Cuando ves el cartel de “Combustión” tienes la tentación de omitir la tilde del título y pronunciar el nombre de la película en plan yanqui. Con acento en la u.
Cuando ves el cartel de “Combustión” y tienes más de treinta años, la verdad, se te quitan las ganas de ver una película que, sin embargo, está bastante bien.
Y es que los publicistas han debido pensar que lo mejor sería tratar de enganchar a los espectadores más jóvenes y pasar de unos viejunos que, de todas formas, ya no suelen pisar las salas de cine.
Y quizá no les falte razón.
Cuando ves el cartel de “Combustión” y lees el nombre de los protagonistas de la cinta, constatas que empieza a haber una generación de actores de los que ni siquiera tienes noción; como intuyes cuando lees el Fotogramas y ves nombres y fechas de nacimiento de jóvenes y prometedores actores criados en la escuela de una televisión que tampoco sueles ver.
¿Se le puede pasar a uno el arroz, cinematográficamente hablando?
Hace unos días veíamos “Tesis sobre un homicidio” y, en ella, Alberto Amman interpretaba a un estudiante de unos 25 años que parecía ciertamente joven y creíble. Sin embargo, en “Combustión”, en el papel de Navas, el mejor de la película, casi parece el padre de Ari y Mikel, los guapísimos protagonistas de la cinta.
Una película que comienza muy bien: con un robo. Y que luego sigue avanzando convincentemente, con unas persecuciones de coches que, para un absoluto profano en la materia, están muy bien conseguidas.
La segunda parte de la película es más tópica y tradicional. El ritmo decae un tanto, pero sigue siendo atractivo. Y el final… ¡me gustó ese final!
Daniel Calparsoro, aunque su mujer sostenga que se ha aburguesado, sigue siendo, libra por libra, el mejor director de cine de acción que tenemos en España. Ya lo demostró en la celebrada “Invasor”, hace unos meses. Y en “Combustión” vuelve a hacerlo, en una cinta que temáticamente, quizá le interese menos que otras que ha dirigido con anterioridad. Pero que es impecable.
Porque estamos ante una de esas películas españolas muy poco españolas. Y es que, por mucho que les pese a algunos, la etiqueta “cine español”, equivalente a un cine casposo y cono olor a naftalina, cada vez está más desfasada.
“Combustión” es una prueba más, la enésima, de que otro cine español es posible. Lo que no significa que no se puedan rodar películas más pequeñas, intimistas y diferentes; sino que hay espacio para todas. Y públicos diferentes. Y complementarios.
Y, sobre todo, que el nivel técnico del cine español ha alcanzado una profesionalidad extraordinaria. Veremos, eso sí, qué pasa ahora, con el nuevo escenario al que los recortes y el desmantelamiento del tejido cultural de este país nos han abocado.
Pero esa es otra película…
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