WHEN THE (BLACK) SAINTS GO MARCHING IN

Una Banda que se llama “Patrulla Dixie” no puede terminar un concierto sin tocar el célebre “Cuando los Santos marchan”, evidentemente y, vodka en mano (debí pedir bourbon), al son del clásico sureño de entre los clásicos, pensando en la serie “Treme”, empecé a pensar en mi particular santoral… y me salió todo negro, el muy cabrón.

Un santoral que, desde ayer, incorpora una nueva serie de figuras, para engrandecer el ánimo. Como Petros Markaris, que se reía a mandíbula batiente cuando le decía que a uno de mis portátiles le bauticé con el nombre de Jaritos, su célebre personaje de ficción.

¡Vaya comida, la que pudimos disfrutar en el Hotel Jovellanos! Sólo por esa densa fabada, ya merecía la pena estar aquí.

Después, mi room mate, Paco Jurado y un servidor, nos dedicamos a acosar a Markaris, como grupies a una estrella de rock. Pero es escritor griego era facilón. Y se dejaba. Intentar resumir en unas pocas líneas todo lo que hablamos con Markaris es misión imposible. Esa plática se merece un artículo en exclusiva, a lo que nos comprometemos firmemente. Un artículo que se llame algo así como “La literatura de la Crisis” y parte de cuyos argumentos usaré en la presentación de la novela de Guillermo Orsi, el próximo jueves.

La tertulia de ayer, en Semana Negra, versaba sobre la literatura de palabras, ideas o acción. Y fue muy entretenida, en el mejor sentido de la palabra. Ustedes-vosotros, que ya me vais conociendo, ¿con qué creéis que me alineo?

Fue entonces cuando Escalante, con su aspecto de noble patricio romano tomó la palabra para hablarnos de los más de setecientos atentados, tramas y complots que los EE.UU. diseñaron contra Fidel Castro. Y él sabe bien de qué habla, no en vano fue su jefe de seguridad durante algunos años. Algunos tan majestuosos como los dirigidos a que se le cayera hasta el último pelo de la barba o a que le diera un ataque de risa en alguna de sus comparecencias públicas, para minar su credibilidad. Complots que si aparecieran en una película de los Hermanos Marx diríamos eso de “la vin el Groucho, como se ha pasado”. Pero la CIA tiene estas cosas…

Había pensado marcharme temprano, ayer, del recinto de Semana Negra. Pero un paseo por las librerías Negra y Criminal y Noveno Arte me retuvo allí. Y un buen rato de charla con Laura, acerca de las cuitas laborales y editoriales de estos duros tiempos que corren nos condujeron a la presentación de “Buda Blues”, de Mario Mendoza, una de las novelas más intrigantes e interesantes, sobre el papel, de las que se han presentado en lo que va de Semana, con permiso de Gabriela Cabezón, por supuesto.

Y es que este año, a la vuelta de Semana Negra, me he reservado una semana sin compromisos, para devorar todo lo que estoy comprando estos días, para cuyo transporte necesitaré una nueva bolsa de viajes.

Comentaba Mario que, en el documental de Spike Lee sobre el Katrina y Nueva Orleans, apareció una pintada en la capital del jazz que rezaba: “Thank you, Katrina”.

Una pintada absolutamente demencial, milenarista y primitivista, apocalíptica y abisal. ¿Vamos hacia el fin del mundo? Hay teorías según las cuáles sólo así se puede entender el triunfo de España en el Mundial, al calor y al color de la Roja, como el auténtico baño de sangre que está por venir…

La crisis, la victoria de la Roja y el horizonte del 21 de diciembre de 2012 lo mismo nos sitúan ante un futuro inmediato en el que libros como “Buda Blues” y películas como “Seven”, personajes como el monstruo de Hannibal Lecter y la masiva presencia de autores andaluces en Semana Negra no son sino inequívocas señales de que, efectivamente, el final está cerca…

A ritmo de jazz caliente, desde Nueva Orleans, pasando por Gijón, con el dixie como bandera, iremos recordando a todo ese Santoral negro y criminal que por aquí viene desfilando… Oh when the saints go marching in!

Al menos, lo habremos pasado de poca madre, en este Quilombo de vida…

Jesús Lens, apocalíptico, pero integrado.

PD.- Para saber más, hay que pinchar AQUÍ para leer a Carmen y AQUÍ para leer a Laura.

MUERTE EN ESTAMBUL

Lo comentaba hace muy poco. En vez de estar escribiendo para mi proyecto Café-Bar Cinema, fui cazado, in fraganti, tumbado en el sofá de cualquier manera, sosteniendo entre las manos «Muerte en Estambul», de Petros Markaris, el autor griego más vendido de estos tiempos. Y confesé: «es que pocos placeres más grandes que coger una buena novela negra de género, protagonizada por un policía consciente y metódico que sabe bien lo que se trae entre manos».

Jaritos. Kostas Jaritos. Así le puse de nombre a uno de mis portátiles, años ha, después de leer «Defensa cerrada». Y es que me gusta bautizar a algunos chismes de uso cotidiano con el nombre de los detectives, inspectores y protagonistas de las novelas que más me gustan.

Y, claro, si al bueno de Jaritos le unes que la investigación que le toca desarrollar en esta ocasión acontece en Estambul, una de esas ciudades que son un mundo en sí mismas, el placer, el deleite de la lectura son aún mayores, por lo que no es de extrañar que haya buscado cada rato que he podido para, literalmente, devorar esta «Muerte en Estambul».

Aunque también se podría haber titulado «Muerte en Constantinopla», que es como los griegos aún llaman, en pleno siglo XXI, a la antigua Bizancio. Y es que una ciudad que ha tenido tres nombres y ha sido capital de tantos imperios, también puede ser escenario para los crímenes más brutales que imaginarse pueda. Aunque sean ejecutados a través de un arma tan improbable… como una empanada de queso.

Pero, ¿cómo llega Jaritos a Estambul? Pues, como tantos cientos de miles de turistas… llega en avión. Con su mujer. Para conocer una ciudad fascinante que, sin embargo, para los griegos resulta contradictoria, no en vano, su historia y convivencia nunca ha sido fácil. Y ahí radica precisamente el meollo de «Muerte en Estambul», uno de los mejores ejemplos de que en la buena novela negra no importa tanto el quién lo hizo como el porqué lo hizo. A lo largo de sus 250 páginas, asistiremos a un repaso por la historia más reciente de la relación entre griegos y turcos, a los vaivenes políticos, las emigraciones en masa, a la resistencia numantina de una ínfima parte de la comunidad griega en la ciudad-puente entre Oriente y Occidente, entre Asia y Europa.

Y, por supuesto, a la corrupción y aprovechamiento que algunos hicieron de la necesidad, la caída en desgracia y la miseria de los otros. Aprenderemos lo difícil y duro que es sentirse en minoría frente a una mayoría que te juzga y sojuzga, tanto por lo que haces como por lo que callas. Y todo ello, dando vueltas por una ciudad mágica, enorme, desmesurada, mítica y homérica como es Estambul, de la mano de un poli que nos cae bien desde que sabemos que, cuando alguien le llama por teléfono a primera hora de la mañana, ya le ha amargado el día, poniéndole de mal humor.

En fin. Que si lees «Muerte en Estambul» y sigues manteniendo que la novela negra no te interesa, no te gusta o te deja indiferente… te invito a una caña y a un donner kebab en la calle Elvira. Dicho queda.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.