PERIODISMO ¿HECHOS U OPINIONES?

Ustedes saben la admiración que profeso a Enric González.

 

Hace unos días, cuando recibió el Premio Francisco Cerecedo, por hacer «un diagnóstico crítico y certero sobre las realidades del periodismo, haciéndolo desde una apuesta personal, independiente y apasionada», pronunció las siguientes palabras:

 

«Ya no hay que fiarse de las grandes empresas. Tienen otros intereses. Habrás de ser los periodistas los periodistas los que se organicen, en cooperativas, en sociedades, como sea, para seguir haciendo información. Las empresas no son la prensa.» Además, sobre la irrupción de las nuevas tecnologías y de Blogs como éste, señala Enric: «Conviene evitar que el periodismo se convierta en millones de voces inconexas gritando al oído de millones de ciudadanos inconexos.»

 

Y por eso, en momentos de grandes cambios en el sector, se mostró optimista: «el periodismo va a convertirse en lo que nosotros queramos que sea».

 

Ojalá.

 

Pero es que, además, cuando leo columnas suyas como ésta, alucino en colores. ¿Cómo se puede decir tanto en tan poco espacio?

 

«En Italia acaba de nacer un nuevo periódico, Il fatto quotidiano -El hecho diario-. En España aparecerá pronto un diario digital llamado Factual (del que hablábamos en ESTA entrada, a través de las que os podéis suscribir).

 

No debe de ser casualidad esa coincidencia en la referencia a los hechos, a la terca y puñetera realidad. Il fatto… surgió como reacción al berlusconismo informativo, que viene a ser como el periodismo de opinión de toda la vida, pero a lo bestia y al servicio de una sola persona. El periodismo de opinión es el que sin detallar los hechos, o citando alguno de ellos de pasada, o retorciéndolos lo necesario, ofrece al lector una interpretación de los mismos. Un ejemplo clásico eran aquellas singularísimas portadas que inventaba Anson cuando dirigía Abc: Aznar-Casillas parando goles y cosas así.

 

 El periodismo de opinión berlusconiano se define con otro ejemplo. Cuando Verónica Lario, esposa de Il Cavaliere, anunció su intención de divorciarse, el diario Líbero no se molestó en recopilar datos farragosos. Buscó una foto de cuando Verónica era actriz y mostraba los pechos en una obra de teatro, la plantó en portada y colocó sobre ella el titular Velina ingrata. Aquí tenemos dificultades para traducir velina, un término muy italiano. En una traducción que no respetaría la letra pero sí el espíritu, podría leerse como Putiflor ingrata. Después de una portada así, ¿quién quiere entretenerse con la letra pequeña?

 

El periodismo de opinión clásico solía ser incómodo con el poder. Ahora es el poder quien hace periodismo de opinión (los políticos no pronuncian frases, sino titulares sensacionalistas) y quien más lo fomenta, porque la opinión tiende a provocar simples reacciones binarias («sí» o «no») y a difundirse de forma viral, en lugar de obligar al receptor a establecer su propia interpretación de los hechos. Cuanto menos piense la gente, más tranquilos todos. Las opiniones, además, pueden ser infinitamente numerosas, por lo que se devalúan unas a otras. Los hechos, en cambio, son los que son y tienen valor fijo. No es extraño que el periodismo con ambiciones renovadoras haga de ellos su bandera.»

LA SOMBRA DEL PODER

Sería muy interesante saber qué piensan periodistas como Javi Barrera o Paco Torres, los responsables del Multimedia de los periódicos IDEAL y Granada Hoy, respectivamente, sobre el punto de partida de la película «La sombra del poder», protagonizada por uno de esos periodistas tan de raza como de tinta, al que tantísima risa le dan las nuevas tecnologías y, sobre todo, ese nuevo periodismo del siglo XXI: blogs, chats, Internet, etc.

 

El contrapunto a ese reportero pasado de peso, listo y hábil, con una agenda más completa que las Páginas Amarillas, intuitivo y trabajador, al que interpreta un excesivamente pagado de sí mismo Rusell Crowe; es la excesivamente sosita compañera de redacción que, con su Blog, se ha convertido en la Niña Bonita de la plantilla de uno de esos vetustos periódicos yanquis que afrontan con dificultades la adaptación a esa Sociedad de la información de la que tanto se habla y tan difícil es de definir.

 

«Esto es una noticia. Información pura y dura. No tiene interpretación ni requiere de opinión. Hay que trabajar. Bajar a las catacumbas y arremangarse para seguir las pistas.»

 

Más o menos, eso le dice el veterano periodista a la joven posmoderna, cuando están investigando la muerte de la ayudante de un congresista que lidera una Comisión de Investigación sobre la privatización de las actividades militares norteamericanas en Irak, a través de una compañía que hasta en el nombre tiene resonancias a los mercenarios de Blackwater.

 

Siempre me han gustado los periodistas como protagonistas de películas y novelas de género negro y criminal. Y, en este caso, Crowe le da el punto de carisma que su personaje necesita para ser creíble, aunque, como decíamos, hay veces en que el ego le chorrea por las orejas.

 

Estamos ante un ejemplo más de ese cine nuevo y moderno que pone su objetivo en desenmascarar una de las lacras de este siglo XXI, la corrupción y el enorme poder de las grandes transnacionales, que ya son mucho más poderosas e importantes que los propios países, gobiernos y estados. Esa especie de gobierno en la sombra que, sin que nadie les vote y sin necesidad de refrendo popular, se van haciendo con las riendas de nuestra vida.

 

Una película ágil, bien contada, con los giros de guión oportunos y la necesaria dosis de (falta de) violencia que impide que se convierta en un fútil ejercicio de pirotecnia visual. Los personajes no llegan a emocionar, pero conectan con el espectador. La trama te atrapa, aunque no te imante a la pantalla.

 

Una de esas películas que se ven, se disfrutan, te hacen pasar un buen rato y te hacen sentir buena persona por ver un filme «concienciado», de los que sensibilizan al espectador, cuyo final argumental es el mejor posible y está excelentemente resuelto y cuyo final en imágenes, para quiénes escribimos en periódicos y, aún siendo adictos a Internet, seguimos adorando mancharnos los dedos con la tinta fresca del diario matutino, es impagable: la rotativa funcionando y vomitando miles de ejemplares de ese milagroso regalo diario que es un periódico calentito, recién salido de las máquinas.

 

Valoración: 6

 

Lo mejor: el canto romántico a un periodismo que todavía es posible y que, desde luego, es absolutamente necesario e imprescindible.     

 

Lo peor: el personaje de Robin Wright Penn. Gratuito, ridículo e inasible. ¿Era necesario sacar a una rubia o qué?

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.