ASÍ ESTOY. ASÍ ME VEO…

De repente, empiezas a ver la cima de la montaña. Por fin. Pero es entonces cuando el camino más se empina y más retuerce sobre sí mismo. Cuando más revueltas da, intentando vencer el desnivel. Es cuando el aire empieza a faltar, cuando las fuerzas te abandonan, cuando el sendero se hace más borroso. Es cuando dudas de todo y cuando piensas aquello de… ¿qué hago yo aquí? sobre lo que tantas veces hemos escrito. Así me siento estos días, trabajando en ESTE «Café-Bar Cinema»…

¿Escribo como un mono o tengo mono de escribir?
¿Escribo como un mono o tengo mono de escribir?

 

La conclusión es la obsesión
La conclusión es la obsesión

EL ESCRITOR

Pobre. Muy pobre la traducción del título original de la última genialidad de Roman Polanski, «The ghost writter». Es verdad que, en castellano, «El escritor fantasma» nos podría hacer pensar en tipos como Juan Manuel de Prada y, automáticamente, arruinar el taquillaje de la película. Por lo era necesario hacer una interpretación. Pero… ¿»El escritor»?

Si precisamente los personajes se pasan toda la película ironizando sobre el no ser escritor por derecho propio del personaje interpretado por Ewan McGregor. Porque, en realidad, su personaje interpreta a un negro. A un negro literario, se entiende. Al que escribe para que otro firme en su nombre. A ese tipo que pone la letra a las autobiografías de gente famosa, sin ir más lejos.

En el caso que nos ocupa, el Escritor Fantasma, el Negro, ha de trabajar en un manuscrito sobre la vida del ex primer ministro inglés, que vive en una casa de diseño, aislado en una isla de la Costa Este norteamericana. Un manuscrito redactado por otro Negro anterior, fallecido en extrañas circunstancias.

A partir de ahí, en un ambiente claustrofóbico, se desarrolla la acción de una película que, cargada de sutilezas, nos habla sobre algunos de los más recientes episodios de la política internacional, mostrados a través de las cámaras globalizadas de la CNN, pero desde la óptica de los personajes encerrados en una casa, cercada y encerrada en una isla en la que no para de llover.

Una casa de diseño, aparentemente majestuosa pero que, en realidad y con sus cuadros de arte contemporáneo, es más fría que un carámbano. Como los personajes que la habitan, desde el ex Primer Ministro y su esposa, protagonistas de un matrimonio en disolución, a las ayudantes del ex-Premier. Una casa en la que se comen sandwiches, de forma compulsiva. Una casa en la que la privacidad no existe, con tanto ventanal, cristal y espacio diáfano.

Perfecta y precisa metáfora de nuestro tiempo: transparencia, pero dentro del encierro. Globalización, pero residiendo en una isla semivacía. Conectividad total, pero desde el aislamiento más absoluto. Y, en medio, mentiras, envidias, conspiraciones, persecuciones, fantasmas, investigaciones, teléfonos que suenan, teléfonos que callan, GPS´s, cinismo, amor, sexo, lujuria…

Cuando se dictó la orden de detención de Polanski, la película ya estaba filmada. La supervisión del montaje, sin embargo, fue llevada por el director desde su encierro en su chalé de Suiza, del que no podía salir. ¿Como evitar el proclamar eso de la vida imita al arte y el arte imita a la vida?

«El escritor» es una película sobresaliente de las que, al terminar, te dejan aplastado contra el asiento, de las que recomiendas con pasión a todo aquel con el que te encuentras, a sabiendas de que no quedará defraudado por un Roman Polanski al que lo ajetreado de su vida personal no hace sino engrandecer una obra compleja, enigmática, variada y siempre atractiva.

Valoración: 8

Lo mejor: El comentadísimo y alabadísimo final. La DGT debería pronunciarse al respecto.

Lo peor: Nada. Sólo una pregunta: ¿por qué el prota le va contando todo a todos, sin distinción de género, edad, filiación, color, raza o nacionalidad?

CAFÉ-BAR CINEMA: EL COMIENZO DE UN PROYECTO

«-¿Por qué de todos los antros apestosos que debe haber en México hemos quedado en éste?» 

 

Fue precisamente viendo la escena que sigue de esta película que se me encendió la lucecita. ¿Y si…? Lo primero fue ESTE reportaje en IDEAL. Y después, dada la buena acogida de nuestro libro, «Hasta donde el cine nos lleve», pues eso. Que me pensé muy seriamente lo del ¿Y si…? Y ahí estamos. Embarcados en mitad de travesía de un viaje cinéfilo-literario que nos lleva por los bares y cafés más memorables de la historia del cine, aprovechando para hacer eso que tanto nos gusta: recorrer los cinco continentes, visitando garitos, hablando con la gente.

 

Y para ir contando la evolución del proyecto, creamos ESTA página en el Facebook, en la que os espero a todos. Y todas. Y en la que, por ejemplo, planteamos una pregunta en busca de respuesta, partiendo de un artículo de hoy en IDEAL.

 

¿Tendrá buen fin este nuevo proyecto? ¿Os parece factible? ¿Viable? ¿Interesante? A ver, a ver. ¡Animaos a acompañarnos en el mismo!

 

Jesús Lens, expectante.

BOGART: EL TIEMPO QUE NO PASA

Este reportaje lo publicamos el pasado sábado en IDEAL. Estuvo casi todo el día entre lo más leído de la edición digital del periódico. Y es Bogart sigue siendo Bogart. Todo lo que contamos en estas líneas (menos lo del alcalde) volverá a ocurrir miércoles y jueves, a las 23 horas, en el Aliatar. Y esta vez podrá entrar todo el que quiera, libremente. 

 

 

–         «Tócala Sam. Toca «El tiempo pasará».

 

Eso era exactamente lo que Ingrid Bergman le decía al pianista del Rick’s Café Americano en «Casablanca», antes de que Woody Allen popularizara el «Tócala otra vez, Sam» que anoche se podía escuchar, una y otra vez, en la sucursal granadina del café más famoso de la historia del cine.

 

Es difícil encontrar una mejor ubicación para el bar de Rick que el Aliatar, un antiguo cine cargado de historia que, convertido en uno de los locales de copas más reconocidos de Granada, ha sido transformado en trasunto del garito norteafricano gracias al buen hacer de Miguel Serrano, director de la compañía García Lorca. Para llegar al Rick’s Cafe, lo mejor es subir por la Carrera de la Virgen, engalanada con una glamourosa alfombra roja y festoneada con enormes carteles de las películas de Bogart. Además, en el Zaida hay una exposición en que se encuentra el verdadero piano que tocaba Sam y otros objetos auténticos de «Casablanca». De esta forma, uno sube las escaleras del Aliatar perfectamente metido en ambiente, dispuesto a disfrutar de un montaje que, a nada que uno le ponga un poquito de imaginación, le lleva a las ardientes noches de Casablanca.

 

En la velada inaugural, el alcalde de esta Granada/Casablanca fue recibido por el prefecto de policía, Renaud, en lo que parecía ser el principio de una hermosa amistad. Tras recorrer las mesas de juego y conversar con algunos de los jugadores que en ellas se apostaban toda su fortuna, el alcalde se acercó al piano de Sam, junto al que sentó cómodamente. Y con ello dio el pistoletazo de salida a una fiesta que comenzó con las inevitables palabras «you must remember this», entonadas con pasión por el solista de la banda Retroback, dando inicio a la canción «El tiempo pasará» y, con ella, a la segunda edición de un festival que, por unos días, nos invita a mirar al pasado con ilusión, nostalgia y cariño por un cine que ya no se hace.

 

En la enorme pantalla que el Aliatar ha mantenido intacta, en recuerdo de su pasado como una de las salas de cine más queridas de Granada, se proyectaba de forma ininterrumpida, obviamente, el clásico de Michael Curtiz, una «Casablanca» convertida en auténtico mito de la historia del cine. Una mitología que, más allá de la indudable calidad cinematográfica que atesora, tiene que ver con el carisma de sus protagonistas y, sobre todo, con las especiales circunstancias en que se filmó la película, en plena II Guerra Mundial, cuando los nazis eran una auténtica amenaza para la paz mundial y no sólo los malos de los guiones de las películas.

 

Los cientos de invitados en esta gala inaugural disfrutaron de una velada muy especial en que más de cuarenta figurantes ayudaron a hacernos soñar con Rick, Elsa, Renaud y los demás protagonistas de un filme inmemorial. Eso sí, una cierta confusión reinaba en la calle, en los aledaños de Puerta Real, dado que las informaciones publicadas estos días en los medios de comunicación daban a entender que el acceso a la fiesta era público y no estricta y escrupulosamente restringido.

 

Los camareros, tan serios como amables, servían las cervezas y los canapés ataviados con un turbante rojo y chaleco a juego. Además, por el bar circulaban figurantes que representaban a jugadores, croupiers, gángsteres, músicos, espías, policías… y oficiales de las SS. De hecho, cuando uno de éstos se te acercaba, su inequívoco parecido con el Coronel Strasser te provocaba ganas, si no de acribillarlo a balazos, sí al menos de cantarle la Marsellesa en plena cara, como de hecho terminó ocurriendo en uno de los momentos más emotivos de la noche. Y es que durante la hora y media que duró el espectáculo, lo mismo se sucedían persecuciones por parte de los gendarmes hacia sospechosos traficantes que una cantante se subía al escenario y deleitaba al respetable con una emotiva canción de época.

 

Además, la banda del local, rigurosamente vestida con un elegantísimo smoking blanco, amenizó la velada con su vivo jazz añejo, tocando antiguos estándares y animando la noche con la banda sonora de toda una vida cinéfila y nostálgica.

 

Con una inauguración tan especial como singular, Retroback nos conduce por el túnel del tiempo a un cine en blanco y negro, de buenos y malos, en que un tipo duro como Bogart siempre terminaba demostrando que tenía su corazoncito. Ojalá que en próximas ediciones del Festival haya iniciativas tan curiosas como ésta. Entre tanto, no duden en pasarse por el Aliatar y, con un poquito de imaginación, déjense envolver por esa atmósfera tan particular del cine clásico. Un cine que, como Bogart decía en «El halcón maltés», está hecho del material con que se fabrican los sueños.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.