, pero con buenas intenciones. Ahora bien, me parecen indignantes las críticas basadas en el hecho de que una película rodada en Bombay muestre la miseria de sus calles, pero, a la vez, sea capaz de dar una imagen poderosa, optimista y alegre de sus habitantes. Como si fuera un pecado o algo parecido.

 

«Bombay es la clave, es una ciudad tan intensa, con una pobreza extrema, pero también llena de vida. Sus habitantes sobreviven en condiciones muy duras, pero conservan una gran dignidad y lo que percibes en ellos es una gran fortaleza y alegría. Así que lo que decidí fue dejar que toda esa exhuberancia impregnara las imágenes, rodar con la máxima libertad posible, sin esquemas previos, para que ese nervio recorriera la película.»

 

¡Y vaya si lo ha conseguido, Danny Boyle, en la estupenda, atractiva, hiperactiva y rabiosamente contemporánea «Slumdog millionaire», estrenada en España como «¿Quién quiere ser millonario?»!

 

Además, desde que empezó a postularse como una de las candidatas a acaparar los grandes premios del cine del 2008, Óscar incluidos, la película ha sido acosada y acusada, por tierra, mar y aire, de infinidad de maldades, desde que los niños protagonistas fueron explotados laboralmente hasta que se ha utilizado el nombre de técnicos locales de la India con el único fin de dar una pátina de autenticidad a lo que no es serían sino las pijas vacaciones en la miseria de los otros de un Danny Boyle que tiene la extraña habilidad, desde su memorable «Transpotting», de poner el dedo en las llagas más purulentas y sangrantes de la sociedad global en que vivimos.

 

En este caso, la televisión será usada como metáfora de los anhelos y las esperanzas de buena parte de los parias de una sociedad tan compleja como la india. A través de una historia tan sencilla como bien resuelta, cada pregunta que le hacen a Jamal en el programa televisivo servirá para contar una historia, en forma de flash-back, que nos muestra distintos capítulos de su vida, a través de los que se construye un vibrante, contradictorio, cruel, divertido, colorista, sangriento, romántico y esperanzador fresco de la India contemporánea.

 

En críticas como las reseñadas anteriormente se pueden leer decenas de sesudas interpretaciones sobre «Slumdog millionaire». A mí me gusta la simplicidad con que la define su director: «Siempre intento usar temas universales. Si hablamos de género, en términos occidentales, ésta es una narración dickensiana; en términos bollywoodienses, es un clásico que enfrenta al buen y al mal hermano».

 

Y la música. ¿La escucharon? Un lujo. Desde que comienza. Hasta que termina, con ese número final que puede parecer extemporáneo, pero que responde a las mejores intenciones de un Boyle al que agradecemos todas estas declaraciones -que nos han dado hecha la reseña- y que sostiene lo siguiente acerca del cine de Bollywood: «Sus películas no se ciñen a la rigidez de una trama, sino al disfrute del momento. Me encanta que sitúen la música en un primer plano, al contrario de lo que hacemos nosotros, que intentamos camuflarla dentro de la narración. Por eso disfruté tanto cuando montamos la músico.»

 

Y todo ello está cogiendo desprevenida a una crítica occidental, firmemente asentada en unos valores que tendremos que ir cuestionando. Porque la India ha venido para quedarse. Spielberg ya está filmando allí. Como Disney. Como el mismísimo Saturday night live. Bollywood es un negocio billonario. El negocio que no cesa. El mestizaje está servido. Y, de inmediato, la Tercera Revolución de la Historia del Cine: el 3-D.

 

Amigos, hay que cambiar de paradigma, hay que abrir la mente. Hay que ver «Slumdog millonaire» y dejarse seducir por la capacidad visual de Boyle. Caiga quien caiga. Los tiempos están cambiando, también el cine, y estamos siendo testigos privilegiados de ello.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.