Pues sí, amigos. Arde Twitter con la triste noticia de la muerte de la mona Chita, a los 80 años de edad. Además de dejar esta estupenda biografía de la célebre simi-actriz, subimos la foto de la intérprete, ya veterana, cuando recibió el más que merecido premio del Festival de Cine de Peñíscola.
A la chita callando y a base de peliculones tan imponentes como solo aparentemente discretos, el otrora efectista y asalvajado David Cronenberg se está convirtiendo en uno de esos directores cada día más clásicos que, como los buenos vinos, ganan con los años. A pesar de algunas explosiones de sadismo circunstancial, “Una historia de violencia” y “Promesas del Este” son muy calmadas, plácidas y apacibles. En la superficie. Porque por debajo…
Y llegamos a esta “Un método peligroso”, que sorprendió enormemente cuando se estrenó en el Festival de Venecia, no en vano su fundamento y base estructura es la palabra.
Ha querido la casualidad que caiga esta película justo después de haber visto otra bomba de relojería verbal: “Un Dios salvaje”, de Roman Polanski, un director que parece llevar una carrera paralela a la de Cronenberg, con películas de corte clásico, pero ciertamente revolucionarias.
A estas alturas, todos sabemos que “Un método peligroso” cuenta la historia del encuentro /distanciamiento entre Freud y Jung, interpretados por dos magistrales y ajustados Vigo Mortensen y Michael Fassbender, la gran revelación del año. Aunque, en realidad, la auténtica protagonista, la persona que todo lo inicia y sirve como catalizadora de la historia, es Sabina Spielrein, interpretada por una mucho menos contenida y mucho más efectista Keira Knightley, a la que no será raro que nominen al Óscar por este desmesurado papel.
Sabina es una rusa, judía, de clase alta, que sufre una crisis nerviosa al principio de la película, siendo internada en el hospital suizo en que ejerce Jung. A lo largo de la historia, la veremos convertida en un conejillo de Indias (va sin segundas) del médico y, después, crecerá y evolucionará hasta convertirse en una de las médicos más reputadas de su tiempo.
La historia de “Un método peligroso” relaciona a estos tres personajes y avanza de acuerdo con sus encuentros y desencuentros, sus conversaciones, discusiones, cartas, tesis, antítesis y, finalmente, despedidas. Sin olvidar por supuesto, al hedonista y libertino Otto Gross, interpretado por un secundario de lujo, Vincent Cassel, que pone el contrapunto febril a la discreción de los dos personajes principales masculinos.
No creo que pueda haber discusión posible sobre si esta película encaja en ese “Universo-Cronenberg” que el director se ha ido forjando a lo largo de una filmografía extraña, bizarra y personalísimamente subjetiva. ¡Pues claro que sí! ¿Qué ha estado haciendo Cronenberg en todas sus películas, sino invitar al espectador a ir más allá de los límites, de lo políticamente correcto, de lo típico y habitual, de lo de siempre?
Hay quién se ha aburrido sobremanera con la película. Es un riesgo. A mí, sin embargo, me ha encantado esta defensa a ultranza de la palabra como recurso cinematográfico. Frases como “A veces hay que hacer algo imperdonable para seguir viviendo” o la de “pararse a beber siempre que se pasa por un oasis” son de esas que s quedan impresas por siempre jamás en el subconsciente. Y en el consciente.
Además, la película también es corta. ¡Volvemos a aquella duración estándar de la hora y media! Más que suficiente para contar una historia intensa, densa y diabólica.
Si vas a verla, lo mismo no te gusta. Pero, si no la ves, ¿cómo lo sabrás?
Un crítico de referencia decía que debía ser de visión obligatoria en los institutos. Habría padres que pondrían el grito en el cielo. Y más allá.
¡Pues toma 6 tazas! 6, sí. Seis. Porque hoy, 26 de noviembre, TCM celebra el 69 aniversario del estreno de «Casablanca» con seis pases de la peli. 6, sí. Aderezados con documentales, piezas únicas, entrevistas, etc.
Aquí, toda la info y horarios:
Cuál es el secreto de Casablanca? ¿Por qué después de casi setenta años sigue siendo una de las películas preferidas de los espectadores? ¿Qué es lo que la hace distinta de cualquier otra historia de amor que se haya filmado?
El sábado que viene, 26 de noviembre, fecha del aniversario de su estreno en 1942, los espectadores de TCM Clásico podrán descubrir todos los secretos de este mítico filme pasando Un día en Casablanca: una programación especial desde las doce de la mañana hasta las doce de la noche, que incluirá seis pases de la película, entrevistas, reportajes y documentales sobre esta legendaria producción.
Casablanca iba a ser en un principio una más de las películas de propaganda que los estudios rodaban durante la Segunda Guerra Mundial. Estaba basada en una obra teatral titulada Everybody comes to Rick’s que nunca llegó a estrenarse. Warner compró sus derechos, y en un principio se pensó en Ronald Reagan como protagonista.
El rodaje comenzó a finales de mayo de 1942 sin el guión completamente terminado. El director Michael Curtiz recordaba que tenía tres guionistas que escribían los diálogos mientras la película se iba rodando. Los actores protagonistas, Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, no sabían bien cómo abordar sus personajes. “¿De quién estoy enamorada? ¿De Víctor Lazslo o de Rick?”, preguntaba una y otra vez Ingrid Bergman al director. “No se sabe todavía. Intenta encontrar un punto intermedio”, le contestaba el realizador.
Es más, alguno de los elementos que han convertido a Casablanca en un filme inolvidable estuvieron a punto de no ser incluidos en el montaje final. Los productores, por ejemplo, se plantearon suprimir la canción El tiempo pasará porque pensaban que no “casaba” bien con el resto de la banda sonora compuesta por Max Steiner.
También el final de la película estuvo a punto de ser distinto. Estaban previstas diversas alternativas pero finalmente uno de los productores sugirió el famoso diálogo entre el Capitán Renault y Rick. Fue, efectivamente, el comienzo de una gran amistad, pero no solo entre estos dos personajes sino, sobre todo, entre el público y la película. En 1944 ganó los Oscar a la mejor película, al mejor director ─Michael Curtiz─ y al mejor guión. Y la relación con los espectadores, lejos de romperse, se hace cada año que pasa más y más fuerte. Es la magia del cine o, mejor dicho, la magia de Casablanca.
Sábado, 26 de noviembre:
12:00h 50 películas que deberías ver antes de morir: Casablanca (2009)
12:05h Casablanca (1942)
13:45h Mckee habla sobre Casablanca (2007)
13:55h Casablanca (1942)
15:35h Tócala otra vez, Sam (Casablanca: You Must Remember This, 1998)
16:15h Casablanca (1942)
17:55h And the winner is:1944, Casablanca (2006)
18:00h Casablanca (1942)
19:40h La película de mi vida: Casablanca (2007)
19:45h Casablanca (1942)
21:25h Joel Schumacher habla sobre Casablanca
21:30h Casablanca (1942)
23:10h Tócala otra vez, Sam (Casablanca: You Must Remember This, 1998)
Quiénes las han leído, no reniegan de ellas. Dicen que se lo han pasado bien, que han conocido anécdotas divertidas e interesantes y, sobre todo y más importante, que no se han aburrido.
Dentro de poco, de muy poco, podrás tener “Café-Bar Cinema” en tus manos.
Porque hoy sí. Hoy le hemos puesto el último y definitivo punto final a un trabajo que hemos dado por terminado muchas veces pero que hoy, martes 4 de octubre, sí que damos por total y definitivamente cerrado (y eso que el pasado sábado ya lo hicimos otra vez 😉 )
Y lo hacemos, como a mí me gusta, completando un círculo.
Porque todo empezó, hará ya unos tres años, aquí. Justo aquí y no en ningún otro lugar. Comenzó en La Teta Enroscada, al son de las Cucarachas Enojadas de Tito y la Tarántula.
Y ha terminado, hoy, en otro garito muy exótico y particular, al que hemos ido de la mano del mismo Tarantino.
Buena música, buenas copas, locales con estilo y acción. Mucha acción.
Como la que esperamos tener a partir de ahora, con el libro publicado. Aunque sea otro tipo de acción.
Pero bueno, de todo ello iremos hablando de aquí en adelante.
Y ya sabéis que tenemos abiertas las puertas del Café-Bar Cinema en esta página del Facebook. ¿Os animáis a pasar?
¡Os esperamos!
Jesús puntofinalista (de una vez) y circular Lens
¿Qué publicábamos en los tres años anteriores? 2008, 2009 y 2010
A mi amiga Josefina, de la que ya hablamos aquí, le gusta vivir en el campo. Si por ella fuera, viviría directamente en las montañas, pero de momento se conforma con una casa alejada de los mundanales ruidos.
Cuando desayunamos, a veces, la chinchamos:
– ¿Y qué haces allí, los fines de semana?
– Ver la hierba crecer.
Así es nuestra Josefina. Y de ella me acordaba mientras veía la polémica, compleja y antisistema última película de Terrence Malick, la tan vilipendiada como alabada; tan insultada como reverenciada “El árbol de la vida”.
Venía preparándome para el acontecimiento fílmico desde que Boyero la defendió a capa y espada en el Festival de Cannes, donde ganó la Palma de Oro y aproveché estos meses para ver de nuevo “Malas tierras” y “La delgada línea roja”. Y me hubiera encantado volver a ver “Días del cielo”, pero no la pillé.
El hecho de que la esteticista crónica de la II Guerra Mundial filmada por Malick me gustara mucho más esta segunda vez que la primera me hizo albergar esperanzas de que sí, de que este nuevo Tour de Force cinematográfico podría gustarme.
Me preparé a conciencia, dejando para un sábado por la tarde el ir a verla. Quería estar relajado, descansado, haber dormido bien la noche anterior y descabezado un sueñecito esa misma tarde, después de una liviana y reparadora carrera; sin excusas para dejarme vencer por la molicie.
Ya no pude pillar una sesión que daban en VOS, pero bueno. No pasaba nada. Me senté en mi butaca, con una buena Coca-cola y una buena dosis de palomitas dulces (sí, soy de esos) Y comenzó la película.
Y yo comencé a acordarme de Josefina. Porque ver “El árbol de la vida” es como ver crecer la hierba. O, quizá, como ver crecer un girasol. O como ver pintar un membrillo sobre un lienzo.
Hablar del argumento, en este caso, sería pueril. Lo hay. O no. Pero da igual. Y eso es lo que irrita a los espectadores que, furibundos, odian ir al cine a que no les cuenten una historia. Porque una película es eso, ¿no? Una historia…
Pero, ¿qué pasa con la emoción? Porque las historias son como los culos: cada película tiene la suya. Y, sin embargo, ¿cuántas de ellas llegan a emocionarnos lo más mínimo? Casi ninguna.
“El árbol de la vida” provoca emociones. Y sensaciones. Estéticamente es un puro deleite. Un goce para los sentidos. Como bien sostiene Irene, nuestra artista de referencia, “Malick es el Velázquez del cine”. Y es que hay que ser muy bueno para conseguir que solo por cómo filma a Sean Penn, sin que éste tenga que decir una palabra, sintamos que es un tipo al borde del cataclismo emocional, un superviviente nato a punto de derrumbarse, agitado por brutales tempestades interiores.
Sinceramente, no darse la oportunidad de ver en el cine “El árbol de la vida” es renunciar a ver un espectáculo único, sublime, distinto y a contracorriente. Una película radical como pocas he visto nunca. Y solo por eso, hay que verla. Y estar en condiciones de opinar, discutir y hablar. De hablar de cine. Algo que cada vez cuesta más trabajo, dado el nivel medio de las películas que se estrenan en pantalla.
¿La has visto ya? ¿No? ¿Y a qué esperas, que podamos montar una buena tertulia?
Quizá salgas rezongando del cine, un poco Perdido, al final, pero créeme: indiferente no te va a dejar. Malick es un visionario, el director con mayor capacidad de sugerencia de la historia del cine. Sí. Yo también lo creo. Es un genio.